Eu sucesor de Alonso García Ramón fue don Luis Merlo de la Fuente, organizó una campaña punitiva arrasando con todo y capturando esclavos en Purén. Se implantó la guerra defensiva en la frontera en la que los misioneros católicos tomarían una importante influencia en las negociaciones, gracias al fracaso político-militar de las campañas de García Ramón.
Proyecto de conquista religiosa
A principios del siglo XVII frente al fracaso de la conquista militar, el virrey del Perú asignó, por instrucciones de Rey Felipe III, al sacerdote Luis de Valdivia como cabeza de las directivas de la guerra en Arauco.
El sacerdote estaba convencido de que el medio más eficaz para concluir con la Guerra de Arauco era la supresión del servicio personal de los indígenas y el término de la guerra ofensiva, lo que debía ir acompañado por un esfuerzo evangelizador de los religiosos. En 1606 viajó al Perú y expuso estas ideas al recién llegado Virrey, el marqués de Monterrey, quien lo envió a España para obtener la sanción real del sistema propuesto.
Luego de recibir la aprobación en 1612, el padre Luis de Valdivia viajó ese mismo año desde Tucumán junto a Alonso de Ribera; quién había sido liberado de cargos que se le imputaban y se le reasignaba un segundo mandato en Chile con la condición que aceptara el libre concurso del padre Luis de Valdivia en la guerra defensiva.
Parlamento de Paicaví.
Alonso de Ribera convocó el 9 de diciembre de 1612 una junta de paz en Paicaví, a la que asistieron los caciques Anganamón, Tereulipe y Ainavilú. En ella el padre Luis de Valdivia los trató con extrema condescendencia, prometiendo la destrucción del fuerte de Santa Fe, el regalo de las embarcaciones anexas y la liberación de los indios del servicio; a cambio los indígenas debían aceptar la paz y que misioneros estuvieran entre ellos en labores evangelizadoras.
Los caciques mirándose unos con otros, aceptaron con falsas promesas de paz a los sacerdotes Horacio Vechi, Martín de Aranda y a Diego de Montalbán en sus asentamientos.
Los sacerdotes fueron muertos por Anganamón luego de que una española y otras mujeres suyas le fueron robadas por un español enviado del cura Luis de Valdivia. Esto ilustra que a pesar de las disposiciones reales sobre la guerra defensiva, el ejército permanente de la frontera, acostumbrado a las malocas (asaltos)y al tráfico de esclavos que el rey había autorizado por real cédula en 1608, difícilmente pudo abandonar sus hábitos, de ahí que el levantamiento mapuche no se hiciera esperar.
Alonso de Ribera tuvo que reemprender la guerra ofensiva, además de lidiar con correrías de piratas, pero el Alonso de Ribera que llegó de Tucumán no era el mismo de antes, ya estaba cansado y muy enfermo.
Finalmente falleció, profundamente enemistado con el padre Luis de Valdivia, en 1617.