(Nació en Santiago el 23 de Mayo de 1893) Cuando Vicente Huidobro publicaba sus revistas «Musa Joven» y «Azul»-sostenidas por un grupo de intelectuales jóvenes, de entre los cuales recordamos a Martín Escobar, Alberto Moreno, Pedro Siena, Daniel de la Vega, Rojas Segovia, Jorge Silva, Alfredo G. Bravo, Carlos Barella y Juan Guzmán--el más modesto de esos colaboradores, el menos bizarro, el más tenaz y el de menos peso lírico, era Ángel Cruchaga S. M., que hoy sólo cuenta con veintitrés. años de edad. De repente, se retiró al olvido del silencio laborioso, como hastiado del estéril batallar en la palestra pública. Su retraimiento fue considerado por muchos como una derrota inequívoca. Pero, cuán lejos estábamos de la verdad. : Una tarde, a la salida de nuestras oficinas de trabajo, nos encontramos de súbito con el poeta perdido, eterna. mente misterioso y grave en sus actitudes, con su viejo chambergo en descuido y su obscura corbata revolucionaria, como reveladores de los ardientes fuegos democráticos que corren por su cuerpo moldeado vanamente en azulosos abolengos.. Con su voz apacible y lenta nos declaró: «Pronto publicaré un libro. No se lo anuncie a nadie, a nadie, cove?» Y esto último, pronunciado precipitadamente, con cierto énfasis hinchado de tatuidad, cierto ocultismo apocalíptico, con cierta inflexión pretensiosa que equivalía a decir: Quiero sorprender a todos, con una obra maestra. Mientras sus pasos se alejaban presurosos por la calzada llena de luz, nosotros pensábamos tristes: Cruchaga es un poseur, como tantos y tantos otros.... Sin embargo.... En Septiembre de 1915, apareció en las vitrinas de las librerías santiaguinas, el libro prometido misteriosamente por Ángel Cruchaga, Las Manos Juntas, y algunos días más tarde saboreábamos y comentábamos con Carrillo-Ruedas, en plena plaza pública y al estrépito de una música marcial, los delicados. poemas de aquel poeta que creíamos un poseur y que inefablemente venía a desnudarse en un yoismo soberbio y desesperado sobre los versos temblorosos de su poesía repleta de savia nueva y valiosa. Soplan por sobre los movimientos espirituales de su obra, brisas saturadas de perfumes orientales que parecen venir desde lejanías azules y floridas, y de atmósferas desgarradoramente levantadas en el silencio enorme y místico de las grutas milenarias..
El malestar íntimo del poeta aplastado por el materialismo de este siglo de sangre y hierros, lo arrastran a una secreta comunión con las alturas inmarcesibles del cielo y los abismos de su propio interior; y, poseído de su fuerza psíquica poderosa, deja su cuerpo bamboleante sobre los riscos de la tierra, y su alma se precipita en alas de una locura de penumbra, a auscultar el silencio de zonas desconocidas y a recoger los frutos invisibles que han de dar forma y sabor a sus símbolos de maestro.
Cruchaga-estamos seguros-sufre enormemente al amasar y al desembarazarse de sus bellas simientes.
Muchas veces, por hacer poesía nueva y espantable, por huir lo más lejos posible de las trilladas sendas, atormenta su cerebro, su ser, en gimnasias de dolor e inspiración que lo obsesionan y trasminan a su carne el mismo sufrimiento que experimenta su moral.
Esta es la única maldad, el único vicio que se adivina y trasluce en algunos de sus versos; pues, para su espíritu que empieza recién a morder las amarguras de la vida, de la experiencia, de la filosofía del mundo, es una hipérbole, un absurdo, concebir esa. tortura como la suya, tan tenaz, tan virulenta y tan pegada a la materia..
Pero, por sobre este desgarramiento de dolores palpablemente rebuscados o íntimamente sentidos, surge su gran alma de artista, como una substancia olorosa y diluida, que perfuma los ajenos sentidos con su propia sensibilidad exquisita, que embriaga las conciencias en una atmósfera mística de altar y cuyos aromas inefables hacen jun ar las manos y cerrar los ojos en una desesperación de suplicio divino, de fatiga terrenal, y en una ansia de cruzar los espacios etéreos en un vuelo interminable.
Hoy, aquel modesto colaborador de «Musa Joven» y «Azul», ha salvado una gran distancia, ha repechado en forma formidable por las pendientes del lirismo y es actualmente uno de los porta-estandartes de la valiente y meritoria generación de nuestros poetas modernos, a pesar de ciertos rastreadores de literatura que han visto en el fondo de su poesía simbolista las pisadas delatadoras de un Rollinat y de un Francis Jammes.
No he visto sus pupilas ni he sentido su halago. Las horas se doblegan sobre mi corazón; y todo es tan lejano, indiferente y vago, que semeja mi vida un ciego en un rincón.
Mi silencio de seda espera la fragancia de su risa, que vuela como una mariposa. ¿Dónde están sus pupilas? Morirá en la distancia como pintura antigua, encantada y borrosa.
¿Y la hora lejana y blanca de morir no se acerca al silencio? Seguirán las mañanas, y será una ironía cada alegre lucir del sol en los cristales de las pobres ventanas.
Acaso alguna tarde tercamente aburrida, su silueta en la hora doliente y desmayada, deje un perfume vago de muerte y despedida, el último perfume que se elevó en su almohada
Y pasará a mi lado. Miraré sus pupilas: se hundirán en mi espíritu como anclas luminosas.
Será la tarde de oro. Las almas intranquilas verán la indiferencia maligna de las cosas.
Doblará lentamente la dorada cabeza y dejará un perfume y pasará sonriendo. .... Y seguiré viviendo.... y seguiré viviendo….
……………………………………
LA VOZ QUE VIENE
Y tus ojos azules en las páginas, sentirán la agonía de mi espíritu en un largo morir maravilloso. Tus ojos me verán como un mendigo que ha juntado los párpados y tiembla, sujetando la luz de las visiones, que en la carne se duermen como niños que sienten miedo de los ojos malos.
En tu mano mi vida fue el maduro fruto desprendido en el silencio. Se consumió mi sangre bellamente en el lento cedazo de mi sombra.
Tú verás el dolor de los minutos que en mis versos se agitan naufragando en un cáliz de estrellas, mi cerebro; tú verás el impulso de mi vida exangüe, que te busca en el sigilo donde pasó tu pie como un aroma.
Para ti fue mi corazón un mudo, que puso las preguntas en los ojos y en las manos, enfermas de esperarte.
Fui débil como el perro que se encorva y que tiene los ojos ahondados de pensar en las cosas.
…………………………………………
LAS RAÍCES
Oh raíces, mineros de la tierra, que buscáis algo nuevo, en la apacible región de un limbo obscuro y milagroso, para decirlo riendo en la alegría serena de los brotes, y en el ruido de la savia potente que circula por las venas del mundo!
Oh raíces hundidas en mi carne, auscultando el momento luminoso de mirar una nueva maravilla! Raíces, apacibles caminantes, cansados de vagar en el silencio obscuro de la tierra. Las estrellas no han visto vuestros pasos diminutos y humildes en la mística modestia. Los corazones saben de vosotras! Conocen el latido imperceptible que hace temblar el árbol, con el miedo del niño solo, frente al cielo enorme.
Oh raíces, las místicas, que buscan a un Dios en el vacío de la sombra,
y no miran la luz: buenas raíces, ciegas y temblorosas en la marcha. Cuando el agua os visita, el regocijo sonríe en un temblor que se prolonga en desmayos sensuales y profundos. Rezando en el convento subterráneo miráis la pequeñez de los humanos y la red de sus malos pensamientos. Vais a tientas, cansados del cilicio de tanto meditar, contemplativas como las santas religiosas.
Oh raíces de Dios en los planetas, laboradoras del futuro, manos que modelan el cuerpo de la vida. Oh los hombres ocultos que juntaron los párpados del alma, en un suplicio de Dios y de tristeza! Sus raíces sazonan espantosas maravillas. Raíces del silencio en los rincones -Ocasos que interrogan a un Mesías- que dé su sangre para redimirlos. Oh raíces punzantes del cerebro, que sienten el tormento indefinible de las hermanas sumergidas! ¿Y mis raíces siguen en la marcha o el curso detuvieron? …………………………………
LUZ
(Ven a mi silencio).
Hermanita pequeña: acércate a la sombra de mi vida; permite que mis manos amarillas se santifiquen en tu cabellera: mis manos que se alargan desgarradoramente en la penumbra. Hermanita pequeña: deja mirar tus ojos que sonríen, porque no saben nada de la vida: porque ves que te besan y hay luz en los jardines y mucha compasión para los niños.
Deja mirar tus ojos con los míos enfermos de fastidio y háblame de Dios para que crea. Y en las noches eternas cuando siento el cerebro morirse en un dolor inacabable, junta tus manos finas y rézale a la Virgen por la agonía del hermano triste, que siente que el espíritu se aleja con los ojos abiertos en la muerte. ………………………………………
VIENE EL MUNDO
Por la ventana abierta viene el mundo para romper mis ojos con su brillo. ¡Oh las hojas inquietas de los árboles sonoramente claras en el cielo!
¡Oh perfume del sol, perfume fuerte que hace las manos sabias y felices; tamiz donde la sangre se destila para volverse melodiosa y pura. A través de la carne se ve el mundo.
¡Oh soplo milagroso de la tierra, cantando te sumerges en mi cuerpo y tus dedos ocultos me acarician, los brotes jubilosos del espíritu.
Por la ventana abierta se desploman las cosas en el cuarto; tienen pasos de ser humilde, de raíz pequeña. Como los pies serenos de la amada penetran por el alma dulcemente.
¡Oh cosas que perdieron sus aristas bajo el mutismo de unos ojos puros; vuestro vino se vierte en los sentidos
con la sabiduría de una dádiva que resumiera todo lo inefable.
Por la ventana abierta viene el mundo para marcar los ritmos de mi vida en el vuelo sonoro de una abeja o en la flexible ondulación de un árbol.
En la colina verde los espinos son arañas obscuras en reposo. Un ave negra pasa por el cielo, sobre mi corazón junta las alas como dos manos en un rezo enorme. Todo el cielo en el cuarto se desploma y sonriendo en mis ojos lo recibo. A través de la carne se ve el mundo. ……………………………….
DEL ABANDONO
Acaso en la mañana blanca del ataúd, cuando estés amarilla, mordida por gusanos, sollocen mis campanas, locas de juventud, por la enorme distancia de tu rostro y tus manos.
Acaso en un silencio aromado en virtud, mi alma-la niña triste de ideales sobrehumanos se muera entre los brazos de tu cruz. La inquietud florece en la cadena de mis días malsanos.
Cuando pienso en la angustia interior de quererte, cuando en el milagro extraño de la muerte se junte mi imposible al imposible eterno,
como última sonrisa, mi vida desgraciada será un blanco satélite de la tuya cansada, allá por las sangrientas auroras del infierno.
………………………………
LA VOZ SERENA
Y ser sencillo y claro, en ambiciones parco; no amonestar la vida con la ponzoña nuestra; vivir entre los árboles y temblar con el arco del mundo, conmovido por la mano maestra.
Ser dulce y silencioso, como perro sin dueño que al levantar la vista del corazón enferma; que la carne vencida se transformé en un leño dócil y fragante, y en su virtud se duerma.
Que presientan las venas los brotes diminutos en una compasiva sonrisa del semblante; que al caer de los árboles los amarillos frutos, el corazón reciba jugo tibio y fragante.
Amar a una mujer tan pura y tan sencilla que al mirarla en los ojos la adivinemos toda; y tener en el alma, muriendo, la semilla de su alma, alegre y triste como un canto de boda.
………………………….
ESTERIL
Mujer, estás vencida y madre tú no fuiste. Soportas un cilicio: tu carne transparente. Pobre surco sin brote, aletargado y triste, la boca del infierno te sorbió la simiente.
Mujer, tu corazón siente vergüenza y miedo, viendo a los niños ágiles jugar en los jardines, y hasta la Eucaristía tiene un sabor acedo en tus labios dormidos para los hombres ruines.
Los ojos terrenales, temblorosos de vicio, no sabrían amarte, mujer delgada y fuerte. ¿Por qué fuiste el madero que ardió en el sacrificio del mundo? ¿Por qué Dios se gozó en ofenderte?
Cuando en el surco quede tu cuerpo soliviado no temblará en tu muerte la cabellera blonda de un hijo tuyo, fino y dulcemente abismado. ¡Si llamas de lo eterno, no habrá quien te responda!
Pasan sobre tu vida los momentos hostiles con una lentitud de ancianos desvalidos; y tus ojos se vuelven sabiamente sutiles como ante la presencia de rostros conocidos.
Mujer, estás vencida; tu corazón se pierde No escucharás al hijo sollozar cuando mueras. Todo estará tranquilo en la pradera verde. ¡Y reirán los niños de blondas cabelleras!