(N en Santiago, el 20 de Mayo de 1893). No contorsiona la frase, no rebusca su tecnología poética, so pretexto de sutiles y verbales refinamientos. Así su verso resulta fluido, llano, fácil.
Cultiva de preferencia el sonetín. Y, a decir verdad, por su calor y movimiento, los sonetos de Blin no parecen forjados en ese clásico molde de hierro. Su composición «María Cenicienta»,-declamada con franco éxito en el Ateneo de Santiago, es una feliz rememoración del hermoso «Crepúsculo) de José Asunción Silva.
Ha viajado por casi todo Chile, de Tacna a Valdivia, región esta última en donde tuvo oportunidad de admirar esas espléndidas floraciones del sur, que con sus orquestales rumores nutren de panteístico lirismo el sediento espíritu de los turistas que buscan el olvido de las monotonías de la urbe.
Blin ha logrado, así, recibir sensaciones estéticas directas de la naturaleza, del campo, del viaje, del ambiente; lo que le ha evitado en mucho la producción de una simple labor refleja, como ocurre a quienes, al escribir, rememoran bajo la influencia de una fatal obsesión, lo leído en libros y revistas.