(N. en Talagante, Diciembre 17 de 1894). Ha obtenido varios premios en diversos certámenes literarios y una recomendación en los Juegos Florales de Valparaíso (1911 y 1913).
Obrero infatigable de las letras, su mayor mérito consiste en el fervor desesperado con que tiñe sus versos y en la terca fecundidad que no le abandona nunca.
Ha publicado cuatro libros: Ingenuas, La Voz de la Naturaleza, Lo triste es así... y un poema patriotero, y tiene en preparación un arsenal de volúmenes en verso y proa.
Predomina en ellos cierta tendencia objetivista que bien puede darle el relieve de una individualidad en la época presente.
Es demasiado joven, posee la métrica como el mejor de los poetas clásicos y es tesonero como ninguno. Esperamos que, con estas cualidades y el estudio más observado de la naturaleza, a la que ha podido cantar con cierta soltura en uno de sus libros, logre desentrañar los tesoros que escapan a su pluma y espíritu demasiado inexperientes. Por ahora nos limitaremos a repetirle lo que hace algún tiempo le dijimos desde la prensa: «Estudie, penetre y recapacité antes de lanzarse con una nueva obra. Así no tendrá que arrepentirse de ella.
Es demasiado joven para pensar en exhibicionismos pecaminosos y en acaparar títulos de volúmenes que ningún beneficio reportan a las Bellas Letras y que, por el contrario, pueden formarle un ambiente desagradable y hostil para sus futuras jornadas literarias).
La fuente llora... El plenilunio vierte su fría claridad... Y el agua llora su infortunio con llanto pleno de ansiedad... Y aquel sollozo indefinido que deja oír el surtidor, por el ambiente adormecido dilata un eco de dolor... No mueve un halito el ambiente... La luna sigue indiferente por la profunda inmensidad. ¿Qué importa a ella que una fuente llore su pena amargamente bajo su fría claridad...?
Bajo la luna que desgrana su blanca y fría claridad, se oye una música lejana llena de espiritualidad... No es del vulgar organillero ni es de algún piano esa canción: semeja un grito lastimero de un torturado corazón... Ante esa pena solitaria lanzada a modo de plegaria al seno de la soledad, El corazón se junta al duelo... Sólo la luna por el cielo sigue insensible a la piedad...
De un ronco viento desprendida pasó una ráfaga glacial, que profano y dejó sin vida la flor más bella del rosal. Vino la aurora y vio el destrozo: se entristeció su blanca faz y palpitó como un sollozo sobre la muda tierra en paz... Todos los árboles lloraron... Las aves, cuando despertaron, enmudecieron de aflicción... Sólo la luna, que se iba, mostró, sonriendo despectiva, su rostro pálido y burlón... ………………………………………
Como un ejemplo de actitud suprema y gesto heroico hacia el supremo fin, el nuevo manco nos narró el poema del divino marqués de Bradomín. Biblia galante son esas memorias donde la Vida se embellece con la divina armonía de las glorias de la acción, la emoción y el corazón. Extraño es el Marqués en esta era tan hostil al fulgor de la Quimera y al relámpago azul del Ideal; Aquel Marqués que atravesó el sendero como un solemne y loco caballero «feo, católico y sentimental»... ………………………………………