(N. en Linares, el 28 de Septiembre de 1876). Es presbítero, abogado, orador y periodista. Fue principal redactor del díario penquista «El País». Después, director de «La Unión», importante díario del Sur. Ha publicado numerosos artículos de crítica y literatura bíblica. En el Ateneo de Santiago mereció francos aplausos una silva suya «Música» declamada por una hermosa dama. Firma sus producciones con el seudonimo «Bedel».
Sus poesías, de un lirismo vibrante y vigoroso, se caracterizan por su atildamiento, sin rigorismos académicos. Sus poemas son humanos, plenos de color y vida. Declamados, recuerdan efectos orquestales.
No puede decirse que Abarzúa tenga enérgicos rasgos de una personalidad propia inconfundible. Su perfección y su. «manera» se parecen a las de otros escritores de mérito, como dos fisonomías caracterizadas por un cierto común aire de familia.
Miradlo. Ese pobre niño es un mirlo aventurero que va buscando un alero y mendigando un cariño. Sobre su faz casi seria y de mirada indecisa murió, al nacer, la sonrisa helada por la miseria. Con sus harapos al viento, del abandono al través, tiene el profundo interés de un lloroso pensamiento; Y por el tumulto rueda, de que se nutre el olvido, como un átomo perdido en una gran polvareda... ¡No le despreciéis! La luz que hasta sus cabellos baja les da un tinte de la paja del pesebre de Jesús... En sus pupilas asoma de su conciencia la albura, como en una grieta obscura el ala de la paloma... Su boca de proletario, de donde un arrullo brota, llevar parece una gota de la sangre del Calvario. Cada perla de sudor que va a humedecer su frente, lo mismo que la simiente, lleva dormida una flor... ¡No le despreciéis! Acaso en su cerebro de infante guarda el sol que se levante para alegrar nuestro ocaso! Es pobre; mas del dolor el genio a la gloria sube, cual del rocío la nube, como del alma el amor... Su madre, al verle llorar; le dejó en la frente impreso, como un escudo, su beso para que pueda luchar... En su ruta solitaria no le neguéis un cariño; que la lágrima del niño tiene sabor de plegaria... ¡Amadle! Porque, en verdad, cual vuestros hijos pequeños, ese niño tiene sueños que abarcan la inmensidad; Como los vuestros, ansia, sin darse cuenta, un laurel, y largas horas de miel y triunfos de bizarría... Ante el fervor que le expande, las cumbres se vuelven llanos, y saben crear sus manos, y sueña que es hombre grande: Y luego sueña feliz que construye en el espacio, en vez de choza, un palacio y es su madre emperatriz; Y presiente la pasión con que una joven princesa le corona la cabeza y le sacia el corazón... Y es unas veces guerrero, y otras veces inventor, y es marino y trovador, y es artista y misionero... Y, en tanto, su ideal sumo columbra el tugurio abyecto donde hay zumbidos de insecto y olor a tristeza y humo! Y en su lecho mal oculto bajo la techumbre rota, el viento helado le azota con la rabia de un insulto! ¡Pobre niño! Acaso ignora lo que se debe sufrir cuando queremos abrir entre la noche una aurora! ¡Pobre! No sabe, en su afán, que, doquiera lleve el paso, sólo el dolor no es escaso, que hace frío y falta el pan... Dadle amor, antes que el odio a que la injusticia impulsa ponga en su mano convulsa el fiero puñal de Harmodio...
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¿A donde vas, niño incierto? ¡Ay! Los ensueños mejores son un camino de flores que siempre lleva al desierto! ¡Ven aquí! La Caridad sus brazos abre y te espera... Para el triste, es compañera y para el pobre, heredad... Por darle ese gran poder de lo suave y de lo tierno, la voluntad del Eterno le dio mano de mujer. Perfuma desde las flores, refulge desde el lucero, es descanso en el sendero y sombra entre los ardores... Vino de la Cruz en pos; y, como sabe llorar, ha podido consolar y lleva el nombre de Dios... ¡Sueña en la pobreza .activa, niño amable! Y desde abajo lleva la cruz del trabajo, porque la gloria está arriba! ¡Oh niño del corazón! Otro niño de Belén soñaba mucho también con la Cruz, que es redención!!