(N. en Santiago, en 1892). Si le vierais por esos portales de Santiago, envuelto e su enorme gabán negro, mirando olímpicamente a todo e mundo, a través de sus gafas cristalinas, y con su chambergo flotante sobre la gran melena almidonada--servil : pigmea imitación de Federico Mistral creeríais tiene delante de vosotros a un maniático pasivo, a un filósofo impenetrable de baratillo y a un poeta de esos que en las tablas sirven de caricatura para hacer reír al público liviano.
Este misterio que rodea su figura acaramelada y popular para ciertas gentes, es uno de los encantos exquisitos de que podéis disfrutar.
No os acerquéis a ", porque vuestro encanto rodará destrozado por los suelos.
No escuchéis sus confidencias en la intimidad de una conversación, porque sentiréis deseos die abofetearle las mejillas y de estrujarle esos labios que parecen abrirse sólo para extrañas revelaciones.
Hablad con él, de artista a artista, y creeréis encontraros ante el más vulgar de los vividores, ante el más insignificante de los empleados de un Correo.
No hay nada en sus palabras que refleje un pensamiento sutil, una idea refinada, un ensueño de poeta.
Es brusco, grosero y trivial, desabrido, hermético y contundente para emitir sus opiniones críticas; y, cuando procura hacer demostraciones de gracejo, cuando intenta chistes y misceláneas, allá en las mesas pobladas de libertinos y vasos de mosto, propicias al aplauso hilarante, necesariamente deberéis reíros para no llorar.
Su primer libro Misa! Rojo (1914) es de mérito. Hay gestos entre sus páginas que, más que poemas vividos, son posturas de apóstol de pacotilla, bizarrías de monos (le cera; pero, por sobre todas estas debilidades, se levanta la burbuja de una poseía lustrosa y carnosa que lleva, en su vientre cristalino, sonidos inauditos que balbucean magnificas promesas.
En 1915 publicó Paisajes de mi corazón, almácigo de canciones colorosas y fuertes, demoníacas, inquietas y tumultuosas, que hablan de una originalidad absoluta pero vacilante, de una individualidad desorientada que va recta hacia las cumbres aislazias y luminosas, aunque, a tropiezos, como los ciegos que saben a dónde dirigen sus pasos pero temen extraviarse al sentir el vacío del más allá.
A veces, su alma batalladora y bohemia, tiene momentos de reposo y cansancio, y se detiene en actitudes piadosas y místicas al borde del camino polvoriento. Y canta, y sus canciones de amor y ternura tienen murinullos inefables de brisa en la Arbólela, temblores de manantial agitado por una mano de mujer. Y entonces es cuando tal vez alcanza el más puro y bello ideal del poeta: estremecer, conmover, obsesionar los corazones sin provocar espantos ni desgarramientos interiores; humedecer con lágrimas de espíritu la conciencia extraña y no salpicar con plomo hirviente el rostro de la humanidad. Esto, para los que no lleven sangre clepueta en las venas.
Carlos Préndez, si tuerce sus huellas como los agitadores acuinodaticios, llegará a adquirir cierta originalidad entre nosotros.
Tiene inédito un tuinodle poseías, Salmos Prohibidos, que piensa publicar próximamente'.
Cuando nos encontramos en las calles dormidas y distraídamente nos miramos las caras,
sufro toda la angustia de las horas perdidas en que rogué a la Virgen que nunca me olvidaras.
La pulsación enferma que tienen las heridas parece que en mis sienes a tu paso dejaras, y lloro lo imposible de las tardes vividas, como si en mis recuerdos algo resucitaras.
La blancura enfermiza de tus manos pequeñas habla calladamente de las noches que sueñas el ardor inefable de los goces arcanos.
Y bendigo la pena de todo lo vivido, yo que pude en tus senos entregarme al Olvido y sanar la enfermiza blancura de tus manos!
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RÁFAGA DE OLVIDO
Cierra al camino la ventana. Vive en la sombra mi canción. La rubia hermana ya no viene, corazón.
Deja que ría la mañana sobre la paz de tu balcón, mientras tu pena se desgrana como pedazos de oración.
Cierra al camino la ventana, que pasa el viento, corazón.
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HUERTOS INTERIORES
(Habla mi corazón)
Eternamente floridos, como la pena de ser, sufren mis huertos dormidos la nostalgia de querer.
En los rosales caídos viven las rosas de ayer, con los jugos exprimidos en tus labios de mujer.
En las sendas olvidadas están vivas las pisadas femeninas de tu pie,
y los mudos surtidores dicen con viejos rumores la canción de lo que fue.
En las noches, ilumina su fragante soledad la florescencia divina de tu rubia mocedad.
Reza una voz cristalina la plegaria de otra edad, y en su ritmo se adivina tu luminosa piedad.
Por la fe de mis antojos siembran lágrimas tus ojos para que te llore más,
y en los senderos, parece...... que mi nostalgia florece cuando en silencio te vas. …………………………………………