(N. en 1896). Si se pudiera aquilatar el inérito de los poetas exclusivamente por la factura de sus versos, David Perry, sería el primero entre todos. No encontramos ni en Julio Munizaga Ossandon, ni en Miguel Luis Rocuart, ni en Horacio Olivos y Carrasco, que son verdaderos cultores de la forma, al artífice que vemos en el muchacho que aparece al frente de esta página.
Su libro Témpanos errantes (1915), fruto de los diecisiete años, nos dieron a conocer a un poeta nuevo, con altas pretensiones ideológicas y un aticismo, una perfección exterior del verso, anunciadores de precoces refinamientos artísticos.
Sus palabras robustas, marchan en armonía con sus ideas enérgicas y siempre en un vuelo interminable hacia arriba. No tiene su libro estrofas enclenques ni temas infantiles. Es rotundo y elevado como una orquestación. Se diría una escala de notas wagnerianas. Su estilo sin galimatías ni amaños de efecto, persigue un ideal de parnasianismo puro.
Ante sus méritos, sus defectos se empequeñecen: adulteración de algunas palabras, neologismos inaceptables y decadencia de la idea matriz del poema; pero, costu, aisladamente, embutido como a disgusto en medio de sus estrofas, más para perfeccionar la onomatopeya, la música del verso, que para demostrar desprecio a la gramática o ignorancia de ella. Casi todos sus poco más van sólidamente construidos y remachados.
La vida galante de la Francia perturbadora y artística, los pasados tiempos de nuestra colonia con sus incentivos de empolvados blasones y señoriales residencias, las oscuras horas de los barrios bajos de la urbe, y, casi siempre, los organismos anonimos, menudos y laboriosos, que hacen vida paralela e indiferente a la nuestra, han inspirado sus versos y disciplinado su temperamento en la caza de psicologías exóticas y novísimas para nuestra literatura.
Si no se despoja de sus habitos parnasianos, llegará en poco tiempo a ser el primero dentro de escuela literaria en que hoy milita. Tiene en preparación: La entrevista (ensayo teatral) . Cuentos enfermos (prosa).
Es un cuadro nocturno. De las vecinas calles llega un ritmo lejano de aletargados sones y envueltos en la sombra de fúnebres crespones naufragan los contornos y mueren los detalles.
Levantan las estatuas sus empinados talles en el parque, y con gestos de inquietantes visiones se yerguen en la noche los esbeltos Trianones y las enhiestas cúpulas del Teatro de Versalles.
En el movible espejo de la vasta laguna las múltiples imágenes cambiantes de la luna fingen un conciliábulo de gigantescas nucas.
Y van bajo las frondas los nobles caballeros de doradas casacas y plumados sombreros y las damas ilustres de empolvadas pelucas.
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COMO UN CIEGO…
En las noches de invierno, fumando en mi aposento, pienso en tu larga ausencia, mi rubia y triste hermana, y tu recuerdo llega como un ave lejana, que viniera escapando de la lluvia y del viento.
Percibo entre las sombras latir tu suave aliento; cierro los flojos párpados y siento muy cercana tu hipnotica presencia, y aún tu boca grana pasa sobre mis labios con ténue rozamiento.
Sé que eres imposible, para siempre perdida, que tu destino errante no besará mi vida, que a mi granja dormida ya no habrás de volver.
Y en hondas inquietudes dulcemente me pierde suspirando el perfume de tu vago recuerdo como el ciego que siente pasar a una mujer… …………………………………………
TERTULIA
En los pausados giros de las viejas pavanas se entremezclan los suaves crujidos de las colas y van los uniformes de finas filigranas con sus largos estoques y sus ilustres golas.
Distinguidos varones y vetustas ancianas servirán impasibles en las altas consolas, y en los redondos vientres de finas porcelanas ponen sus toques rojos las grandes amapolas.
Cautivo en un circuito de adorables espaldas, entre un crujir de sedas y un palpitar de faldas, refiere sus galantes proezas el marqués.
Y quiebran las bujías sus cambiantes reflejos en las brillantes calvas de un corrillo de viejos que bostezan jugando partidas de ajedrez... …………………………………
LOS POTROS
En el llano, donde alzan los álamos enhiestos sus empinados troncos, sobre blandos follajes, se adormecen los potros, con descuidados gestos y pesados bochornos de monarcas salvajes. Bajo el sol lujurioso que enerva sus arrestos y prolonga reflejos en sus firmes pelajes, tienen sueños de sátiro, los grandes ojos puestos en lúbricos contornos de lejanos mirajes. En las tardes sacuden sus esplines silvestres como altivos sultanes de serrallos campestres. Y cuando las campiñas, donde laten las siembras, echan al aire aromas penetrantes y rudas, ellos hinchan gloriosos sus narices membrudas aspirando en el viento proximidades de hembras…
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SPLEEN
Los barcos elegantes de amplias Árboladuras alzan su complicada red de cordelería y sobre el ritmo lánguido de la ola sombría duermen las proas ágiles ahítas de aventuras.
Desde el suburbio inmenso gestaciones impuras levantan una pútrida miasma de anatomía y en ondulantes cuencas de vaga hidrografía se van las calles, múltiples, retorcidas y obscuras...
Con un recogimiento místico de cartujas sobre el llano, los techos y las torres-agujas la tarde pone un vasto temblor de escalofrío.
Y de la urbe anónima y de los tercos montes, circundando en un manto glacial los horizontes, como una niebla estéril sube el eterno hastío.