Con una serie de poesías bajo el título de Urna de Cristal, obtuvo la flor de oro en los Juegos Florales celebrados en Ovalle a principios del año 1916.
Un rumor eglógico, un canto melancólico de flauta pastoril ensayan sus versos emocionados a la manera de Paul Fort.
Jorquera es un poeta moderno por la tendencia acentuadamente simbolista de sus estrofas. Persigue la sencillez musical de la forma.
Para este joven porta-lira el cerebralismo poético a lo Jorge Hübner o a lo Daniel Vásquez (Domingo Gómez Rojas), es como un paramento químico que puede fabricarse con los ingredientes del estudio, del talento y la ingeniosidad, después de fuertes disciplinas artísticas y estando en posesión del conocimiento sutil de los engranajes líricos y del espíritu más o menos dúctil, más o menos cohechable de la multitud que nos rodea…
Jorquera desearía tener en lugar del cerebro un enorme corazón sentimental, y en vez de vivir en medio de la atmósfera ciudadana repleta de hervores irritantes, incubar sus ensueños entre los Arbolados aromosos, bajo el cielo perennemente elegíaco de nuestros campos.
Así, sus versos serían más fluidos, menos ingenuos; tendrían emociones más naturales, menos estragadas por el dolor de las urbes.
Es autor de una comedía para niños: El Chapir de Cristal. Publicará: A lo largo del camino (artículos) y Los Luján (novela de costumbres nacionales).
Pequeñas hilanderas, que hiláis en vuestras ruecas, bajo la noche mansa los velos impalpables de vuestras telarañas, donde hay azul de noche, donde la Luna, como sobre una frente casta de novia pensativa, puso todo el encanto de su beso de plata; pequeñas hilanderas, que colgáis de los muros de las casas, vuestros palacios, bellos como un ensueño de Hadas; que adornáis los rincones polvorientos con los velos tejidos bajo la noche mansa, cuando cansadas, duermen las abejas y en su negro hipogeo las hormigas trabajan; pequeñas hilanderas que hermoseáis la trágica fealdad de los muros y de los polvorientes rincones de las casas; yo os amo, yo comprendo vuestra labor paciente de obreras, y en la calma de la noche, hasta escucho el ruido de las ruecas que trabajan en los velos sutiles, cuando la sombra casta envuelve en su misterio los objetos y Satán, con sus alas de murciélago, llama a los cristales de las ventanas, en las frías alcobas de las vírgenes a la hora en que las brujas por los espacios vagan.
Pequeñas hilanderas, vosotras a las casas que fueron abandonadas vestís con el ropaje fino de vuestros velos; por eso es que el Poeta os llamó sus hermanas, porque él como vosotras, las fealdades trágicas de todas las miserias humanas adorno con los velos del Ensueño y la Esperanza.