(N. en Santiago, el año 1855). He aquí un bardo genuinamente lírico, de serena y elevada inspiración. Sobresale por la clásica corrección de sus trabajos.
Es de aplaudir en ellos la forma: líneas puras y contornos suaves. Y tanto más por estos mundos donde hay quienes estiman que escribir bien es hacerlo sin sujeción a canon alguno, ni aun a los más elementales de la Gramática y del Léxico.
A pesar de ser un esclavo del retoricismo consagrado, Concha Castillo no hace poemas soporíferos como pudiera creerse. No. En ellos el calor de la inspiración y la esplendidez de las imágenes interesan, entusiasman, cautivan.
Es cierto que puede notársele un defecto de escuela que es común a todos los clásicos y románticos: el monotono sonsonete de rima y aún del ritmo.
En verdad es insufrible aquello de rimar eternamente memoria con gloria o con historia. En eso hay evidente olvido de las prescripciones del Buen Gusto. No es éste un detalle baladi, sino un defecto grave.
Ese malhadado sonsonete, ese maldito enyugamiento de palabras, desacreditan los versos y por ende la poesía.
(Hay que mudar, incipientes escritores, esos ropajes gastados, envejecidos!). Y lo peor es que tan grave defecto no se debe a falta de recursos poéticos e incapacidad para eludir los vulgarismos, sino a simple incuria que impide la perfección en el Arte.
El sentimiento que Concha Castillo infunde a sus poesías no es puramente poético: siempre va unido a un hondo sentimiento de misticismo, desprovisto por fortuna de vulgares locuciones de sacristía. Bellas son sus composiciones: «El mar del alma», «Plegaria», «Dolor Generators, «Religión y Poesías, dedicada esta última a León XIII, pontífice, maestro y poeta. En estos poemas están las características de Concha Castillo: fraseología atildada, sentimientos honestos e ideales divinos, de los cuales fluye una filosofía humana y enaltecedora.
Te sueño allá en las cumbres del Cielo, Madre mía, como te vio en sus raptos la santa profecía de estrellas coronadas que forman tu dosel. El aire azul te envuelve en su cendal flotante, vela a tus pies la luna como rendido amante, la aurora es tu díadema y el sol es tu joyel. Alfombra es de tus plantas la zafirina esfera; tu aliento hace en el mundo brotar la primavera; tu amor es de las almas perenne juventud. Si vislumbrar pudiese la humana criatura tu hechizo irresistible, tu célica hermosura, gozara en un instante de eterna beatitud. ¡Oh Virgen, que el sol viste! divina desposada; la ardiente voz del ángel cual viva llamarada se expande por los siglos en santa adoración. Recojan nuestras almas sus ecos; y en tu nombre haz que halle siempre un lampo de claridad el hombre, y un nimbo de esperanzas su pobre corazón.
Risas y lágrimas son como el placer y el pesar, flujo y reflujo de un mar en perpetua agitación. Tiene nuestro corazón, siempre en activo desvelo, por oleaje su anhelo; ilusiones, por espuma; tristes recuerdos, por bruma; soñadas dichas, por cielo. Como en el piélago mismo, más de algún germen fecundo guarda el alma en lo profundo de su inexplorable abismo: tiene, como él, su espejismo d e humana felicidad; y en pos de la tempestad que los conturba igualmente, surgen, la idea en la mente, y el sol en la inmensidad. Quien quiera cruzar la vida con inmutable bonanza, arránquese la esperanza a su pensamiento asida; y, pues no sufre el que olvida, destierre de su memoria ensueños, amores, glorias, fantasmas de la existencia, y aniquile su conciencia, que es el ara expiatoria. Pero ya que es vano intento eludir la suerte amarga, y en la vida, corta o larga, es forzoso el sufrimiento, llene nuestro pensamiento, algún ideal divino que nos guíe en el camino de la humana desventura y nos alumbre la obscura profundidad del destino. Y siga el dolor llorando, mientras sin pompa ni estruendo sigue la virtud sonriendo y la caridad amando: sigamos con él luchando, mientras no deje de haber una verdad que creer, una dicha que esperar, un santuario y un hogar, un amor... y una mujer. ………………………………………
¡NO HAS MUERTO, OH POSEÍA!
No has muerto ¡no! no has muerto, oh Poesía, pensamiento divino, voz canora del inmenso universo. Todavía la mensajera de la luz-la Aurora- te trae cada día el aliento de Apolo -la armonía- y el ósculo de Urania vencedora. No has muerto, no! Te canta el firmamento ya en el fulgor del astro vespertino, ya en los raudos destellos siderales, eco visible, luminoso acento del lenguaje divino con que hablan entre si los inmortales. Tu halito es el aroma de las rosas, amadas de Afrodita. Tu deseo lo suspiran las auras vagarosas y las plácidas ondas del Egeo... Hija del sentimiento y la hermosura, forma imperecedera y esplendente del alma y de la vida, quien augura tu muerte, es una larva en la natura, es un guijarro más en el torrente de la existencia humana.... Quien te olvida, no tuvo juventud, no tuvo infancia; no supo amar y vegetó en la vida; no supo ver, fue un ciego. Tu fragancia no la aspiró jamás... No, tú no mueres; tú no puedes morir, porque tú eres algo eterno e inefable que palpita en toda creación: todos los seres llevan un soplo etéreo de Afrodita. Tú no puedes morir. mientras el hombre le rinda al padre Zeus su antiguo culto: tú sola puedes pronunciar su nombre e interpretar su pensamiento oculto. Cómo no has de vivir, si tu armonía resuena en el Empíreo, acá en el mundo, del sacro Elíseo en la mansión umbría: pues tan solo en el Tártaro profundo enmudeces, oh eterna Poesía!! ………………………………………