(N. en Parral, en 1888). Es el verdadero poeta regulador de las corrientes literarias románticas y modernistas.
Es un romántico, sin la fraseología capciosa, erizada de fantásticas visiones, y el tono esmirriado y femenino de nuestros abuelos; y es un modernista, sereno, moderado, sin amaños de psicologías incomprensibles ni adornos churri. guerescos con que recargan el fondo y la forma algunos poetas de este tiempo.
Su poesía es blanda y armoniosa, con defectos como es de rigor. Sus fervores por la música le han hecho arropar sus versos en un aire apacible de secreta armonía imitativa. Es casi un elegiaco a lo Jiménez, aunque más vigoroso y menos monótono. Frente al paisaje arbóreo sus poemas se tiñen de morriña y dulzura campesinas; ante las visiones inclementes de las heladas comarcas de Noruega, tienen escalofríos penetrantes que dan la sensación de la atmósfera y territorios que se describen; y, en las crisis espirituales, comunican sus íntimas zozobras o sus quietudes paradisíacas, con perfecta naturalidad. Muñoz Medina es un poeta sin afectación, sincero como pocos y sin ninguna ambición personal ni artística.
Ha sentido el llamado del arte y ha corrido a su encuentro, emocionado pero grave, despreciando los ceremoniales puntillosos y las expansiones patéticas de quien se siente honrado con una visita inesperada y grata. No ha recurrido a extraños estimulantes para hacer su poesía; por esto no encontraréis en ella novedades violentas ni modas atrasadas.
Y como Muñoz Medina es un anacoreta humilde que vive retirado de los comicios artísticos y bullangas cursis de los aficionados y diletantes, más por instinto de su idiosincrasia apacible que por egoísmo, no llegará a ocupar un lugar distinguido en nuestra lírica.
Pasará, como tantos otros, envuelto en la penumbra de un semi-anonimato. Tiene inéditos dos libros de poesías y otros en prosa sobre impresiones y crónicas literarias.
Es miembro de la Redacción de «La Nueva España», importante díario de Madrid, que dirige el eminente diputado a Cortes y distinguido intelectual, don Rodrigo Soriano.
El sendero está húmedo y los campos dormidos y en la luz soñolienta e indecisa del día palideces enfermas y oros desvanecidos destejen sollozantes efectos de elegía.
Sin embargo, sigamos, que al final del camino una casita humilde y hermosa nos espera: se abatirá en su ambiente nuestro contrario Sino y habrá para nosotros calor de Primavera: ................................................................................................. Después el aguacero deshilará su hastío sobre el agonizante desmayo de las cosas, y nuestra casa, en medio del vendaval y el frío, tendrá el prestigio alegre de un búcaro de rosas.
Y luego, cuando al piano, sentada dulcemente, latir hagas el alma de Mendelssohn, mi vida será la del que, errando por entre flores, siente que ya cerró el abismo sangrante de su herida!
¿Cesó la lluvia? Entonces saldremos de aventura y, al viento destrenzado nuestro placer, seremos dos notas temblorosas de intensa partitura, que ríen mientras lloran de amor los crisantemos…
Yo tendré Primavera donde te encuentres. Tienes virtud de estrella, de Ángel, de ruiseñor... La pena que ciñe una corona de espinas a mis sienes me nimbará a tu lado con hojas de azucena!
La tapia derruida y escuetos los rosales... será el paisaje un vaso de gris melancolía; pero ante la Victoria de nuestros ideales reventará en sonrisas su pálida armonía.
Nuestra casita blanca nos abrirá sus puertas y en plena soledad, cantando locamente, llenaremos de Estío sus oquedades muertas y el dolor de la tierra mojada e inclemente.
Y aunque la azul y opaca tristeza de estas horas, tratará de embriagarnos con la hiel de su vino, seremos dos rosadas y espléndidas auroras sobre el recogimiento brumoso del camino!...
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SUGESTIVA
Yo amo el país noruego, la taciturna tierra donde las almas sueñan las más extrañas cosas, esa comarca rústica del fiord y de la sierra que se arrebuja en tules de opacas nebulosas.
Yo amo la tierra frígida con su penumbra suave que vierte en los espíritus letal melancolía y pone en cada frente la pesadumbre grave de una nostalgia aguda de sol y de alegría.
¡Oh, la comarca mística de pálidas auroras! ¡Oh, la región del hielo, de los sudarios blancos que arropan en los valles cadáveres de floras y visten de los montes los virginales flancos!
Yo amo la desolada región de los paisajes de majestad hierática, donde el silencio habita; la selva amarillenta de anémicos boscajes sumida en una calma perenne e infinita.
Yo amo el poema errante del frío ventisquero y el misterioso abismo de la caverna helada, donde polares ráfagas con diapasón severo modulan los acentos de una canción sagrada.
Yo amo el país noruego con su plomizo cielo y grises horizontes de obscuras lejanías, que tienen las negruras de un torvo desconsuelo y el uniforme aspecto de las monotonías.
Yo amo la densa bruma que arroja sobre el alma un tedio melancólico que enerva y adormece; yo amo el esplín que todos los sufrimientos calma y hace un feliz sonámbulo del hombre que padece.
¡Oh, las comarcas rudas donde la nieve es gala y adorno el liquen áspero! ¡Oh, el páramo sombrío! ¡Oh, la soberbia cumbre desde la cual resbala la musical cascada o el fecundante río!
¡Oh la región desnuda donde la Luna vierte sus tonos de acuarela, donde las roncas olas riman las penas trágicas que en el peñón inerte las procelarias cantan en tristes barcarolas!
Yo amo la tierra fría del Polo acariciada, la tierra de los lúgubres y tétricos ensueños, donde el coloso Bjoernson de su alma acongojada lanzó el enjambre mustio de sus azules sueños.
Yo adoro el solar hosco de luz desfalleciente, de las visiones tristes y raras fantasías, de las neurosis hondas de sensación doliente que Grieg vertió en sus trozos de raras armonías.
¡Oh, la región abrupta, la tierra en que derrama sus dones invernales el inclemente Polo; la tierra del exótico y el yermo panorama donde vivió Henrik Ibsen, meditabundo y solo!
Yo adoro Escandinavia, y un invencible anhelo me invita a ver sus montes, a divisar los tules que cual crespones fúnebres despliéganse en su cielo y el palio inmenso y único de un bosque de abedules.
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VAGUEDAD
Presentimiento eres tan vago que no te acierto a definir: eco impreciso, azul de lago, suave crepúsculo de Abril. Vienes a mi alma y no se atreve tu voz confusa a articular... Como la vida me es aleve, miro en tu anuncio algo fatal. Soy una pobre flor de loto que arrastra el río del dolor; voy avanzando hacia lo ignoto bajo la noche del terror!
¿Qué luz, entonces, desentraño de lo indeciso de tu luz? ¡Anuncias rosas para mi año de tempestad y de inquietud? Eres tan vago y tan difuso que desconciertas mi ansiedad... ¿A tu latido, acaso, impuso una misión la Eternidad? Eres tan vago que no advierto si me prometes el placer de darme calma y darme puerto en el amor de una mujer.
Hace ya tiempo a que yo aguardo la redención de mi sufrir, fuerzas amigas para el fardo que echó la pena sobre mi... Hace ya tiempo a que yo anhelo compensación a mi pesar, amanecer para mi duelo, limitación para mi mal... Hace ya tiempo a que deseo que en mis arterias haya sol; soy un eterno Prometeo... ¿Cuándo obtendré liberación? ¿Tal vez su anuncio es lo que expresa tu misteriosa vaguedad? ¿Tu profecía es solo esa y no la atreves a insinuar? Me hablas de vida y esperanza? ¿Me hablas de pena y de ataúd? No sé, mi espíritu no alcanza a comprender lo que hablas tú. Porque eres tenue y eres vago yo no te acierto a definir: esfumatura azul de lago, suave crepúsculo de Abril. Vienes a mi alma y no se atreve tu voz de Esfinge a articular; como la suerte me es aleve miro en tu anuncio algo fatal!