Nacido en Talca, en 1879 y fallece en 1950 a los 71 años de edad.
Al divisarlo cualquiera se equivoca.
Contrasta su figura rural con la hermosa fisonomía de su personalidad artística.
Su sencillez se refleja en estas frases tomadas de una carta suya: "Mi biografía se reduce a haber sido colaborador de «Pluma y Lápiz, «Zig-Zag», «Sucesos) y «Apolos, de Montevideo>>.
En Enero de 1912 publiqué un libro lírico Misas de Primavera, y si hay salud y un poco de entusiasmo terminaré otro, aunque no me empeño en ello, pues estoy muy lejos de ser un profesional del verso.
Eso nos escribe desde Infiernillo en donde vive aislado, cultivando el campo y las letras, fervorosamente.
Perteneció al cenáculo de bohemios que dieron esplendor memorable a la revista de Marcial Cabrera Guerra.
Ambuló por las oficinas de los diarios en busca del pan gris de los poetas, sin cuidarse, como otros, de llamativas exterioridades.
«Ni gastaba melena (dice de él, Armando Donoso), ni chambergos sueltos, ni americanas ceñidas, ni chalecos estrafalarios Escribía gacetillas o editoriales, y esto sólo como un medio de asegurarse el diario sostén.
La urgida labor de las imprentas escaso tiempo le dejaba para vaciar en el ritmo sus íntimos sentires.
Su corteza, su vida exterior, fue descuidada, pero aquilatadora de su vida subjetiva que ganó en intensidad y amplitud.
Asi empezó el lirismo íntimo y elegiaco de Jorge González.
No objetiviza, no describe la materialidad de las cosas, sino que desentraña la belleza interior, la quinta esencia, aquello latente que -estaba invisible, aquello que parecía inexpresable.
Traduce su impresión sobre una blanca noche de luna y ello es como el reflejo de un rayo de luz que se proyectase y difundiese después de descomponerse en el prisma de su alma de romántico, en su pupila humedecida por el recuerdo de sus pasadas congojas.
Y para este sentimiento vivido e idealizado, a la vez que impreciso como errática bruma, González encontró el molde adecuado, sin monótonos golpeteos de rimas, con acentuación atenuada, suave y armoniosa.
El mismo ha dicho bien: «no soy un profesional del verso».
Pero este poeta ¿se lo debe todo a sí mismo?
¿No sería demasiado elogio decir que es su canto no aprendido?
Su manera retórica tiene, sin duda, semejantes.
¿Sería inoportuno recordar aquí a Juan Ramón Jiménez?
Sin la prodigiosa fecundidad del bardo hispánico, Jorge González reconoce en él a su hermano espiritual, pues los dos ofician sus amisas de primavera, ante una misma musa elegiaca.
Ambos se acercan a la Naturaleza, al Corazón, al Arcano.
Ritman sencillamente, sin esfuerzos de técnica, y sus cantos conmueven.
Aislados, en la soledad del campo, sacuden su corazón y su espíritu y exhalan al través de sus estrofas, perfumes de sentimientos, irradiaciones de poesía.
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MISA DE PRIMAVERA
A dónde vas como las enlutadas visitantes de Dios?....muy buenos días! Bien sentí una cadencia de pisadas sobre mi corazón. Tú, que venías....
Descansa aquí. Por entre el negro velo me mostraras las gratas alegrías de esos ojazos en que puso el cielo todo el encanto de sus lejanías.
Porque tus ojos...aunque nó. Tus ojos se alaban solos; guardaré mi empeño. ...Son, cuando te sombrean los sonrojos, como las celosías del ensueño!
Desciñe un poco el velo que te cubre. Para que más se alegren tus pupilas yo robaré a la floración de Octubre un manojo de malvas y de lilas.
Conversemos. ¿Te alarma la campana? No es hora aún...¿no ves? ya iremos juntos y rezaremos toda la mañana implorando perdón por los difuntos.
La oración que nosotros rezaremos alegrará al Señor, y esa alegría esparcirá un olor de crisantemos que no hemos aspirado todavía.
Iremos juntos. En el templo inmenso al verte Dios va a sonreír, de fijo; velado por las ráfagas de incienso tendrá como un temblor el Crucifijo.
Y los santos, los pálidos ascetas, bajarán las miradas taciturnas como ante las miradas indiscretas de una ronda de sílfides nocturnas.
Y llegaremos ante el ara en donde siempre tus oraciones depositas, donde esa virgen pálida se esconde como esperando conocer tus cuitas...
Y allí con ella, mística cual ella, mostrarás tu ternura que se inflama, y ambas pareceréis como una estrella de doble núcleo y una sola llama.
¿Sonríes? Qué mañana más hermosa! Todo sonríe como tú sonríes. Del agua que en la fuente se alboroza viene como un perfume de alelíes.
Nunca te había visto como ahora tan bella ni tan dulce, aunque te he visto semejar un pedazo de la aurora velando una vestal de Jesucristo!
Y te he visto mundana y sensitiva y trémula... Tu boca hoy me provoca! Hoy más que nunca es una siempreviva con fragancia de amor. Dame tu boca!
Qué dices?-La campana..! Bueno, bueno, déjala repicar...-Está llamando! Aquí en la capillita de tu seno hay otra repicando, repicando!....
¿Escuchas? yo la siento...dulcemente parece que habla de las cosas tuyas y que te dice, trémula y sonriente: es un beso no más, no lo rehuyas!
Ahora, cuando vamos a la misa, presentarás a Dios, puesta de hinojos, la reverberación de tu sonrisa en los cálices santos de tus ojos...
¿Hablas? -Ya es hora...-Besaré esas manos que en el templo no pueden darme citas. Allí entraremos como dos hermanos que van por un jardín de margaritas!
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EN LA ALDEA
Aquella mañana de tanta tristeza como en otros tiempos a la aldea fuí. Posar anhelaba mi pobre cabeza; sobre algo querido que fuese de allí!
Todo lo tenía presente en el alma: las casas, los montes que había en redor; alguna mirada que aun turba mi calma, alguna primera sonrisa de amor ....
Y crucé la calle desierta y sombría como un caminante que llega a dejar entre algunos brazos su inmensa alegría, sobre alguna piedra su inmenso pesar!
Estaba mi pueblo desierto, desierto, y nadie siquiera mis pasos sintió. ¡Todo estaba mudo, todo estaba muerto, todo estaba acaso lo mismo que yo!
*
Salí de la aldea cansado del día; mi melancolía siempre estaba igual; no encontraba nada para el alma mía que se iba muriendo de un extraño mal.
Sin fuerzas, rendido, tenderme a la sombra quise, de algún árbol que tampoco hallé. La tierra tan sólo tendía su alfombra de musgos, de piedras, de qué sé yo qué.
El panteón del pueblo no lejos veía y quedéme un rato mirando hacia allá. Mi padre no lejos, no lejos, dormía, dormía soñando conmigo quizá!
Ni una crucecita su tumba marcaba ni había tampoco sobre ella una flor; pero mi recuerdo perenne allí estaba como una perenne corona de amor!
*
Seguí caminando, seguí caminando!.... Como un errabundo fantasma seguí, Iría mi sangre regando, regando, iría regando la tierra de allí!
Después brotarían adelfas acaso de la sangre misma de mi corazón, y acaso yo mismo--silente mi paso iría con ellas a ornar el panteón!
Al fin fatigado, llegué a reclinarme de una casa en ruinas junto al paredón. Una pobre vieja pasó y al mirarme, se perdió ligera detrás del panteón.
Para aquella vieja mi frente era extraña. Extraña! y mis ojos se abrieron allí! Aquellos esteros y aquella montaña y aquellos caminos se acuerdan de mí!
Caía la noche! La Luna subía partiendo los cielos como una segur. La tierra a mi paso crujía, crujía, y se desataban los vientos del sur....
Yo sé las historias de todas aquellas quebradas profundas partidas en cruz, y cuando muchacho conté esas estrellas que mę bendecían al darme su luz.... Anduve vagando, vagando, vagando, y cuando a la aldea de nuevo bajé, con una tristeza lo mismo que cuando de los cementerios se viene, pasé.
Pasé cabizbajo! Mas antes mis ojos miraron con honda, con santa emoción, la vieja casita de negros cerrojos que guarda los sueños de mi corazón!
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ELEGIAS SENCILLAS
Poesía, flor de acanto, luz de ensueño y azucena, mi cantar no tendrá llanto ni de luna ni de pena.
Mi cantar tendrá alegría, tendrá de todas las flores.... será mi melancolía el sayal de los dolores.
Luna! no te he de cantar, no te he de nombrar siquiera, porque serás como una alma que se me muriera....
Pena! la dulce, la santa, no puedo nombrarte, pena.... pena, la pena que canta, la de rosa y azucena....
Mi cantar tendrá dulzura y amargor: vino y absintio, y escanciará su ternura como en un cristal, corintio.
Poesía! Flor de acanto con alburas de azucena, tu cantar no tendrá llanto ni de luna ni de pena....
*
Tenía blanco el cabello, tenía la barba blanca, y una dulzura de amor y de ensueno en la mirada.
Tenía pálido el rostro, tenía las manos pálidas.... se fue una tarde y ya nunca más se oyeron sus palabras.
No se oyeron más sus pasos en los patios de la casa, ni lo han visto más sus perros que sollozando lo aguardan.
Abandonado quedó el bastón que acostumbraba, nostálgico de esas pródigas manos que ya no se alargan.
Pero aun en esas tardes en que se recoge el alma, en todo hay como una sombra trémula que se agiganta.
Cuando se iba ya, dejó en el campo una mirada tan honda y triste, que aun está congelada en lágrimas....
Tenía blanco el cabello, tenía la barba' blanca.... tenía pálido el rostro, tenía las manos pálidas!
*
Cruza el ambiente nocturno un lento són... lento són.... música de un corazón dolorido y taciturno;
Una música que viene sollozando desde el río.... que viene de algún bohío y tiene... no sé qué tiene!
Se oyen lejanos suspiros y cantares más lejanos. En los ábsides arcanos hay esplendor de zafiros.
Y es un rumor.... un rumor indefinible. Es el río que sueña y es el bohío y es el viento y es la flor.
Es el rumor sempiterno de la noche.... un són cansado! Es un barquero atrasado que llama y tañe su cuerno!
*
Una guirnalda de rosas para mi amor inefable.... Mis manos se harán piadosas, mi mirar se hará insondable!
... Mis manos se harán piadosas!...
En la tierra habrá una extraña primaveral florescencia y me dará la montaña su más recóndita esencia.
... Se hará blanca la montaña!
Mi sangre se hará más roja, y en mi alma sensitiva con el temblor de una hoja brotará una rosa viva...
...con el temblor de una hoja...
Del Sol nada. De la Luna la dulce melancolía. De la estrella sin fortuna, muerta acaso, la luz bruna que nos besa todavía....
Del Sol nada. De la Luna la dulce melancolía!
Una guirnalda de rosas para mi amor infinito.... Mis alabras temblorosas tendrán la angustia de un grito!....
…tendrán la angustia de un grito!...
Mis sienes se harán más pálidas y más vagos mis soñares, como que serán crisálidas de rosas y de cantares.
...de rosas y de cantares!
Para mi ofrenda yo quiero luz de luna y luz de estrella, y la paz de su sendero y el perfume de su huella.
... Luz de luna y luz de estrella!
Recogeré la ternura que sus ojos han vertido.... Será la rosa más pura! Será una buena ventura soñando siempre a su oído!
...soñando siempre a su oído!
*
Dicen que hay un rincón para el olvido en el alma, rincón frío y huraño, en donde el sueño ya desvanecido se junta al desamor y al desengaño.
.... Amada! yo no quiero que me ames ni que me sacrifiques tus fragancias. Iré a tu lado sin que tú me llames y te amaré sin sueños y sin ansias.
Conversaré contigo y sin temblores te nombraré; pero después te pido que me des, sin pensarlo, algunas flores y me dejes en tu rincón de olvido!
*
He soñado contigo y te diré mi sueño. Coronada de flores: rosas y tuberosas, sonriendo me mirabas y ponías empeño en que aspirara el dulce perfume de tus rosas.
Yo te miraba triste sin poder comprenderte. -Si tu amor me negaste, ¿por qué me ofreces rosas? Dame adelfas simbólicas, flores de olvido y muerte, dame malvas humildes, dame las tuberosas....
Y hondamente dormido me embriagué en tu fragancia, y se selló mi espíritu de visiones radiosas. Sentí como una música que erraba por mi estancia, me mirabas sonriendo y siempre rosas, rosas!....
Suena un canto triste y no sé dónde suena! Sus notas perdidas llegan hasta aquí como el grato aroma de alguna azucena que se marchitara no lejos de aquí.
Suena un canto triste y no sé quién lo canta! Pero sus acordes me hacen evocar recuerdos de alguna divina garganta, memorias de cosas que no volverán.
Viento vagabundo, llévate ese canto, llévate ese canto que no quiero oír! Para mí es la pena, para mí es el llanto, y con el recuerdo de ese dulce canto quisiera mi espíritu quizá sonreír.
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EL ENCANTO DEL BOSQUE
En el bosque dormido penetré silencioso, muy silencioso, como para no ser oído. Anduve, anduve, anduve, y el solemne reposo no turbaron mis pasos en el bosque dormido.
No turbaron mis pasos el silencio ni nada, porque apenas se oían como un murmullo leve. Se iba la noche. Tenues sonrisas de alborada el paisaje esmaltaban de púrpura y de nieve.
Y del bosque dormido se eleva ban rumores Misteriosos -el dulce rumor de cada nido!- y caían las hojas y caían las flores y la luz de la luna sobre el bosque dormido.
Después, en caravana risueña, cien visiones recorrieron mi espíritu-iqué alegre caravana! y crucé silencioso con mis ensoñaciones ante la pompa lírica de la aurora cercana.
Y en el bosque dormido algo así me decía: No te vayas! No es tiempo ¡triunfador del olvido! que se apague la llama de tu melancolía. Y sueña, sueña, sueña por el bosque dormido.