(N. en Santiago, el 31 de Mayo de 1896). Nombres absolutamente desconocidos como los de Juan Egaña, Alberto Valdivia, Luciano Morgad, Echevarría, etc., que figuran en la parte más selecta del presente libro, provocarán cierto malestar, cierto gesto despectivo entre aquellos poetas olímpicos e irritables que creen que, para conquistarse el derecho a ocupar un asiento en el cenáculo de los elegidos, es indispensable haber publicado varias obras, poseer recomendaciones o laudatorias de autores extranjeros, ser profesor de castellano o director de cualquier revista adinerada, tener excelentes bíceps y algunas decenas de años de gimnasia artística, o pertenecer a esa sociedad anónima--rediviva de los tiempos medievales y con pujos de ultramodernista-denominada «Los Diez» y que se dedica a vastas y ambiguas especulaciones.
Pero, nosotros, despreciando aquellas protuberancias de los olímpicos, hemos reunido en un mismo plantel a los poetas consagrados y a los poetas anónimos, pero dignos. Para los autores de estas «impresiones líricas» están en un mismo plano de valor artístico los que ya han llegado (observo que de éstos no hay ninguno, puesto que continúan en la brecha) y los que vienen llegando y que traen fuegos reveladores y bríos soberbios en las proyecciones de su espíritu.
Juan Egaña es uno de esos poetas desconocidos que salvarán su anonimato con la gran belleza de sus poemas.
El mal del siglo sacude sus ruidos enloquecedores y sus neblinas húmedas y grises sobre el espíritu de este poeta-niño que, a fuerza de escarbarse la eterna llaga íntima que nace con nosotros, se ha transformado en un pequeño filósofo moderno, dolorido y heroico para el vivir.
Gritan su mal -extraño mal atávico, quizás-la palidez de su rostro, la angustia que parece fluir lejanamente de sus pupilas y sus versos escépticos, pesimistas, con un filtro de inquietud y dolor exacerbados que le hacen vagabundear sin quererlo por las rutas a que suelen acercarse sólo los desventurados de la vida.
Para Egaña, el dolor, la tristeza, la decepción y el fastidio, le han formado un lente de experiencia precoz, con el cual contempla, cejijunto, el desarrollo, las agitaciones del mundo, las deleznables actitudes del viajero que pasa despreocupado frente a él, las emociones mecánicas o serviles del amigo que le tiende la maro ceremoniosamente, la belleza compuesta de la mujer hidrópica y frívola que a su lado habla de cosas triviales, y, en fin, todas esas imposiciones inevitables que atormentan las horas de un espíritu exquisito.
De aquí que sus versos encierren emociones de refinamiento movido dentro de un círculo de dolor con tendencia al morbosismo. Si el dolor fuera hembra, Egaña sería un sátiro.
El estilo de este poeta es en ocasiones desaliñado a fuerza de ser sincero. Aunque lírico por naturaleza, prefiere la asperidad del vocablo rotundo, la idea íntegra en verso dislocado, a la meliflua entonación de la estrofa rítmica, pintiparada y esmirriada por el corset de la forma.
Para terminar, al fondo de los poemas de Juan Egaña, he visto temblar el alma de otro de esos poetas insospechables a que me he referido más adelante.
Finalizó en silencio mi poema de amor, y no hubo ni ruegos, ni desconsolación. ¿Por qué?... Me está sonando a hueco el corazón…
Sólo quedó en mi espíritu, enfermo de dolor, el eco agonizante, suspenso, de una voz que se fue modulando esa suave oración que reza por el alma de aquello que pasó..
Y voy sintiendo cómo, de nuevo, mi cadáver torna a ser el paciente conductor de mi carne. Mi carne que, cansada de errar, no puede más con el peso espantoso de mi conformidad. Oh, las rutas eternas... oh, el martirio obsediante de llevarme yo mismo, de sentir que soy alguien...)
El alma sabe cómo va agonizando el alma, porque a través de sus calles imaginarias mira hacia atrás hacerle muecas la juventud riendo sobre la tapa negra de su ataúd…
¡Oh, el daño de la terca lentitud con que marcha la procesión de cosas que se van a la Nada...!
Adoro el frío trágico que brota de mí mismo; y en tanto caminando voy por el laberinto silencioso y sombrío de mi mundo interior, gozo escuchando atento el ruido macabro con que van derrumbándose, en feliz descalabro, las virtudes que en mi alma puso, irónico, Dios… ………………………………………
LAS LETANIAS ENFERMAS
Alma romántica, alma inquieta, deja tus sueños sin hilar; deja tus sueños... su silueta ya no da sueños que soñar.
Alma, despierta, y sé discreta y sé secreta en tu llorar…
Amor, que como un fatuo fuego me iluminaste el corazón y me llevaste como a un ciego por tus senderos de ilusión... único ideal... ¿por qué tan luego te fuiste de mi corazón...?
Heroica lágrima perlina que de dolor se consumió; suprema lágrima divina que iba a caer y no cayo; tú, que hubiste de deslizarte por mis tesoros de interior,
tú, que al Alcázar de mi arte pusiste el oro del dolor... tú, que has sabido deslizarte... engárzate en mi corazón.
Alma, despierta y sé secreta y sé poeta en tu llorar porque tus sueños... su silueta no irradia sueños que soñar...
Corazón, alma, llanto heroico que pudo caer y no cayo, formad vosotros el estoico, el grande alcázar de mi Yo. Oculto dentro, en lo profundo, haremos vida sin igual: descubriremos otro mundo y otro motivo, y otro ideal. Haré un altar de primaveras muertas, y de desilusión; y entre cenizas de quimeras pondré a dormir el corazón… ………………………………………
ANTE EL OCASO
He tenido en mis manos el oro del ocaso. ¡Qué tristeza tenía el paisaje legendario! era como una rosa de ilusión o de raso, arrancada de un blanco jardín imaginario.
Los árboles goteaban con rumores de seda hojas amarillentas sobre la tierra yerta; era la hora del sol en que el banco y la alameda toman un pensativo color de carne muerta.
Yo iba, solo y errante, por una senda roja de lilas perfumadas.... La tarde se adormía, y de un jardín lejano vino a rodar una hoja, palabra de oro puro, sobre la yerba fría.
Los senderos huyeron... El lejano poniente se diluyo en la gasa sedeña de las horas, y un suspiro distante, musical y doliente, fue a dormirse a los besos de las ramas sonoras.
¡Cuántas quimeras tristes, entre sus dedos rotos acarició mi alma yerta en su primavera, en esa hora en que nuestros sueños más remotos vuelven a ser cual muerta fuente que reviviera!
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LOS RESPONSOS SENTIMENTALES
No lo busques, que ha muerto ahogado entre tus manos, sin alcanzar hasta tus labios.
¿Se enredó acaso a tu alma el perfume del muerto, blando perfume a sangre y a recuerdo...?
Siempre es grato el sabor de las cosas lejanas... únicamente es bello el ayer, y el mañana…
Sólo quedan cenizas de aquel fuego, y al fin volaron por mi espíritu, tiñéndolo de gris…
Suele decirse «amor» sólo una vez; porque el corazón da las mismas flores solo una vez…
... Que cuando tú ahogaste mi amor entre tus manos el alma hecha una sombra se escapó de mis labios…
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VISIÓN
Tristeza vaga, inquieta, suave... penas que nunca hemos tenido.. añoranzas... ¿de qué?... Dios sabe... Tristeza vaga, inquieta, suave... penas que nunca se han sentido…
Nostalgias, desorientación, conciencia de no saber nada... resignación de ciego, helada; ciega, brutal resignación…
hay largos siglos hasta la hora de llegar a lo que ignoramos…
Tristeza vaga, inquietud suave... presentimiento de algo grande: apóstol, genio, sombra, ave, (arcano, clave) cerebro autómata que ande…
Mientras, vivamos sin motivo; sigamos, sin saber por qué. Yo sé que hay algo eterno y vivo... sigamos, mientras, sin motivo: yo sé...
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Y VAGAR…
Nacer, entre dolores, para dar a la Muerte un nuevo cuerpo que llevar a la Nada. Seguir, entre quimeras, para alcanzar hasta los desengaños; amar sin ser amado para saber de las desolaciones, y conocer entonces que grandeza de alma es una horrible ironía de Dios...
Y tener un cerebro que nos haga saber serenamente que nuestro propio mal a nadie importa; y, al fin de la Jornada, abandonar el cuerpo a los gusanos y seguir caminando…
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LA VIDA CIEGA
Sé que no es mi destino el que me lleva a desoír las voces interiores que a muchos nada dicen. Sé que hay algo en mí, que tiene aquella efervescencia de los fuegos internos. Inquietudes de locura que estalla. Palpitantes angustias de corrientes subterráneas, y a veces, fugitivas claridades que alcanzan hasta el labio…
Pero la vida está sobre el espíritu, y el amor, que adormece los cerebros con sus horas intensas, y esa íntima musicalización que nos arrastra irremisiblemente, hacia las bellas trivialidades de las horas blancas…
Ese tranquilo sino de agua clara de las aguas que pasan por la vida saturadas de ensueños, en puntillas sobre su alba corteza de hojarasca;
Ese blando soñar despreocupado tiene más armonía con mis ansias humildes, de encontrar en este mundo solo aquello que aduerme, sueña o canta…
Mi espíritu cansado, no apetece... la efímera fruición de los arcanos, y quiere abandonarse en el remanso en que flotan, durmiendo, las sencillas venturas de las almas entreabiertas…
Es la alegría santa de su alma, es su aureola de paz, es ese efluvio de apacible y serena bienandanza que surte de sus ojos…
Que cuando ya la carne se resista a seguir con nosotros, para esa inquieta ebullición habrá una ruta…
Y será éste un paréntesis de oro en la futura evolución suprema del átomo a la luz... hasta la hora de la enorme Victoria, en que, vencidas, las sombras se desprendan de los ojos para dejarnos ir serenamente cara a cara al Arcano… ………………………………………
AMOR
Vendrá una hora blanda, y yo le diré: «Vamos»; y ella, sus manos dulcemente me tenderá... Nadie nos verá ir por el blanco sendero... y nos alejaremos, para no volver más…
Y en la paz de sus ojos se copiará el camino todo lleno de luna y de serenidad. La noche elevará vibraciones lejanas... Y nuestros labios, juntos, nunca se saciarán…
Y correrán los días tranquilos y callados; y, una tarde, muy lejos de la torpe ciudad donde no pesará la ausencia del hermano, nuestras espaldas beatamente se curvarán…
Pero siempre serán sus palabras amigas y sus manos tendrán la misma suavidad para posarse sobre mis ojos afiebrados... Mis ojos, los que un día le enseñaron a amar.. Será una tarde plácida... ¡Tiene cosas la vida! Llamará muchas veces... ¿quién le responderá...? ...Y entibiarán mis carnes gratamente sus lágrimas, y mi espíritu, triste, mirándola, se irá… ………………………………………
ABANDONO
He medido en tus ojos, mudamente, todo el mal de mí horrible desamparo de amor. No me has querido nunca, y no me querrás. Ya no me vale buscarte en otros ojos de mujer. Yo te he perdido para siempre cuando he sentido vibrar sobre tus labios el asco de tu espíritu, al besarme. No me has querido tú, que me comprendes, no me has querido tú, que eres tan buena... no me vale buscarte en las demás... Seguiremos, tú y yo, pues que lo quieres, por esa senda que te mostré un día, blanca de luna y de serenidad. Yo, más triste que nunca con mi muerte y midiendo en tus ojos todo el mal de mí horrible desamparo... Tú estarás pensativa, y yo adivinaré tus pensamientos por el alcance que me dan los míos: <<No lo he querido, yo que le comprendo, no lo he querido a él, a quien debiera haber querido siempre... no le he querido a él... ya no me vale buscarle en los demás…>> Seguiremos, meditativamente: tú, pensando en las cosas de la vida, yo, pensando en tu vida y en mi muerte. Seguiremos meditativamente por los campos desiertos... (No habrá luna en el cielo... más la senda estará siempre blanca. ¿No son blancas las lágrimas del alma...?)