(N. en Valparaíso; el 12 de Setiembre de 1884) Es un bohemio recalcitrante, sin enmienda, sin Dios ni ley. Su espíritu debe flotar en las páginas inolvidables de Mürger.
Se consagró a la poesía en plena adolescencia, haciendo sus primeras armas al lado de Alberto Mauret, Víctor Domingo Silva, Jorge González Bastías y Federico Zúñiga, en «Pluma y Lápiz», la inolvidable revista de Marcial Cabrera Guerra.
Un romanticismo tropical se ajitaba nerviosamente en sus primeros versos que eran el reflejo de su juventud audaz y turbulenta.
Algunos años después escaló la dirección de «Sucesos), una de las revistas más importantes del país, desde el último peldaño, dedicando a ella, desde 1904 hasta 1913, todo su esfuerzo material e intelectual.
A él le debe dicho semanario la gran circulación y popularidad de que goza dentro y fuera de Chile. En 1910- fundó «Monos y Monadas» otra revista de importancia en la que se hizo célebre su seudonimo Juan del Campo, 'creando, en «Cinematógrafo Porteño, a Usebio Olmos, el héroe fiel del pueblo, que le sobrevira seguramente.
Usebio Olmos es la caricatura de nuestro roto, valiente, enamorado y pendenciero. Listo para cambiar un bofetón o una puñalada, por una amenaza o por un insulto; buen amigo de las mujeres, del mosto y de sus camaradas; burlón consigo mismo en la buena o mala fortuna; dicharachero y mordaz, taimado y generoso, incivil y galante, traicionero con los cobardes y noble con los valientes.
Juan Manuel Rodríguez retrató en su héroe, con cierta hiperbole, el alma genuina del bajo pueblo con todas sus deformidades y con todo su amasijo de buenos y malos sentimientos.
En un libro publicó, hace poco en Santiago, las Aventuras de Usebio Olmos, que obtuvo un verdadero éxito de librería.
En 1909 dio a luz un tomo de poesías Páginas Sentimentales, que le consagró definitivamente como poeta y que fue bien recibido por la prensa del país.
En este libro su autor vació, como una agua clara y fresca, en versos sencillos, sonoros e imperfectos a veces, todo su sentimentalismo de soñador expontáneo, sin lanzarse a rastrear por los viejos y polvorientos senderos del clacisismo ni a la captura violenta de psicologias obscuras en las lustrosas calzadas del modernismo revolucionario.
En 1912 estreno en el teatro Victoria de Valparaíso un monologo, «Usebio Olmos» que fue delirantemente aplaudido por las populares galerías, y una comedía «La silla vacía», en dos actos, de costumbres nacionales y género criollo, que obtuvo buen éxito.
Como un sarcasmo de la vida, observaremos que, a la misma hora en que su esposa entregaba el alma a lo Desconocido y el poeta se retorcia entre sollozos de angustia, la obra se estrenaba triunfalmente, respondiendo como una burla al eco de sus sollozos aquel otro eco indiferente de los aplausos de la multitud.
Hoy, la poesía de Rodríguez es más sobria y reposada. Galante, ceremoniosa y afrancesada cuando habla del amor; robusta, nerviosa y soberbia cuando evoca a la patria; y triste, escéptica y amarga, como la de Pezoa Véliz, cuando descubre alguna sombra de miseria, vagabundeando en los recodos de la vida ordinaria.
Ha obtenido dos premios en los Juegos Florales de Valparaíso, celebrados en 1910 y 1911. Es autor de dos comedías: «La Reja», en un acto y «Los Frágiles», en tres.
Marzo 5 de 1917.-Acaba de fallecer Juan Manuel Rodríguez, víctima de la misma enfermedad que ultimó a Rubén Darío.-Dejó un drama inédito: Fatalismo criollo.
Nosotros, que por ciertas trabas imposibles de romper, no hemos podido lanzar desde las páginas de esta obra nuestro anatema para los culpables de su muerte prematura, cumplimos la dolorosa misión de despedir sus despojos a los piés de un nicho, con frases que deberían servir de escarmiento a los explotadores del talento ajeno, y de sonidos de alarma y unión para los pobres periodistas.
Oh! mi duquesa gentil, mujer caprichosa y rara me has pedido un verso para tu abanico de marfil. Y al ver un gesto infantil florecer sobre tu cara, en tus labios yo rimara un verso raro y sutil. Porque sabes ¡ohl traviesa y encantadora duquesa, que tu risa musical es como un rondel sonoro, como una cascada de oro cayendo sobre un cristal. ………………………………………
Está desierto el jardín y la noche encantadora, y en la brisa embriagadora hay fragancias de jazmín. En el silencio un violín bajo el arco canta y llora a la luna soñadora una balada del Rhin. Con la música despierta en mi cerebro sombrío lleno de un trágico albor, el recuerdo de esa muerta que vi flotando en el río como si fuera una flor. ………………………………………
SOUVENIR
¿Recuerdas? Fue en el salón misterioso y perfumado... Como un pájaro asustado temblaba tu corazón; temblaba tu blanca mano, mano blanca, mano breve, como un capullo de nieve sobre las teclas del piano. Oyendo la melodía un dulzor extraño y riente como el agua de una fuente se desbordaba y caía sobre un ensueño lejano, tan blanco como esa breve manita de nardo y nieve que escarceaba sobre el piano. Ignoro por qué reí, ignoro por qué lloré, el piano gimió do... re... y tu boca me dio el sí; y al estrecharte profano la manita blanca y breve me pareció flor de nieve deshojada sobre el piano. Tu boca endulzó mi duelo tú me amabas, yo te amaba, en la sombra nos espiaba una estrellita del cielo; y al mirar tu blanca mano me pareció por lo breve mariposa de oro y nieve jugueteando sobre el piano. ¿Recuerdas la serenata? En cada nota reía con la clara melodía de una cascada de plata; y en el teclado tu mano parecía, blanca y breve, una paloma de nieve aleteando sobre el piano.
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DÍA DE LLUVIA
La lluvia pena deslie sobre mi alma soñadora... ¿en donde está el sol que ríe cuando florece la aurora? Hace frío. Se desgrana la lluvia en claros raudales y al azotar la ventana lagrimean los cristales. En un jarrón, sin olores, enfermas de negro hastío, hambrientas de luz las flores se están muriendo de frío. Simula el piano sonoro un ataúd de armonías... ¿donde está nuestro sol de oro, el viejo sol de otros días? Del cerro la bruma baja y sobre el campo desierto, me parece una mortaja extendida sobre un muerto. En los árboles escuetos la niebla enreda su velo, y semejan esqueletos que imploraran algo al cielo. Estoy leyendo el proemio de un libro sentimental que un gran poeta bohemio escribió en el hospital. Habla de una niña buena, flor de amor y de misterio, que la tisis y la pena llevaron al cementerio. Habla de una santa hermana, de alba cara y alba toca, que endulzó la angustia humana y las hieles de su boca. Es una historia sentida de lo que fue y ya no existe, un pedazo de esta vida, siempre triste, siempre triste. La gloria que no se alcanza, una ilusión que se trunca, la suerte de una esperanza, ¿retornará? nunca... nunca... Una existencia que arranca de un golpe la muerte aleve, una historia que es muy blanca como la bruma y la nieve. La lluvia cae y desgrana sus negras melancolías, mientras llora en la ventana sus tristezas y las mías. Pasa un soplo de agonía, y hasta en la sombra se advierte en esta alcoba vacía el halito de la muerte. Besa el frío mi faz mustia, la lluvia cae a raudales, y pienso en toda la angustia que anida en los hospitales. Y veo el arroyo turbio espejo fiel de esa vida que combate en el suburbio con la tisis homicida. La pena de los que van con su amargo desconsuelo humedeciendo su pan con las lágrimas del cielo. Pienso en el mágico sol que hace estallar el retoño y pinta con su arrebol los crepúsculos de otoño. En ese sol de luz rubia que con su ardiente fulgor, es a través de la lluvia como una aurora de amor. Bello sol, gloria del día, que borras la pesadumbre de aquella eterna agonía de los hogares sin lumbre. Pones oro en los armiños y son tus rubios reflejos la alegría de los niños, el consuelo de los viejos. Buen sol ¿a donde te has ido? Lagrimea mi ventana porque tu ausencia es olvido... ¿la visitarás mañana?... Que tus alegres fulgores disipen mi esplín sombrío y resuciten mis flores que están muriendo de frío!... ………………………………………
MI AGONIA
(Últimos versos del poeta).
La sombra me envuelve, y en mi lecho de enfermo estoy solo e inmóvil, como en un ataúd: los ruidos nocturnos me asustan... no duermo... y siento en el alma extraña inquietud. Hundido en el silencio, los ojos muy abiertos, contemplo de la noche fatídica visión; parece que de lejos los ojos de los muertos invitan a los míos que baje a su prisión. Fastidía el fuerte olor a medicina; el tic tac del reloj remeda un corazón, y en la soledad nos tienta la morfina prendiendo fantasías a la imaginación. La muerte a veces llega con sus manos heladas, me aprieta la garganta para hacerme toser; ya he visto sus huellas en mis carnes gastadas por la tisis que mina lentamente mi ser. Llega silenciosa, me ausculta y se marcha, la espero... con ansia secreta la veo llegar; va dejando en el suelo pisadas de escarcha y en el aire caldeado un aliento polar. Mi vida corre como un río, se va lentamente y aún no he terminado de escribir mi-canción; yo la siento escaparse y en mi delirio ardiente quisiera aferrarla a mi corazón. ………………………………………