(N. en San Fernando, el 8 de Octubre de 1895). Hemos leído algunas composiciones líricas de este joven poeta ingenioso que irrumpió de su obscuridad en 1914, año en que el Consejo Superior de Letras le colgó la primera mención honrosa, por un manojo de versos que presentó al concurso anual celebrado por dicha institución.
El alma artística de García tiene un vigor secreto de asimilación. De sus versos se desprende un fervor desesperado por el arte moderno, que le arrastra a las más obscuras exageraciones ideológicas y a los rebuscamientos lingüísticos más imperdonables.
Ideas hermosísimas que, expresadas con el lustre verdadero y propio del modernismo, sin bullicios huecos de cascabel ni colores chillones, arden de vez en cuando, como bellos resplandores, en sus versos que suelen sufrir dislocaciones premeditadas, con la pícara intención de espantar a la burguesía de los clásicos.
En su afán de modernizarse, retuerce los vocablos despiadadamente, deteriora adjetivos que ya están consagrados en nuestro léxico, desentierra palabras relegadas hoy al olvido y repite otras con profusión que desespera. Nosotros, que tal vez pequemos de modernistas avanzados, amamos con unción el modernismo culto y llegamos hasta perdonar ciertos deslices y bizarrías de nuestros escritores y poetas jóvenes, pero no podemos aceptar ni menos aplaudir, locuras literarias como las de García.
Hace muy poco, pasada ya la crisis nerviosa de sus lirismos de los dieciocho años, ha depuesto los ardorosos e insurgentes prejuicios que le hacían mirar con horror las serenidades y encantos mansurrones del verso hondo, claro e impecable, lanzándose como un desesperado por las quebradas de los amaneramientos y artefactos retóricos sin valor alguno, y camina lentamente, pero con pie firme, por un atajo que está muy próximo al verdadero ideal de la poesía.
Sus resabios de juventud desaparecerán cuando este adolescente se compenetre del verdadero gesto del Arte Moderno, y, estamos seguros que, si Lautaro García, no arroja a un lado los fuegos de idealismo que hoy iluminan sus pasos, llegará a ocupar un sitio predilecto entre los poetas de esta tierra.
El maestro de escuela de ideas modernistas tiene un viejo chambergo de dudoso matiz, al desgaire le cae su corbata de listas y usa grandes quevedos en la enorme nariz.
Sobre literatura entabla casi a diario polémicas inútiles con el gobernador y en el club de pelambres, que tiene el boticario, es el que retoriza las cuestiones de amor.
Tiene ideas malsanas el maestro de escuela: cuando el cojo cartero con su única espuela se aleja al trote lento de su rocín overo
y el párroco pasea sonriente por la acera, él pasa entre las beatas de la misa primera, con gesto indiferente, sin sacarse el sombrero. ……………………………………
EL PRESENTIMIENTO SERENO
Mujer, recoge tu alma como al atardecer; junta las manos blancas; te voy a hablar, mujer; cierra los dulces ojos, dulcemente, mi amor; cuando cierras los ojos tú me escuchas mejor: ante el inevitable silencio gris e inerte surgió el presentimiento sereno de mi muerte. Serás muy viejecita, amada, pero en ti veré la primavera del tiempo que perdi. Te soñaré tan blonda como te veo ahora, en el disfraz sereno que me finge la hora. Será mi último día. Estaremos los dos sin decirnos la angustia, esperando el adiós. Será un día cualquiera; agónico y doliente empezará mi cuerpo a helarse lentamente. La tarde se hará noche, sentiré tu llorar. Después ya muy lejano no podré despertar. Se borrará del muro la sombra familiar, como la vez primera me vendrás a besar. Se borrará del muro la sombra de los dos, me habré bañado todo de eternidad de Dios. Se morirán en ti los pensamientos ledos y juntará mis párpados el marfil de tus dedos. Y sentiré la tibia dulzura de tus manos, como en los días buenos, sonrientes y lejanos. Por mis ojos hialinos querrá salirse el grito; pero el secreto irá conmigo al Infinito.
*
Se hará savia fecunda mi fuente de emoción. Se hará tierra en la tierra, mujer, mi corazón. Algún hermano bueno levantará del mal, para arrojar sagrada mi semilla de ideal. Cuando vayan las almas perdidas a lo lejos y caiga una tristeza de luna entre los viejos: mis versos llorarán-mis pobres organillos-- exégetas anonimos de otoños amarillos.
*
Cuando llore el pequeño sin saber el por qué, pensando íntimamente que su padre se fue. Cuando llegue la hora de la blanca mortaja y golpee mi cuerpo al caer en la caja. Y se alce el imposible de tu vivir, callando, me quedaré mirando, me quedaré mirando. ¿Qué mirarán serenos los ojos tan abiertos, qué mirarán los muertos, qué mirarán los muertos? ¿Qué miraré ya muerto, al parecer dormido? ¿Habrá luz de crepúsculo en lo desconocido? ¿Qué miraré ya muerto cuando sonría quieto? ¿Habrá alumbrado el sol las nieblas del secreto? ¿Qué gritarán mis ojos a tu vida futura, qué misterio dirán en su abierta pavura? Lo que todos presienten, lo que nadie le nombra, lo verás en mis ojos, cuando pierdan tu sombra. En silencio quizás... en la bruma callada, cuando vaya mi barca caminando en la Nada. …………………………………………
MOMENTO GRIS
Mi inquietud pesimista se atormenta en la hora; analiza el pasado y lo que ha de venir, y la sombra de su alma se proyecta en mi sombra y me hundo en mí mismo sin poderlo sufrir. Reconcentro mi extraña dualidad sensitiva y me siento bañado en temblor de emoción; cuando pone en la íntima soledad de mi vida como amparo materno todo su corazón. No será de nosotros -mi dolor lo presiente- nunca, nunca la blanca comunión de las horas; mi esperanza agoniza como un cirio de muerte en el recogimiento que mi hondor atesora. Doblegado al vivir nacerá de mi éxodo, el inútil milagro de sentir florecer junto a mí el sereno cabezal de su hombro; y seguir esperando sin saber el por qué.
…………………………………
EL CURA
Este cura de pueblo tiene un nombre de santo, tiene una hermana vieja y una suave sobrina que en el mes de María letaniza en su canto las santas soñaciones con su voz cristalina.
Es un cura de pueblo que cuida su parroquia con un esmero y celo dignos de mejor fin, y que frente a sus santos, tranquilo, soliloquia, pensando que en el pueblo él solo habla latín. En sus predicaciones politiquea un tanto; no obstante tiene mucho de anacoreta y santo cuando vuelve los ojos a su reino interior, y acierta arranques bellos en muchas ocasiones, y prende la emoción sobre los corazones, este cura de pueblo, en nombre del Señor.