Nació en Santiago el 26 de Mayo de 1893 Después de confidenciar artísticamente con este pequeño héroe de Carlyle, de escuchar su palabra ardorosa que se defendía de ataques invisibles de los profanos y mediocres, y de recoger sus escrúpulos y temores de verse emparedado en alguna posición inconveniente en nuestra obra, nos leyó sus poemas con una voz repleta de animación espiritual, de religioso misticismo, que temblaba serenamente como las manos honrosas que se alargan para hacer una buena acción.
Sobre nuestra alma caían sus palabras como una lluvia desconocida y deseada, armónica y acariciante; soliviantaron nuestros ánimos, transfiguraron las mezquinas y diarias pasiones y remozaron el corazón ciudadano, saturándolo de atmósferas saludables arrancadas de aquel otro viejo corazón del universo con sus soles alegres, sus fieras y ágiles montañas, ilusionadas lejanías y saturados campos.
Sus estrofas, libres de todo yugo y movidas por un poder dinámico de trascendental y sobria emoción, nos muestran semi-veladamente la extraña floración de un psiquismo didascálico destinado a reconstruir la ruina humana y hacer de cada hombre un dios y poner en cada corazón un sol.
Esta índole de poesía, encarnada en L. Morgad, es el único ejemplo que existe talvez en nuestra lite ratura. Walt Whitman en Norte América y más tarde los «unanimistas», en Francia, encabezados por: Jules Romains, trataron de someter el arte a un régimen psicofísico.
A la liberación absoluta de la forma añadían la persecución de un alto ideal individual, un amor desesperado por la Naturaleza divinizada bajo su planta y sobre sus cabellos, un anhelo de rebelión materia contra los prejuicios sociales y la ciencia estrecha de los libros, un orgullo inquebrantable en el propio y un amor sin límites para todos y una esperanza secreta en el valer de cada uno de los pequeños diose que nos rodean, móviles o inmutables.
La poesía de Morgad es una mezcla del «humanismo» de Fernando Gregh, del «naturismo» de Sain Georges de Bouhélier y del «integralismo» de Adolphe Lacuzon de que nos hablan Diez Canedo y Fernando Fortun.
Sus símbolos colocan a la idea en una altura que nos produce la infinita emoción de las nubes azules y lejanas, y en un hondor que nos causa vértigos y escalofríos. Arrastran a la imaginación a los mismos re cintos que explora el poeta y nos llenan los ojos con la visión que asoma a los suyos. Sugieren enorme mente.
Los poemas de su libro inédito El viajero solitario (primera encarnación) son momentos íntimos angustiosos, de toda un alma desolada, y escéptica a veces, pero siempre con un anhelo de vivir y renontarse, y con un calor whitmaniano en los músculos y en el corazón.
Dentro de nuestro Parnaso, L. Morgad es original, pero de una originalidad inicia y concreta, que no vemos ni en Pedro Prado ni en Max Jara ni en Ernesto Guzmán.
No ha influido en él la lectura de obras importadas del viejo mundo ni de estas tierras.
Sus ojos se han aguzado frente a su alma y el universo.
Auscultando la vida en torno suyo, ha observado cómo «el mutismo de todas las cosas parecía estallar en sollozos»; cómo éstas le llamaban con sus voces inauditas y alargando sus manos con ademán de súplica.
Y ha sentido «el canto salvaje de la palma de su espíritu en su intensa llanura sedienta» y su corazón danzando de gozo o estremecido de pena. Ha visto su propia tristeza resbalándose en silencio junto al cuerpo agobiado y mudo, y la sombra de la montaña descendiendo como un fantasma sobre el río.
Concentrado en sí mismo y lleno de las visiones exteriores, ha vivido una poesía fuerte, rítmica y personal como pocas.
En la deformidad física de sus versos encontramos la amorfa armonía de los árboles.
El poeta, obedeciendo a un ritmo propio, interior y espontáneo, sin despreciar la métrica oficial, nos presenta una escala de notas nuevas, musicales y pungentes.
Su poesía va brotando como una agua mansa de su espíritu y llega purísima a la superficie del verso que no sufre agitaciones ni movimientos rebuscados y conscientes como para destruir compuertas legales y asombrar con rebeldías de mujer caprichosa y egoísta. De aquí que sus poemas sean desaliñados, pero líricos, de un lirismo enfermo, vacilante, que marcha a una completa regeneración.
Y como Luciano Morgad es un poeta altruista, original y sincero y de trascendentales actividades psicológicas puestas al servicio de lo divino y de lo humano, debemos considerarlo como un pequeño héroe de Carlyle, tanto más cuanto que su obra espiritual se encuadra íntimamente con las siguientes palabras del viejo y humanista filósofo inglés: «Héroe es el que vive dentro de la esfera íntima de las cosas, en lo verdadero, en lo divino, en lo eterno, que existe siempre, invisible a los más, bajo lo efímero y trivial; su ser está en eso; él lo hace público por obra o de palabra o como mejor venga declararse al mundo.
Su vida es un pedazo del sempiterno corazón de la misma Naturaleza.... Hé aquí el mejor símil de Luciano Morgad, poeta y hombre.
Una palma gigante, motivo único en la melancólica, vibrante explanada, como un sueño, como un pensamiento mío, fúlgido, en la interna desolación aún ilusionada.
(Palma gigante.... ensueño profundo, estéril, fecundo, loco, loco, loco). En horas movidas o serenas lanza la palma su canto.
Oh! el canto salvaje de la palma en la explanada, como un alarido de vida, como un alarido de muerte.
Oh! el canto de mis pensamientos en mi interna llanura sedienta.
Al fondo, una lejanía dorada, y una palma gigante, motivo único en la melancólica, vibrante explanada. ………………………………………
EN EL PARQUE....
En el parque, bajo los árboles.. Alguien saluda cerca de mí. Contesto. El hombre con su alegría de sapo. Le digo: Como yo, tienes un corazón. Sin embargo.... Y tienes alegrías y tristezas, como yo. Sin embargo, eres tan distinto de mí. Y yo sé que tú puedes ser mi igual. Ejercicio! Alas! Alas! Yo te digo: en cada hombre hay una posibilidad ………………………………………
YO....
Yo, yo mismo, ante mi propio corazón nutrido de la sangre de un ardiente, alegre sol, que no sabe renunciar.
El héroe ante la multitud atónita.... Por qué no me igualáis? Por qué no me superáis?
Que cada espera no sea en ti un morir, que cada triunfo sea sólo un comenzar.
Quisiera ver en cada hombre un dios, quisiera en cada corazón un sol.
El héroe ante la multitud atónita....
Yo, yo mismo, ante mi corazón afirmativo, que sabe decir: Yo vivo. Y por sobre los montes suaves, ágiles, fieros, abierta la clámide azul para mi espíritu.
Que cada espera no sea en ti un morir. Que cada espera no sea en ti un morir....
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¿QUIEN?
En el ambiente de silencio y de fatiga, siento cómo mi alma palidece en lenta y angustiosa onda de agonía, que lleva lágrimas a los ojos ávidos y de lo hondo un grito a los labios mudos
Se sufre, se sufre....
Los árboles inmóviles son sombras sobre la sombra de la montaña que desciende al río.
En la vasta desolación del azul callan las estrellas.
Se escuchan las querellas tristes de un surtidor....
Hay penas, nostalgias, amarguras, un misterio que permanece suspendido y cuyo origen incógnito atormenta.
¡Oh, Natura! ¿Soy yo? ¿Eres tú?
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UN PIANO CON SUS NOTAS....
(A la virgen que sabe sostener la lámpara del fervor en su testa coronada de ensueños. Oh! amable animadora...)
Un piano, un piano, con sus notas de bronce y de cristal, y sus tonos graves, lentos, de angustia y cansancio en el vivir.
Amada! Amada! ¿Qué se han hecho tus manos que no cantan? Ansioso el teclado espera los lirios ágiles y sabios.
Muda la fuente de las elegías y los alborozos.... ¿Por qué no la agitan tus manos, Alma?
Amada! ¿Qué miran tus ojos suaves que no encuentran? (Palpita en ellos dormida el alma infinita de los pianos).
En la calle solitaria la nota soñada rasga el silencio.... Oh! cantos de alegría, ácuidos, vibrantes de ilusión.
.... Y los ojos, los ojos, enormes, suaves, humildes, que interrogan: ¿Señor?
Un piano, un piano, con sus notas de bronce y de cristal, y sus tonos graves, lentos, de angustia y cansancio en el vivir. ………………………………………
HACE HELADO, INERTE....
Hace helado, inerte, bajo el cielo tan azul... tan azul que roba una lágrima.
Insatisfecho de vastas saciedades estoy solo en la estancia junto al balcón. Cada cosa me mira, inmóvil, muda, y alarga las manos en ademán suplicante.
Florece el deseo en rubíes sangrientos y la alegría se esboza y el dolor se acentúa.
El horizonte se ensancha....
Desde allá lejos las cumbres nevadas me llaman y mi corazón solloza, mi corazón solloza.
Ah! pobre corazón que te nutres de imposibles. Darme, darme todo, en cada cosa ser yo y sentirme ella.... Pobre corazón que te nutres de imposibles.... Oh! qué, quién sabrá calmar mi sed?
Desde allá lejos las cumbres nevadas me llaman y mi corazón solloza, mi corazón solloza ………………………………………
UNA NOCHE....
Una noche he caminado bajo la lluvia, otra, lo he hecho bajo la luna; y mis sentidos cóncavos han colmado de vida, para mis ojos ansiosos no había puertas cerradas, para mis oídos atentos no había muros discretos.
Y siempre y sólo el mismo afán creaba vanidades, vanidad de perpetuarse, una ansia infinita de vivir, en gestos vanos, imprecisos, locos, en palabras que se angustian y mueren de impotencia.
En todas partes se oía la misma plegaria, alguna vez en forma de canto, canto que ahogaba el silencio. Y las actitudes siempre semejantes se fundían en la sombra.
De todo, queda solo el recuerdo de una senda perfumada que se aleja, lentamente.
Y unos ojos espantados, suplicantes, ante la fuga rápida de los horizontes, y del sol, del bello sol, que también miente
Oh! la vida, la derrota ilimitable, continua, hasta el único triunfo, el cesar. Triunfo? Es posible hablar de triunfo en la existencia ya que al pasar es de hecho una derrota?
(Tu súplica llena de ardor, oh, Goethe: la siento en mi corazón). Sólo vale la hora presente, aquella que nuestro afán agiganta, que nunca es todo, que nunca es más. Sólo vale la hora presente....
Una noche he caminado bajo la lluvia, otra lo he hecho bajo la luna, y mis sentidos cóncavos han colmado de vida.
Ah! mi corazón danzaba de gozo....
La honda, vasta esencia del agua, del cielo, del viento, del sol, vibraba en mi interno. Y mi corazón danzaba de gozo, mi corazón danzaba de gozo....
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CAMINO MUDO, SOLO....
Camino mudo, sólo, bajo el cielo, cálido.... Camino, lento, fatigado de mí mismo.
En la anchurosa calle aromada de jazmín he encontrado mi propia tristeza. ¿Por qué? Mi corazón de solitario se estremece al contacto de su profunda pena henchida.
Pienso en la distante, hoy incomparable, armoniosa juventud arbórea que ahoga mi sed inmitigable. Qué de lejanías en sus cabellos!.... Cuántos sueños en sus manos breves!....
Camino, mudo, sólo, bajo el cielo cálido.... Sueño.... Mi corazón de solitario se estremece al contacto de su profunda pena henchida.
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ESTA TARDE…
Esta tarde de silencio tembloroso me he encontrado junto a mí, solo, mudo.
Todas las cosas estaban pálidas por un esfuerzo inútil. E impulsos ciegos se debatían desesperados, truncos.
Hubo alguien que dijo: Sale! y en seguida: Permanece! Luego, ahogando un grito profundo con una voz de susurro: Calla!
No es hora aún de dormir eternamente?
Yo pensé: La razón es estéril. Los minutos indecisos van labrando poco a poco un hondo surco, y abren más, una a una, esas heridas de otro tiempo que no cierran nunca.
El mutismo de todas las cosas parece estallar en sollozos.
Hay en un muro blanco una mancha de oro; borrosa, se va.
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¿LOCO? LOCO DE DIVINAS ANSIAS.....
¿Loco? Loco de divinas ansias hui de los jardines en flor y fui a la gran ciudad, aladas las plantas, pleno, desbordante de amor.
Y cada cosa fue para mí un placer, cada cosa fue para mí un dolor.
La santa alegría de lo posible ungió mis sienes ardientes y fervorosas. Las luces, las sombras, las líneas, el ademán, tuvieron el encanto del abrir de muchas rosas.
La tristeza honda de lo realizado rompió la euritmia de mis sedientos labios. A la bendita ilusión que da consuelo la vi abrir sus alas en pavoroso vuelo.
Huí de la gran ciudad estremecida y me refugié en los campos saturados.
Oh! cada cosa fue para mí un placer cada cosa fue para mí un dolor.
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MI ALMA ES UNA ESTRELLA…
Mi alma es una estrella pendiente en el azul. Oh! los cantos de silencio y de luz semi-velada.
Mi carne flagelada por todos los instintos....
Y mi alma son mis carnes vibrantes de heroísmo; heroísmo de vivir, de perpetuarse, pleno, ilusionado, enfático de sí mismo, vano, absurdo, ridículo, como todo heroísmo.
Came miserable que no sabes renunciar.... Carne torturada que aún puedes adorar....
Carne miserable divina en tu miseria....
Ha salido la luna por sobre unos montes, diáfana, fresca; radiante, como unos ojos muy abiertos, anhelantes, de mujer.
Mi alma es una estrella pendiente en el azul. Oh! los cantos de silencio y de luz semi-velada.
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LA VIDA OPACA…
La vida opaca, angustiosa y lenta, se ha enseñoreado de mi espíritu; siento la muerte en el tedio inmenso que se abre en corolas anchas, largas, exangües.
Y ante el bostezo enorme de las lontananzas brotan desgarrando las dolorosas lágrimas, mientras en el prado yermo e interminable florece loca, locamente obscuro el no de todo.
«Canta alma»- hay una voz animadora y en la penumbra se insinúan dos ojos interrogantes en una actitud desoladora....
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..BROTABA DE TODO UNA FIEBRE SUTIL Y CADENTE…
Los cielos occiduos sobre los montes suaves, agonía de azul en el palor de los árboles. … brotaba de todo una fiebre sutil y cadente…
Y mi sangre rugía hambrienta de eternidad, y mi espíritu cóncavo en su ansia de inmensidad.
...mis sinceridades todas, frenéticas, en sangre…
Junto a la ruta la fuente sedienta me aguarda, ansiosas sus linfas como manos febriles. -Bebe! Bebe! -A qué beber si tu sed acrecentará la mía? -Bebe! Bebe!....
El calor infinito me abrasaba las sienes.
Y bebí aturdido, aturdido de eternidad.
Oh! la sed inmitigable, loca de inmensidad, me lleno de espanto, de silencio, de sombra plena de voces henchidas de lágrimas.
Luego un reposo de mar incoloro.
Y un deseo profundo, estrujante, de albas jóvenes, ígneas de sol.
...mis sinceridades todas, frenéticas, en sangre… Florecieron muchos cantos grávidos de azul.
Canto porque amo.... Cuánto amo? Cuánto amo!
Junto a los pianos el agua canta su canción continua.
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EN EL CIELO UNA NUBE...
En el cielo una nube semeja un gran barco camino silencioso a la remota comarca; en él va mi espíritu, mi sangre, toda mi vida, ansiosa de estar ya en la colina florida.
De codos en la borda misteriosa atisbo el horizonte dilatado y ebrio de azul, estremecido, siento abrir en mi interno rosas de esperanzas.
Pleno de unción escucho mi propio ritmo....
Luces lentas anuncian la ribera, y se agrandan y se angustian en la espera.
¿Por quién ruegas Alma? ¿Por quién la devota plegaria? Henos aquí, ya en la tierra anhelada.... ¿Por quién ruegas Alma?
Ante las pupilas atónitas abrió la luz en sombras, el falso terreno onduló bajo los pies ligeros y los sentidos cóncavos se mustiaron de sed, la sed enorme que hace florecer las rocas.
Ah! las lejanías ilusionadas.... No desees más que eso. Como ves, aquí, igual que en tu tierra, mudos los hombres y yermas las praderas.
Con el prodigio del horizonte huyo tu ensueño. En su persecución se arrugará tu ceño y entumecerán tus miembros por la muerte.