(En Yerbas Buenas, provincia de Linares, 1886) Su primer libro, Juventud (1909), fue un fruto de verdadero arte decadentista. Hay en él resabios de casi todas las escuelas literarias en boga, sedimentos del alma enfermiza y exótica de algunos maestros de ambos mundos, y síntomas de una vigorosa cualidad retentiva de arte y de una futura liberación, consecuencia ésta, sacudida lógica, de esos habitos ajenos que adoptó al iniciarse en la vida de las letras.
Alguien ha dicho: «El ejercicio fortalece la facultad.
El poder de observación--por ejemplo-aumentado por el repetido ejercicio de la facultad, sólo puede explicarse diciendo que cada ejercicio sucesivo modifica la mente, aumentando su capacidad para funcionar y su tendencia a obrar de un modo particular».
Max Jara ha disciplinado sus concepciones líricas con una gimnasia constante y amplia, en todos sus aspectos.
Su facultad intelectual se ha desarrollado entre fórmulas de arte, complejas y sencillas, decadentes y sanas.
Conoce los altibajos de las psicologías; le con familiares la sensibilidad, el desenvolvimiento, la transcendencia de los espasmos o ensueños espirituales y de las bellezas torvás o azules ocultas bajo la inmovilidad de cualquier pensamiento, y retiene hondamente los esfuerzos, la emoción que se invirtió en su procreación.
M. Jara se ha apropiado de las prácticas ajenas, en el modo de operar psicológico y material; lo último, no en el sentido de someterse a este o aquel canon poético o código de literatura, sino en el de los recursos verbales, del desarrollo, de la distribución de las palabras en la forma de que echa mano para vaciar su poesía.
De este procedimiento o serie de procedimientos que afinan el instinto y depuran el gusto, a fuerza de beber de todas las aguas, resultará, lógicamente, la nota nueva, individual, esencial, del poeta o la descomposición absoluta de su temperamento artístico, si es que lo tiene.
En el caso actual, aún no podríamos asegurar honradamente qué resultado obtendremos de la poesía de Max Jara.
En su libro Juventud revela poseer un temperamento artístico de fuertes y obscuros arrebatos.
En sus versos impregnados de substancias vulgares cuando son ajenas, y ricas y admirables cuando suelen ser propias, vemos destacarse su afán tenaz de querer asombrar con golpes de una oratoria incomprensible y morbosa, sin que esto acuse una inutilidad absoluta de sus derroches internos.
A veces llega a tocar el resorte prodigioso de los sones ideales, pero, casi siempre, sus vibraciones son chispas en la sombra.
Y no es que Jara-estamos seguros--sufra de esa enfermedad que podríamos llamar impotencia narradora, ya que ésta es fácilmente curable cuando se posee el revulsivo, la fortaleza de un robusto organismo de potencia creadora que observamos en este poeta, y ya que, en otros casos, él ha fingido visiblemente, deliberadamente, síntomas de esa enfermedad, más para asustar a los vecinos sencillotes que por imposición de un factor involuntario, fluido de su propia naturaleza u originalidad.
Tal fue así que muchos de los intelectuales jóvenes saludaron en el autor de Juventud el advenimiento de un maestro de sus ideales estéticos, y lo proclamaron, tácitamente y de viva voz, como a uno, si no el primero, de los mejores poetas de esta tierra. Engaño de ciego, de que hoy estarán arrepentidos.
Leyeron Juventud y no lo comprendieron o lo comprendieron mal, y como esta obra fue una nota atrevida y brava en el concierto de vulgaridades hacia la época en que apareció a la luz pública, y como el mismo autor se encargó de afirmar con palabras y gestos de sinceridad efectista y atropelladora la bondad enorme de su libro, el semillero de modestos y crédulos poetitas incipientes de aquellos tiempos, le aplaudió como a cualquier héroe de gacetilla y le defendió con denuedo de las declaraciones sesudas y reposadas de dos o tres críticos que no se dejaron tapar los ojos.
Desde entonces Jara goza de una popularidad merecida a medías.
Juventud, es un volumen de treinta poemas más o menos mediocres, más o menos laboriosos y más o menos legibles, aunque para esto sea necesario que el lector interprete a su modo lo que el poeta ha querido decir.
Viví seccionadas fríamente las composiciones de Juventud nos dan mucho que pensar y poco que ver; muchísimos defectos de forma y fondo, y escasas, pero ciclópeas raíces de poesía de buena miga.
Posee el ritmo y desprecia la rima, aun cuando procura acercarse a ella por todos los medios a su alcance.
Piensa hondo, pero habla obscuro y revuelto. Los estados especiales, los momentos patológicos de alma, pueden esconder su vigor y transcendencia intima a los ojos profanos, pero no aparecer en tal forma que nadie o. muy pocos puedan comprenderlo.
No se invoque en este caso la muy conocida puerta falsa de los obscutros, de que la comprensión del arte de unos depende de la educación o refinamiento de los otros.
El arte, bañado de claridad, es el arte ideal. Lo demás es literatura fofa, añil de pájaro.
Juventud es una mezcla de poesía romántica, tropical y modernista, que forma una aleación de arte decadente.
Su mediocridad pretenciosa va envuelta en un barniz claro-obscuro que hoy salta al calor de las manos.
Si se salva es por la reacción que produjo en su época y por la promesa que logró despertar con sus contadas y bellísimas ideas. En fin, como primer hijo de Max Jara, no es plenamente repudíable.
En 1914 se nos presentó con ¿Poesía....?, título que nada anticipa con su trivialidad sobre el contenido de este volumen.
Con franqueza debemos confesar que esperábamos una obra muy superior a la que nos ofreció en su nuevo libro.
Por muchas razones no supera a Juventud, aun cuando en ¿Poesía....? mueve sus versos un sentimentalismo ferviente y un dolor de arte, macizo y puro, cuyo desarrollo ideológico no encontramos en aquél.
Pero, si no lo supera, tampoco es inferior al primero, a pesar de que algunos poemas de su último libro revelan o insuficiencia artística o falta de criterio para seleccionar sus trabajos.
La imprecisión del pensamiento, la inexactitud de los conceptos, el defecto de la forma traducido en supresión de palabras vitales para la comprensión, no lo abandonan aún; su verso escarba desesperadamente, maniobra en la obscuridad y da traspiés que acusan pérdida del camino propio.
En cambio hay poemas en su nuevo libro que vibran de claridad y generosa emoción.
Parece que Baudelaire le ha servido de biblia durante algunas de sus jornadas espirituales.
Aunque tan disparejo como en Juventud, Poseía...? nos habla de un temperamento que persigue la unidad en la acción y la armonía imitativa en la música de sus versos.
Nos referimos a la relación que guardan cada palabra o frase con el instante almático que se desentierra y que Jara logra hacernos sentir con todo el peso de su actividad.
A medida que su juventud va madurando, su poesía va haciéndose más serena, menos retorcida y más sutil.
Parece haber arrojado a tierra sus arrestos de raro intencional, y puesto su ingenio al servicio del verdadero arte.
Pero por los sedimentos extraños e impropios que aún restan sobre su actuación de artista, por su lentitud en la ascensión, no podemos clasificarlo de poeta insospechable, no podemos asegurar sinceramente su triunfo absoluto, su arribo glorioso a la altura definitivamente ideal, como lo hacemos con Mondaca, Prado, Guzmán, V. D. Silva, Daniel de la Vega, Gabriela Mistral, Ángel Cruchaga y algunos otros poetas más.
Pero, a pesar de todo, merece en justicia el sitio que le hemos designado en esta serie.
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LOS BESOS TU BESO ¡Gota de agua en mi desierto, en mi noche luna llena, en mi vida Noche-Buena, en mi muerte única pena, lágrima después de muerto!
Gota de agua en boca herida, si sobre mi tumba brota me limpiará en su caída; en la muerte como en vida gota de agua, siempre gota.
En mi noche luna llena, verdor húmedo en mi huerto, tú harás del canto de pena un rumor de Noche Buena, gota de agua en mi desierto!
MI BESO Y te beso: beso triste que sobre tu sien reviste la expresión amarga y suave de un herido pico de ave que el dolor inoculara; voluptuoso, largo, triste, cual si en mí el olvido hablara; hijo de este enorme peso de la vida que vivimos, en cuya sombra sentimos morir esos otros besos de aquel hijo que no hubimos....
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LA SENDA
Voy tras los amores de la virgen yema, llevo las visiones del agua profunda, y de sus espumas descifro el poema. y de las riberas la humedad fecunda.
Para que en mis ojos haya claridades y haya en mis oídos rumores de fuente. y sean mis versos tibias humedades y en mi ser anide la risa clemente;
guardaré rocíos en mi boca amarga, guardaré murmurios de crepusculares gratas perspectivas de esta senda larga cruzada por vuelos de simples cantares.
Incita a seguirla, familiar y bella; los árboles tienen vaivenes de cuna: semeja la senda un temblor, toda ella envuelta en el blanco temblor de la luna.
Corazón amado, vayamos muy lejos porque nos penetren sus tibios rumores; que también nosotros seamos reflejos, y también nosotros seamos temblores!
Muy lejos! Las hojas se quejan apenas; oigamos qué dice nuestra hermana hoja porque de la verde sangre de sus venas tenga alguna gota nuestra sangre roja.
Agua de la fuente monótona y pura, hay como tú, vidas que mi vida amara, simples en el júbilo cual en la amargura, agua de la fuente monótona y clara.
Los perros aúllan: cuán fría, cuán fuerte la punta afilada del lento ladrido; por sobre los campos cruzara la muerte, los perros aúllan llorando al olvido.
Y las hojas tienen los escalofríos de las viejas manos, flácidas y yertas, y sobre los álamos pesan los hastíos con las incoloras alas entreabiertas.
Senda de pavores bañada en sollozos, llevo henchida el alma de tu cruel misterio, del hastío lúgubre que tu gran reposo arrancó al invierno de algún cementerio. Pero, sin embargo, sigamos más lejos, y pues ya en nosotros la ilusión no existe, ladrando a la vida como un perro viejo, ladrando a la muerte como un perro triste;
y pues conocemos todos los dolores, en la perspectiva de la senda inerte seremos nosotros como dos temblores que bañara el blanco temblor de la muerte!
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OPTIMISTA
Los puros cuerpos infantiles -todo elegante fragilidad-, por los senderos de verdura, van recogiendo eternidad.
Vestidos van de primavera, pero a través lo accidental brillan las formas sonrosadas por una interna claridad.
Vibra en sus risas temblorosas un alborozo musical, su llanto hiere cual aguda lámina rota de cristal.
Pies, que desnudos en las aguas maravillados de jugar, y manecitas que encantadas de poseer agilidad,
van descubriendo por el mundo, con un deseo de pensar, bellezas puras, de la miel, sabidurías de la sal;
limpios de ciencia y de experiencia y de pasión triste y fatal, todo en vosotros maravilla y, sin embargo, es familiar.
Hombres, sabéis que por los niños creer podemos y esperar.... Hombres, un día fuimos niños... .... nadie lo quiere recordar.
-Por vuestra magia reconozco que el agua es buena y bueno el pan. La gratitud de vuestros ojos me da deseos de llorar;
de nuevo siento en mi vivir amargo el bien y dulce el mal, una tristeza de reír, un dulce alivio de llorar....
Por esconder mi emoción, busco bajo la verde claridad de la Árboleda, algún motivo que me distraiga de pensar.
Aunque los niños que allí juegan por mí no sientan amistad, turbado estoy ante su vista con emoción de humanidad.
Duélome de un afecto puro que he desdeñado contentar.... (Ríen los niños luminosos en el fulgor crepuscular;
entre las hojas mueren risueñas las vocecillas de cristal....) La voz de niña que me llama está llorosa de esperar.... …………………………………
PRIMAVERAL
Mi desaliento no descansa, su sed amarga idealiza: es primavera su esperanza, puso en el agua su sonrisa.
Bajo la nieve yace muerta la Magdalena de mi pena; hoy que florece toda huerta paz a la muerta Magdalena.
Esta fatiga de los ojos reposará sobre la espiga y aprenderá de las hormigas y vivirá con los rastrojos.
Virginidad de la laguna, en mí veré tu arrobamiento, y con el halo de la luna he de nutrir un pensamiento;
y con rocíos una pena de una mujer o mil mujeres... Dolor del sexo, ¿qué me quieres? Paz a la muerta Magdalena!
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ADOLESCENCIA
Mi espíritu está herido de pasión peregrina. Comparable sería a la lírica encina: perennemente verde en las nubes culmina, y detrás de las nubes un pájaro azul trina.
Tras una melodía de mujer va el gorjeo. Un ritmo de verdad viste su balbuceo. En su ingenua emoción me reconozco y veo tembloroso de fe y triste de deseo.
Porque es del mal de amores la suprema elegancia volvernos al asombro risueño de la infancia: pone en todas las cosas un sabor y fragancia y en hombres y mujeres el desmayo de un ansia.
El poeta comprende que su mal es divino. Bástale la conciencia de su propio destino. El cristal de lo bello es amargo y salino. El amor del poeta es la flor del espino.
(Árbol gris y reseco de corazón sangriento su contacto es punzante, su parecer violento: pero florece, y cuando florido pasa el viento nos llega si perfume al mismo pensamiento).
Por la dicha virtud, aunque a su afecto ajeno, sé que sin parecerlo su primavera lleno: y el agua sabe a vino y el negro pan es bueno si me llega consigo, en el ritmo del seno.
Ausente estoy de mí mismo esperando a la que viene. A medida que se acerca todo mi valor se muere; y la deseo distante para que no me avergüence este dolor de saberla a mi lado y siempre ausente.
Habré de seguir ajeno a la senda de su vida! En mí se posan sus ojos sin conciencia de que miran. La primavera en su cuerpo está muriendo dormida. Habrá de pasar extraña mar la fiesta de la vida!
Aunque tú ya estés dormida las ansias siguen despiertas; están cuál niñas pequeñas actitud de vergüenza este el ritmo de los senos de la seda de las trenzas; suavemente te buscan dulcemente se quejan por el olor de tu cuerpo por el sabor de tu lengua.
De algún hilo de agua azul entre las yerbas dormido a mano de mujer rio el curso y turbó el ritmo, las yerbas florecidas los humildes destinos que en él bebían la vida?.... ....Hubo un hilo de agua azul entre las yerbas dormido.... Escucho mi pensamiento: se va arrastrando disforme un río de aguas amargas a lo largo de la noche. Las aguas lamen lascivas un cuerpo de mujer joven: va desnuda sobre el agua; desnuda y no lo conoce. Sobre el río de la muerte pesa el silencio en la noche, y sobre el cuerpo se hieren las miradas de dos hombres.
Ni los ojos que la siguen, ni el deseo que la acecha, ni el afecto que la goza vivirán en su belleza, como estos ojos, señora, que te miran y te piensan como una rosa vestida, desnuda cual una estrella.
Refugio de los vencidos. alameda del silencio, cuán hostil y fría yergues tu perspectiva de invierno: sobre la tierra escarchada, bajo las nubes, de negro, ¡a donde conducirás alameda del silencio!
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ELEGIACAS
Cerca del banco rústico, de madera pintada, entre largas raíces de árboles corpulentos, reposa mi alegría de vivir, desdeñada que fue por mis cobardes y amargos pensamientos.
Hay, entre todas, una negra raíz que pesa y se hunde en el sitio que su cuerpo marcara, cual mi brazo extendido hiciera a su cabeza hueco para dormir, pegada a mí su cara.
Y un desmayo infantil me posee y rebosa suave y límpidamente de mi triste razón, cuando, tocando al árbol-¡oh locura armoniosa!- siento que está más cerca de ti mi corazón.
*
En el verde rincón donde tu cuerpo yace siento la tierra pródiga y el cielo protector. Te conozco presente en la yerba que nace y con un rumor de aguas entras en mi interior.
Me enternece la yerba naciente que te cubre; admiro agradecido el insecto armonioso; mi corazón en todas las cosas te descubre: me parece que todas saben que fui tu esposo.
Mas, tan grata ilusión mi hambre de ti no sacia. Estrujo tu recuerdo como un panal de miel. Como ayer me posees y por darte las gracias con doliente inocencia te pertenezco fiel.