(N. en San Carlos). Conocido con el pseudonimo de Volney. Perteneció al cenáculo de bohemios que dio vida y carácter a la revista «Pluma y Lápiz, de Cabrera Guerra, en uno de cuyos números del año 1904, anunció un libro de versos con el título de Cantos del Paraíso, que quedó inédito. Aquella bulliciosa y simpática caravana se desbandó del todo: unos volvieron a su terruño de provincia; otros mejoraron de condición ocupando un empleo canonjil o trabajando quizás una candidatura; otros sencillamente descansan allá en el frío barrio de los nichos... Sólo Oscar Sepúlveda continuó la bohemia, escribiendo para vivir, en diarios y revistas.
Desde edad temprana fue periodista, y más que eso, poeta finamente delicado. El escritor Luis Bettelini ha dicho con mucha oportunidad: «Encontramos en él la honda sutileza de Alfredo de Musset y el nostálgico lirismo de Byron. Sus versos se infiltran en el alma suavemente, como una melodía lejana. No parece sino que Sepúlveda escribió sus poesías bajo el influjo constante de una Serenata (le Schubert». Escribió hermosos artículos en el díario «La Tarde», de los hermanos Galo y Alfredo Irarrázaval Zañartu, verdadero cenáculo de bohemia por el cual desfilaron Rubén Darío, Pedro Balmaceda Toro, Jorge Prieto Lastarria, Luis Orrego Luco y otros jóvenes intelectuales de aquella época. Después, Oscar Sepúlveda Huerta se trasladó al Norte y continuó su tarea periodistica en «La Patria» y «El Nacional» de Iquique y en «El Industrial» de Antofagasta.
La individualidad ya legendaria de este poeta recuerda singularmente a Espronceda... Bien lo pinta Samuel A. Lillo como un vagabundo bardo, como un renuevo de la edad de los trovadores romanescos. Lo recuerda con su gran chambergo bajo el cual caían rubios cabellos que servían de orla a su blanco rostro de nardo. Recuerda la dulce mirada de sus ojos claros que destellaba los ímpetus de un alma valerosa y los ardores de un alma abnegada, aguerrida en las luchas en pro del «piño de míseras bestias», que allá en la pampa o en la sierra desentrañan las riquezas del Señor!... Imagina que es un nuevo Juan Bautista que allá en el Norte, en el Desierto, pregona el EvÁngelio moderno con el potente y caldeado verbo de sus arengas de bardo y de adalid. Y después nos lo presenta como a todo redentor: perseguido, proscrito, y al fin herido por aleve puñal asesino que había de producirle una muerte aguda, lenta… Fue autor de varias piezas teatrales entre dramas, comedías, zarzuelas y monologos: «La Máscara», «Primavera», «Macul», «Amor plebeyo», «Salitre y yodo», «18 de Septiembre de 1810», «Álbum Antofagasta», «Díablos azules», «Genio y figura» (inconclusa), «La adúltera» y «En busca de una mujer».
Como Carlos Pezoa Véliz y Pedro Antonio González, Volney pasó sus últimos días en un hospital, en el del Salvador de Antofagasta, asistido por la generosidad de la gente culta de aquel puerto y rodeado del afecto de su hermano Augusto y de poetas fraternales como Luis Bettelini. Murió el 22 de Mayo de 1910, a la edad de 32 años.
«La Mañana» de Santiago (1913) dedicó una Página Literaria en recuerdo del que fue uno de los últimos bohemios contemporáneos del gran González. En este homenaje póstumo figuran trabajos de Honorio Henriquez Pérez, Luis Bettelini M., Guillermo Gallardo Nieto, Samuel A. Lillo y Luis Rodríguez Velasco.
Aquí es oportuno rememorar a Jorge Prieto Lastarria. Con los malogrados Oscar Sepúlveda, Jorge Peña Castro y otros literatos fundó y dirigió el efímero periódico literario «La Época», a cuya modesta sala de redacción, bullicioso reducto de bohemios, solía concurrir el gran González. Jorge Prieto fue un elegante cultor del verso y de la prosa. Sus producciones: poesías, cuentos y artículos de impresiones, han quedado diseminados en revistas bonaerenses y del país.
Colaboró de preferencia en «La Ley» y «Pluma y Lápiz» de Cabrera Guerra. Hacia el año 1906 fue profesor de Castellano en un Liceo de Talca.
En su anhelo de formarse una situación por su propio esfuerzo, se dijo un día: «Hay que dejarse de diarios y hacerse luego hombre» y se marchó a Oruro (Bolivia), en donde ingresó en una compañía minera. El soñador de poesía de otro tiempo perseguía ahora un áureo ideal: filones de oro y libras esterlinas. Sus amigos lo habían visto alejarse como a Jason el argonauta, con la expresión alegre y la pupila fija en una sonriente esperanza. Pero este argonauta estaba destinado a no volver. El 13 de Febrero de 1907 un tele. grama de Oruro, anunció que el soñador aventurero acababa de morir en aquella ciudad lejana. Así fue Jorge Prieto, el elegante cultor del verso y de la prosa, en cuya persona había ribetes de aristócrata ya la vez de bohemio.
Palacio tan bello que nunca podría siquiera imitarlo la fábula misma. -Ilusión del Arte quimérica y viva- Rodando hecho escombros que espantan y abisman en haces de fuego, de sombra y de ruina, el Sol, a pedazos, caía.. caía... De allá, lentamente, la faz muda y lívida, clavada muy lejos la triste pupila, andando el camino que el polvo cubría, del noble caballo soltada la brida, venía el viajero. -Caballo, camina! Sepulcro que cierra losa negra y fría, torno luego al mundo la noche tristísima y siguió el viajero:
-Caballo, camina! Templaban los perros sus lenguas fatídicas, el viento agitaba la pobre luz tímida, fugaz parpadeo de alguna bujía que ardía a lo lejos en choza pajiza; seguía el viajero: -Caballo, camina! La ruta era larga. ¡No es tanto en la vida! El hielo era un crimen, la sombra un enigma... Del bosque, las fieras, rabiosas rugían, visiones atroces formaban en fila... Seguía el viajero: -Caballo, camina! Montañas de siglos, de eternas neblinas, cerraban el paso... La faz muda y lívida, seguía el viajero: -Caballo, camina!
Ay, yo no sé, yo no sé cuánto encerraban en si esos versos que escribí en la mesa del Café.
Pero la altiva Friné, siempre que está junto a mi recuerda lo que escribí en la mesa del Café...
Y llora mucho Friné! ...Acaso llorando así sentirá lo que sentí cuando versos le escribí en la mesa del Café!. ………………………………………
DUELO ETERNO
Proscripto que vas penando, sin saber donde ni cuándo habrás de plantar tu tienda, consuélate que en el mundo hay esperar más profundo y hay proscripción más horrenda.
Cadáver que, entumecido, esperas que del olvido surja tu postrero día, consuélate que en el mundo hay esperar más profundo y sepultura más fría.
Alma sin amor, tu duelo jamás hallará consuelo: la soledad es tu guía, la soledad, tu vivienda; ¡no hay proscripción más horrenda! ¡no hay sepultura más fría! ………………………………………
DUELO ETERNO
Proscripto que vas penando, sin saber donde ni cuándo habrás de plantar tu tienda, consuélate que en el mundo hay esperar más profundo y hay proscripción más horrenda.
Cadáver que, entumecido, esperas que del olvido surja tu postrero día, consuélate que en el mundo hay esperar más profundo y sepultura más fría.
Alma sin amor, tu duelo jamás hallará consuelo: la soledad es tu guía, la soledad, tu vivienda; ¡no hay proscripción más horrenda! ¡no hay sepultura más fría! ………………………………………
MAGDALENA MODERNA
¿Quién me condena? interrogó. Y las gentes, con gestos insolentes y con tono iracundo, le respondieron a una voz: El mundo! Ella, alzando su frente despejada, lanzó una formidable carcajada, y habló (sus ojos, en la turba, fijos): -El mundo-mercader que me condena compra mi corazón, compra mi pena, por el pan de mi madre y de mis hijos! Siguió su paso, imperialmente brava... Y la turba... callaba. ………………………………………
SIEMPRE
Cuánto tiempo, cuánto día, largo y triste, vida mía, que yo anhelo ver la santa poesía, ver el cielo de tu rostro, cuyo hechizo es perdido paraíso que mi ardiente devaneo ver deseo cada día más y más!... Cuánto tiempo! Cuánto día, vida mía!... ¿Donde estás?... ¡Cómo sufro! Cuán amargo es el tiempo triste y largo de tu ausencia que me cubre de letargo! ¡Cuál devora mi existencia esa ausencia matadora! Desfallece mi alma en hondo desconsuelo, pero crece mi desvelo más y más!
¡Si supieras! Te las marchado! ¿No sabías que te amaba mi alma toda tuya esclava? ¿Te has marchado? ¿La has dejado? ¿Eres ángel y tu vuelo ya tal vez alzaste al cielo?... Yo me ofusco, ¡Tanto tiempo! Tánto día que te busco!... ¿Donde estás?...
Vuelve! Dame que un instante, tan siquiera yo te vea, yo te ame... y después...amando, muera del eterno amor que encierra esta débil alma humana por ti, reina! soberana de los cielos y la tierra! ...No me escuchas?... Mis angustias ya son muchas! ¿Volverás? Ángel mío ¿no me escuchas? ¿No vendrás?...
Ya se calma este loco devaneo de mi alma... Ya se calma, vida mía, el tenaz, mortal deseo que he sentido, tanto día, más y más: ver tu rostro, cuyo hechizo es perdido paraíso que creía no volver a ver jamás; ya se calma mi desvelo; ya, mi negro desconsuelo, porque siento que, en mi alma, ¡oh blanquísima azucena! de ternura siempre llena, siempre amada, siempre buena siempre estás! ………………………………………