Escribió en la efímera revista «Azuli, de la cual él y Juan. Guzmán Cruchaga fueron redactores.
En la «Página Literaria» de «La Mañana» se veía con frecuencia la firma de este simpático vate, al pie de poemas valientemente modernistas.
Esa página y singularmente esos poemas atrevidos, con tendencias a un corte libérrimo, escandalizaron a los «tesoreros de la lengua», a los tradicionalistas momificados ya.
Los catadores del buen vino del Arcipreste, los gustadores de la miel eglógica de Garcilaso, los que marchan al sabido son del clarín de Núñez de Arce no han podido perdonar las audacias escritas de este nuevo trovador evagelizante.
Es de nuestros «novísimos». Va con la farándula, muy cosmopolita y algo bohemia, de Hübner, Huidobro, Julin. Munizaga, Pedro Sienna, Cruchaga Santa María.
Eso decíamos hace cosa de dos años.
Después, este temperamento poético ha experimentado evoluciones bruscas, vertiginosas. Ha sido una personalidad en crisis: cerebro, corazón, apetitos, ideales, todo el ser en álgida función y vitalidad.
Su espíritu penetró en la selva agria y nebulosa de Nietzche y salió de allí desgarrado, herido, desorganizado, pero con la certidumbre de entrañar una pontecialidad fuerte y enorme.
Es un espíritu inquieto, tremante, convulsionado por cataclismos íntimos que han repercutido en actos cuotidianos anormales, como anormales, desquiciadas y amorfas han sido sus últimas concepciones artísticas.
Así se ha producido el extraño maridaje de trozos de sencilla belleza y retazos de sincera emoción que aparecen como incrustados al azar en una malla de frases desarticuladas y mórbidas.
En tal situación de desorden psíquico y morfológico, se ha erigido en el corifeo de un sistema estético inusitado que por sus libérrimos procederes en cuanto a concepción y ejecución correspondería a su parecer en forma amplia y total a las exigencias no sólo de su temperamento individual del instante, sino a - un movimiento literario futurista que él recién inicia.
Trabajos suyos de esta índole ultra-moderna son su «Canción del hombre bueno», «...apunte» y «Sobre el cuerpo que todavía se mueve, ahí», los cuales bastan para exhibir los perfiles de una tendencia no bien inclinada hacia finalidades de verdadero arte.
Como Góngora,--para no citar sino al sumo pontífice de los judíos gongoristas esparcidos por todos los ámbitos,--Carlos Díaz tuvo su primera etapa de llaneza y sencillez, cualidades que antiguamente no significaban más que la expresión de emociones llanas y sencillas y que hoy acuden a moldear complicada sensaciones del espíritu moderno.
Después, en Góngora el verso es ajustado a la ley métrica, espléndidamente sonoro y rítmico, y a la vez ampuloso, ahíto de transposiciones y retruécanos, pletórico de figuras mitológicas y alusiones abstrusas, al extremo de formar impenetrable maraña geroglífica, obscura como el vacío.
En la última evolución de Carlos Díaz no hay verso; se suprime en nombre del libre vuelo de la idea, como si la armonía del verso para quien instintivamente la escucha como una gracia interior, alcanzara a constituir una traba para la amplia emisión psíquica y no contribuyera por el contrario a solidificar la vaguedad de lo, sutil e intangible y a retener lo fugaz y lo volátil del pensamiento como la pauta convencional aprisiana entre sus signos un melódico acorde; o el pétalo, vistoso y simétrico, sujeta en lo posible el perfume, alma de la flor y del fruto.
Pero no sigamos por este penoso sendero.
¡Es tan lamentable seguir las huellas extraviadas del talento! Llámense conceptismo o eufemismo, llámense libertismo a lo Carlos Díaz (si es permitido el término), estos rebalses del mal gusto han sido repudiados en todos los tiempos y ambientes.
Sin embargo, no sería plausible olvidar lo que hay de explicable y hasta cierto punto de lógico y humano en la transfiguración estética de este escritor, tan joven por lo demás, y por ende, susceptible de nuevas evoluciones y reacciones.
Aludimos a su incursión por las ásperas y nebulosas estepas filosóficas de Federico Nietzsche, de las cuales retorno con impetuosidades de cíclope, pero también con tenebrosidades y desequilibrios en su temperamento de poeta.
De la neblinosa Montaña bajó al Llano en que los mortales soñamos y vivimos.
Llegó convertido en Pablo de Rokha, personaje dual y simbólico que sufre la «pasión de ir hecho un hombre por los caminos».
Ante él la materialidad grosera de lo vulgar, común y cuotidiano, desaparece para no contemplar sino los aspectos superhumanos y selectos de las cosas y acontecimientos de la vida terrena.
Pablo ama con amor pleno, integral, a una humana Musa, a un adorable ser de poesía, cuyos grandes ojos hipnóticos le han sugestionado como a un mortal cualquiera.
Ha construido un proemio, raro, espasmódico, incoherente quizá, para el último libro poético, aún inédito, de los compuestos por su bien Amada.
Y en esos prolegómenos, de factura inaudita y de una audacia verbal sin restricciones, se alternan bizarrías metafísicas y estéticas que flotan en una onda de intenso amor emocional a la vez que ideológico, sensual y positivo a la vez que platónico y romancesco.
Es de esperar que el espíritu bullente y errátil de Pablo habrá de serenarse al través de la llama del amor y la caricia del epitalamio.
Mas, Pablo, ¿qué será de ti? ¿Florecerás poemas? ¿O serás, como alguna vez tú dijiste, sólo carne, carne, carne?...
Pasa por mi calle todas las mañanas vibrando como una cuerda de violín; y su figurita pone en las persianas, una angustia que habla de cosas lejanas. La novia.... la reja.... la luna.... el jardín.
Se van destiñendo las dos bendiciones de sus ojos como musgos de panteón, ritman sus pasitos acordes temblones y mancha el corpiño tibio de oraciones un clavel llagado como un corazón.
Gatita adorablemente regalona, se pinta en la ingenua gracia de su mohín y su aristocracia doliente pregona el blanco milagro de su alma dulzona de polkas antiguas y de folletín.
Bajo el miserere de un día de lluvia, largo como un pasadizo de hospital, se insinuó su loca cabecita rubia poniendo como una gotita de lluvia tras los vidrios de una pieza de arrabal.
Sus manitas flacas sobre la costura fingían dos crucifijos de marfil arando la tierra de una sepultura; y por su boquita cruzó la amargura del repiqueteo de algún tamboril.
Su alma se podría como un osario metida en las grietas de la soledad, sus miradas eran clavos de calvario y su voz rodaba como el milenario crugir de una puerta sangrando humedad.
Pasa por mi calle todas las mañanas; la niro.... me mir.... Después ?... Nada más!... ¡Quién sabe si somos dos almas hermanas que se van buscando por rutas lejanas desde mucho tiempo! ¡Mujer! ¿Dónde estás?.
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CARNE TRISTE
Tu vejez de taberna fatiga mis rodillas chorreando la angustia de las Flores del Mal; y tu sexo marchito fecunda las semillas de mi noble cansancio psíquico-cerebral.
Tus gracias lamentables exangües y amarillas perfilan una enferma caravana espectral; y encienden tus palabras trémulas lamparillas bajo un toldo doliente de ruindad material.
Y en tanto que a la triste compasión de mis besos se estremecen tus nervios, tus carnes y tus huesos, bajo los pegajosos andrajos de tu piel;
tu espíritu es un viento que sopla de lo eterno, acaso irá rodando por las rutas de invierno, igual que un desteñido fragmento de papel. ………………………………………
....APUNTE
Yo soy como el fracaso total del mundo, oh! Pueblos, ....el canto ahí de bruces frente a Satanás habla con la ciencia dolida de los muertos; y mi dolor chorrea de sangre la ciudad.
Aún, mis días son pedazos de muebles viejos. (ayer tarde veía llorar a Dios....) Los gestos van así, mi guagua, solos y tú dices: «te quiero», cuando hablas con tu Pablo, sin oírme jamás.
Hoy, las bocas de mujer hieden a tumbas; el cuerpo mío se cae sobre la tierra bruta lo mismo que el ataúd del infeliz.
Y sin querer al hombre aúllo por los barrios un mal, aquel más bárbaro, más bárbaro, más bárbaro, que el hipo de cien perros botados a morir.
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SOBRE EL CUERPO QUE TODAVIA SE MUEVE, AHI;
(v. gr., el automóvil, dinamo, etc.)
...canta por los caminos realizándose, a muecas... ...Oh! es un músculo, fenómeno azul de la fuerza cósmica, pues, hijo del hombre, (o átomo mental), parece un trozo de energía humana, nueva, feliz acaso; y tiene música.
...guarda el ritmo frecuente, gris, de un lago, la acústica de los cielos profundos, vastos de Chile, y la virtud macabra, total de siete poetas móviles, a la siga de un país errante, feroz como el catafalco del Sócrates negro, que viene.
...acto sintético de la mímica vital, expresión de la estética posible también, ríe el motor, máquina divina, neutra, con jadeos de mujer sexual, alegre, triste.
...cáele a patadas el sol agrio del día y sus nervios crujen y se torna canto, dignísimo, fuerte, poema de bronce, himno gozoso de fraguas, en génesis hoy.
...los días humanos echaronle tristeza, polvo, horror de tardes caídas sobre tumbas, echaronle decía, mas él ataca como un héroe limpio, aunque simbólico, mundial, los vértigos, las furias del límite geográfico.
...limitación sin límites, el gesto, valor de sus actos, le borra y se pierde en un plano absoluto, a pesar de la forma suya, sola, eficaz como el destino.
...seguro, definió las cosas de antes, habla con Dios, intuye el deber y obra así él, el trágico, el cual se agarra a la tierra, como un cerebro que fuera luz, soledad, acción o susto elocuente y móvil.
... hombres le quieren, y el ente último, educa tal un filósofo, libro de filosofía unánime, y encumbra lo humano, lo muerto, el minuto mismo, y abstrae, actúa y reúne el andar con un tranco grande, lógico, o absurdo hasta la verdad.
...claro, igual a un profeta, quizá a un sepulcro, a un querer, a un pan, anda con seriedad, y cuando grita se parece a Job; (...yo Pablo de Rokha, el simple, veíalo ir, continuar el mundo, talvez).