(N. en San Javier, 1897) Es uno de los fuertes poetas simbolistas que figuran en esta obra. Su poesía tiene potencialidades baudelaireanas y una ligera inclinación hacia la más razonable de las fórmulas del futurismo: el arte refinándose a través de las verdades científicas y de orden práctico; exhumando el yo individual para resolverlo en símbolos compuestos sobre relieves macizos de alma sutil y materia pura e interpretados con una mezcla de lenguaje familiar y de términos tecnológicos esenciales. Esto, sometido a cánones estéticos propios, que hoy parecerían ridiculos, y sin la epidemia de dolor y pesimismo que infesta el espíritu de casi todos los jóvenes poetas modernos de la actual generación. Por el contrario, el alma del cantor futuro, soliviantada ante la animación fantástica y triunfal del Gran Cerebro Civilizador depondrá la inútil herencia que le legaran sus antepasados --bagaje de lágrimas de esterilización y hastío en el vivir y cantará al imperio del músculo y de la luz, con frases que serán para todos baño de regeneración total.
La poesía de Echeverría es precozmente melancólica. El contagio moderno le ha estragado como a casi todos, haciéndolo vibrar con un dolor puramente artístico, de poeta, pero que llega a justificarse por responder a toda una época y a todo un ambiente.
Sus versos tienen el mismo galopar resuelto y ruidoso, con interrupciones bruscas, de las cuadrigas líricas de Gabriela Mistral. Se detiene a veces, inopinadamente, para renovar sus alientos en la ascensión.
Es poeta, R. Echevarría, y de esos que están destinados a triunfar porque sí, porque han nacido poetas. Prepara un libro de versos.
Una fragancia a carne gloriosa se disuelve sobre la luminosa fiebre de mis tejidos, como un embrujamiento celeste que me envuelve en la metempsicosis de un séptimo sentido.
Caen las telarañas de la vida enfermiza y se alientan los nervios en un ansia de sol... todo se hace más leve, todo se sutiliza como si se encontrara a doscientos mil volt.
¿Qué serán todas estas raras complicaciones que nos dejan las manos estrujando visiones que no hemos visto nunca con estos ojos hondos?
¿Qué serán esos labios que nos hacen un guiño amoroso, en la sombra de paisajes sin fondo, entre el amoratado resoplar del gran piño?
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La hora sensual
Señor amoroso de las manos suaves haz que mis caminos se lluevan de amor; clava tus pupilas en mis soledades y en cada tristeza gotea un albor.
Haz que mis dos brazos sean trino de ave para hacerte un canto de espumas, Señor; abreva mis venas llenas de saudades con una mixtura de luna y de flor.
Ven Señor florido y dame la mano -blanca y alargada- Señor extra-humano con todos los dones que tú sabes dar…
Y después goloso-Sexo te provoca- muérdeme los senos, las manos, la boca, hasta que la sangre se haga flor de azahar. ………………………………………
La hora muerta
Señor me has dejado con los nervios muertos, con los ojos hondos de tanto sentir, con los labios llenos de ruidos inciertos; Señor, me has dejado muerta por vivir.
Ya no tengo aquellos temblores de loca que me derretían los labios en flor; ya no tengo aquellas fiebres de la boca... me has dejado muertos los nervios, Señor.
Las manos se quedan sin las convulsiones de sangre, se aquietan las viejas visiones y los labios sueñan blancas emociones…
Señor, ¿que será este cansancio de vida? ¿será la juntura de la florecida carne con la sombra de las cosas idas?
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LA ESPERADA
No serás como todas... Llegarás blancamente con las manos sangrantes de divina piedad; llegarás una noche, que haga luz, suavemente, con los brazos abiertos a ayudarme a soñar...
Traerás en los ojos un ensueño de cuna y sobre las ojeras un rubio de panal; llegarás por las sendas escanciadas de luna, con los brazos abiertos a ayudarme a soñar...
Vendarás las heridas de mis sueños lejanos, con la suave y divina perfección de tus manos -un sembrado de estrellas sobre un charco de azul-...
Y yo tendré mis versos para aromar tu paso, y llevaré el fastidio de todos mis fracasos para que con las manos me los perfumes tú…