Revista Chilena.com


           











 

Reseña I

Sobre los poetas no comprendidos

en los estudios anteriores.


(Fallecidos hasta 1917 de la publicación)






           

A pesar de que nuestro propósito, al emprender esta obra, ha sido el de exponer y estudíar la poesía chilena de mérito, sin distinción de escuelas literarias de ninguna especie, tomando como punto de partida la fecha de la publicación de Ritmos (1895), hasta el presente, es decir, durante un período de poco más de veinte años, hemos completado nuestro trabajo haciendo un rápido viaje retrospectivo por los caminos que formaron y recorrieron nuestros gloriosos poetas antepasados.

Hemos querido detenernos, por una parte, delante de aquellos cuyas producciones líricas han dejado gratos recuerdos en los anales del Parnaso Nacional; por otra, delante de los pocos que, vivos aún y cargados de fama, como los anteriores, asoman raras veces por el mundo literario y buscan o han encontrado en el retiro y el silencio una piadosa calma para sus fatigadas sienes; y, por último, delante de todos los que, dentro del periodo señalado, han tenido una semi-feliz o casual actuación poética o hicieron labor temporal, liviana y perdurable, y de los que, más modernos y jóvenes aún, continúan batallando, repechan y se cansan visiblemente y, a veces, muy de tarde en tarde, nos ofrecen una que otra piedra preciosa incrustada en amasijos de insignificante valor.

Casi poco o nada puede esperarse de estos últimos; sin embargo, hay algunos que, por su precocidad y facundía o por sus nuevas inclinaciones artísticas de que están haciendo gala, bien pueden lograr sacudirse de la mala atmósfera que se han formado por sus apresuramientos y defectos de juventud y llegar a ocupar un puesto de honor en las filas de nuestros poetas.

Empezaremos con Mercedes Marín del Solar, Salvador Sanfuentes, Hermógenes de Irisarri y Jacinto Chacón, que fueron los que, sin duda alguna, iniciaron el movimiento de la verdadera poesía lírica en Chile, allá por el año 1842, publicando sus trabajos poéticos en la revista «El Semanarios de la Capital.



           

Mercedes Marín del Solar
(Nació en Santiago, en 1804. Murió en 1866).-Ingeniosa poetisa.
En cantos viriles vació sus lirismos de fuego loando a la libertad de la patria y a sus héroes.
Su obra fue volandera; corre en los periódicos de los tiempos en que actuó.
No dejó libro publicado ni se ha hecho edición de sus versos.
Se hizo célebre por su Elegía a la muerte de Portales.



Salvador Sanfuentes
(N. en Santiago, en 1817. M. en 1860).-
Delicado cantor de la naturaleza y de las glorias patrias; es, hasta ahora, uno de los poetas que han escrito más versos en América.
Su poema El campanario fue la obra principal de este autor y la que le dio una fama bien merecida.
Publicó además sus leyendas indigenas de carácter narrativo: La laguna de Rauco, Ricardo y Lucía o la Destrucción de la Imperial, Teudo o memorias de un solitario, y otras de mérito inferior.



Thermogenes de Irisarri
(N. en Santiago, en 1819. M. en 1886).-
Poeta, diplomático y crítico social y de arte.
El escritor 1) Jorge Huneeus Gana ha dicho de él: «Irisarri 'representa esencialmente en nuestro renacimiento literario de 1842, la nota del buen gusto poético y del (severo clasicismo greco-moderno en que se han inmortalizado Chénier, Vigny, Sully-Prudhomme, Ginsti, Manzoni y Car. ducci.-
Como ellos, ha ido a buscar el arte, ante todo, en la perpetuidad helénica de las perfecciones de la forma, y aun cuando nuestro poeta no tuvo ni la originalidad de sentimiento ni la fuerza productiva de aquellos grandes ingenios, mostró, sí, en sus muchas traducciones e imitaciones poéticas, una cultura literaria y una delicadeza artística tan grandes como las de sus modelos, llegando en algunas de esas piezas, la imitación de «La mujer adúltera», de Alfredo de Vigny, a rivalizar con el célebre original y a conquistar para su frente un laurel poético de tanto precio como el que le mereció a Andrés Bello su imitación con tanta razón atamada de «La Oración por todos», de Víctor Hugos.
No dejó libro; su producción fue escasa, pero correctísima, impecable.



Jacinto Chacón
(N. en Santiago, en 1822). ---Poeta de ocasión, el más fuerte de los épicos de su tiempo. Sus hermosos versos a la patria son dignos de figurar en cualquiera antología, por la movilidad de su estilo y la brillantez de sus ideas.
Fue político y estadista distinguido y ocupó un asiento, en el Congreso Nacional.



Eusebio Lillo
(N. en Santiago, en 1826).--Eminente autor de nuestra «Canción Nacional». El más delicado de los poetas del. romanticismo, en su época.
Hay un perfume femenino de alma en sus estrofas que ponen un apacible bienestar en los corazones.
Fue un poeta insospechable.
Sus canciones tienen hoy el mismo mérito de antaño.
Su estilo afiligranado encierra ideas dignas de su envoltura.
Autor de varios poemas, dramas, leyendas y novelas, que no han visto la luz pública.



Guillermo Matta
(N. en Copiapó, en 1829).
Otro de los cantores fecundos de Chile. Con su poseía centelleante, impulsiva y batalladora, removio las estancadas aguas de nuestro Parnaso.
Encendio los primeros fuegos del más alto romanticismo.
Se le habría creído un hijo de las selvas, caldeada la sangre por el calor de los trópicos.
Artista incorruptible; fue su lema «el Arte por el Arte».
Sus versos convincentes y emocionados binchan a veces su fondo en pro de la persecución de un alto ideal cívico y para llegar fácilmente al espíritu de la multitud, de quien fubiera querido ser su único educador.
Publicó en España, el año 1858, una colección de sus Poseías, y en 1887, en Leipzig, dos volúmenes de Nuevas Poesías.



Guillermo Blest Gana
(N. en Santiago, en 1829).--
Poeta en el más alto concepto de la palabra. Un amor desesperado y divino palpita en sus poemas de exquisito y amplio mérito.
Muchos de sus sonetos eróticos, obras de un orfebre, pueden figurar hoy al lado de cualquier canto moderno, por la fuerte savia de sus ideas.
El género subjetivo predomina en sus versos, en forma de que esta tendencia le hizo personal e inconfundible en su época.
Fue su maestro espiritual Lamartine. Autor de varios libros y piezas dramáticas.
Descolló brillantemente por la factura de sus sonetos, que son verdaderos poemas de emoción artística.
Publicó: Poesías (1854) y Armonías (1884).
Hace poco se dio a luz una edición de sus poesías, prologada por Antonio Orrego Barros.



Rosario Orrego
(N. en Copiapó, en 1834). ---Poetisa y novelista. Dirigió «La Revista de Valparaíso, y abarcó en la prensa hasta los artículos de fondo.
Escribió varias novelas de trama sencilla y vulgar.
Sus versos destilan armonías de amor y tocan levemente el espíritu.
El dolor agita a veces nerviosamente sus estrofas.
Un estilo periodistico maltrata generalmente la substancia de estas y les da un carácter prosaico.



Adolfo Valderrama
(N. en La Serena, en 1834. M, en Santiago, en 1902).-Médico, poeta y escritor. Culto, como pocos.
En su mocedad escribió versos satíricos que eran aplaudidos entusiastamente por sus compañeros de aula.
En la edad más vigorosa de su vida produjo innumerables composiciones, en las que campeaba la sátira social en forma finísima, punzante y jovial.
Hería sin levantar manchas de sangre.
Por las puntas de su pluma vertía un ácido azucarado.
Triunfó en este género y su triunfo perdurará por mucho tiempo entre nosotros.
Sus principales obras son: María, (novela epistolar, 1878); A! Amor de la lumbre; (poesías románticas, 1881); Después de la tarea, (narraciones, cuentos y leyendas, 1882); Bosquejo kistórico de la poseía chilena: Necesidad de estudíar la lengua castellana (1878), y varios trabajos literarios y científicos.--Famosa se hizo la polémica en verso que sostuvo con el poeta argentino Carlos Guido Spano en 1876.



Martín José Lira
N. en Santiago. en 1834 y murió en Valdivia el año 1867, cuando su labor empezaba a destacarse en forma brillante con sus cantos descriptivos a la naturaleza.
Sin perseguirlo, supo comunicar a sus estrofas un tinte parnasiano que le habría abierto las puertas de la originalidad:
Fue filósofo hasta en el dolor.
Cayo consumido por el arte y las labores del luchar cuotidíano.



Benjamín Vicuña Solar
(N. en la Serena, el 5 de Marzo de 1837).-Fundó en su pueblo natal la revista hebdomadaria «El Eco Literario del Nortes (1857) y el periódico político «El Demócratas»

(1858). Se vio perseguido y tuvo que ocultarse, por haber hecho circular, burlando la censura, una hoja suelta que contenía sus versos subversivos «Grito de guerra coquimbano. Desempeñó, entre otros, el cargo de Diputado al Congreso durante las legislaturas de 1867 y 1873, y después el de Intendente interino de Coquimbo.
Murió el 8 de Octubre de 1897.
Floreció este poeta en un período de álgida efervescencia romántica. Como la casi totalidad de los escritores chilenos de su época, sufrió las poderosas influencias literarias de Espronceda, el Duque de Rivas y Zorrilla y algo de Lamartine y Musset.
En 1906, se publicó en Santiago un volumen de poesías líricas de don Benjamín Vicuña Solar, titulado Recuerdos, en cuya Introducción el escritor don Julio Vicuña Cifuentes da de su señor padre amplias e interesantes informaciones genealógicas y biográficas. Contiene este volumen lo más selecto de la producción poética del señor Vicuña Solar.
Leerlo es internarse en un elevado ambiente de fantasía romántica, a la vez equilibrado y sano; es evocar nombres, fechas y episodios que constituyen algo así como la vivida historia de una noble familia.



Eduardo de la Barra
(N. en Valparaíso, en 1839).-
Armando Donoso ha dicho de él: «La obra de Eduardo de la Barra como poeta, filólogo y polemista, es considerable.
Sus poesías han sido editadas en dos volúmenes, en los que se incluyen sus Fábulas y «Contra-Rimas, a «Rimas
», de Rubén Darío; años antes había publicado la Casa Garnier un tomo de composiciones varias, premiadas en el Certamen abierto per don Federico Varela.
Como filólogo citaremos sus versiones de Horacio, sus arreglos del poema del Cid y estudios numerosos de métrica castellana.
En sus poesías cortas, es de la Barra un poeta subjetivo, sentimental y filósofo, a la manera de Becquer y de Heine. Mas, en sus poemas de largo aliento: Cantos de la sierra y Poemas del Pacifico, burila sus versos con el amor del más austero parnasianos.
Publicó, fuera de un sinnúmero de obras de todo género, dos volúmenes: Poesía subjetiva y Poesía Objetiva.
Era un temperamento acomodaticio y asimilador. «Poeta múltiple y proteiforme
-dice alguien-debemos expresar que la verdadera originalidad que encontrarnos en él, está precisamente en esa tacultad rara y poderosa de reproducirse con igual pureza, armonía y elegancia de formas, en todos los estilos a la vez.
Es autor del Prólogo de «Azul», de Rubén Darío, publicado en Valparaíso el año 1887 y sustituido posteriormente por el de Juan Valera.



Carlos Walker Martínez
(N. en Valparaíso, en 1842). - Como muchos otros espíritus talentosos de su tiempo, fue rimador, no por un impulso genuino de su naturaleza, sino tal vez por un egoísmo muy natural en aquella época de su actuación Krica, en que casi todos los intelectuales hacían versos por sport.
Sin embargo, tuvo tan felices aciertos, que a veces se llega a dudar de si fue o no un poeta; por lo menos demostró tener una perfecta visión artística y un conocimiento muy desarrollado de la técnica literaria.
Fue autor de un libro de Poesías Líricas (1868), Romances Americanos (1871), Varias Leyendas (1874); Páginas de un viaje a través de la América del Sur (1877); El Dictador Linares (1877), El Proscripto (leyenda, 1878), etc.



José Antonio Soffia
(N. en Valparaíso, 1843).- El más armonioso de los temperamentos románticos de nuestra poesía. Un amor universal late en sus versos saturados de una emoción de arte, familiar y mansurrona.
Cultivó, mediocremente, el género humorístico. Autor de Poesías líricas (1875), Hojas de otoño (1878), y Poemas y poesías (1879).



Carlos Morla Vicuña
(N. en Santiago, en 1846).- Poeta, periodista, diplomático, político e historiador. Se hizo célebre por su espléndida traducción al castellano del famoso poema en verso «EvÁngelina de Longfellow.
Este poeta le felicitó calurosamente por ese trabajo que demostró, fuera del sabio conocimiento de la lengua inglesa que poseía Morla, un exquisito temperamento de artista asombrosamente comprensivo de las emociones ajenas.
Sus versos, como todos los de la época en que le correspondio actuar, ensayan la fácil palinodía del romanticismo.--
Publicó: Veintiuno de Mayo (poema), impreso en París; Historia de la Isla de Juan Fernández y La vida del Vice. Almirante Lynch.
Ocupó varios puestos importantes en la Administración Pública.



Víctor Torres Arce
(N. en Santiago, en 1847. M. en 1883).
Sus Poesías Líricas (1874), con prólogo de Domingo Arteaga Alemparte, revelaron a un poeta de corazón, profundamente subjetivo, hermano menor del célebre cantor de
«Las Golondrinas». Dejó inéditos algunos dramas y novelas. Su estilo es sencillo y penetrante. Consagró al amor sus más hermosos ensueños espirituales.
También es autor de las siguientes obras: El falso honor (drama); La mujer: La revolución de los puñales; El sacrificio inútil, etc..



Ernesto Riquelme
(N. en Santiago, en 1852).-
Los poetas que figuran en esta Reseña, lo están por haber dejado, entre muchos otros de mérito interior, una rememorable huella en la evolución de nuestro lirismo.
La mayor parte de ellos ha autorizado una labor abundante en libros, revistas y otros papeles públicos.
Algunos han escrito no menos de doscientos mil versos...
Pero hay excepciones que se imponen.
Mejor dicho, quisiéramos que la excepción fuera la ley.
Hay hombres privilegiados que nacen para escribir verdaderos poemas en las páginas de sus propias vidas.
De estos hombres fue Ernesto Riquelme, héroe, muerto a los veintisiete años en el homérico combate de Iquique, en el cual tuvo el gesto sublime de disparar «el último cartucho del último cañón
», mientras su nave, rasgada pero invicta, se hundía.
Mas, para aligerar las monotonías de a bordo, Riquelme tocaba su violín...
Y de su alma, ensoñadora y romancesca, fluían versos espontáneos y emotivos...
Y esos versos supervivirán en el recuerdo legendario como un adiós a la vida, después de haberla vivido bellamente en gracia de artista.



Pablo Garriga
(N. en La Serena, en 1853).
Tenía su arte cierta inclinación panteísta y su estilo movimientos ceremoniosos de clásico atormentado por los escrúpulos de la forma.
Sus estrofas tienen colorido visual, pero les falta el fuego sacro de la poesía honda.
Es autor de un grueso volumen de Poesías, con prólogo de don Benjamín Vicuña Mackenna (1882). Antes había publicado su primer libro Ensayos poéticos (1875).



Pedro Nolasco Préndez
(N. en Santiago, en 1853. M. en 1907).--Fue un poeta de épicos lirismos. En versos broncíneos, esplendorosos, forjados con un calor de vida semejante al de Pedro Antonio González, encerraba sus pensamientos de romántico togoso, casi tropical. Se dirían sus estrofas un núcleo de juego movido por vientos huracánicos. Autor de las siguientes obras Ratos de ocio (retratos en verso); Siluetas de la Historia (1886); Siluetas (1887); Nuevas siluetas (1888); Siluetas de Combate (1889), etc.
Fue Cónsul de Chile en Buenos Aires.



Rafael Segundo Torreblanca
(N. en Copiapó, en 1854). ---En poesía nada significa la cantidad; lo que importa es el mérito de la calidad. Así, pudo Gutiérrez de Cetina hacerse célebre escribiendo muy poco, acaso un solo madrigal. Recordamos esto a propósito de Torreblanca. Torreblanca se conquistó los laureles del héroe en la Guerra del 79. Como sus compañeros de armas, sabía lo que son el Desierto y las montañas atacameñas, pues había hecho su jornada de trabajo tesonero bajo el sol de las pampas y en los obscuros laberintos de las minas. Como sub-teniente de un batallón, fue el primero en clavar la bandera azul, blanco y rojo, en la cumbre de un peñón artillado por el enemigo. Peleo en varias batallas y al fin murió en una de ellas. Entre sus compañeros de armas hubo así centenares de héroes, de héroes anonimos. Sólo que Torreblanca se salvó del olvido. Porque Torreblanca era poeta... Antes de morir, el brillante atrida compuso un canto, Adiós, nostálgico y melancólico. Con ese canto se despidio de su amada, y, a poderlo, muchos de sus compañeros hubieran hecho lo mismo. Ese canto corresponde a una de las fibras del corazón chileno. Por ello no puede olvidarse el nombre del poeta que encontró la oportuna expresión de aquel momento episódico.



Policarpo Munizaga Varela
(N. en 1860).-Ilustre padre del joven poeta de nuestra generación modernista, Julio Munizaga Ossandon.
En el certamen Varela, celebrado en 1887, fue premiado un manojo de sus versos con el título Recuerdos, vibraciones de un alma quijotescamente romántica.
Falleció el año 1890.
Sus hijos publicaron en 1910 los versos del poeta, bajo el título de Rimas Póstumas, prologados por don Julio Vicuña Cifuentes, quien, entre otros párrafos, dijo: «Como escribió para satisfacción propia sin el propósito de coleccionar sus versos, no corrigió con la severidad que habría sido de desear, trabajo al que, por otra parte, no se mostraban muy propicios los autores de ese tiempo, que olvidaban pronto lo que escribían, o que acaso estimaban, no sin razón a veces, que las correcciones pensadas y no sentidas, sacrifican la espontaneidad sin conseguir la perfección.
Sea como fuere, las poesías del señor Munizaga Varela pertenecen a una escuela que ya ha sido juzgada, y en ellas se encuentran, como es natural, los aciertos y caídas que caracterizan a las de sus contemporáneos
».



Abelardo Varela
Notable figura de bohemio, algo olvidada en nuestros días. Descolló como colaborador y redactor de «La Revista Cómica» que señala, en nuestra historia literaria, la época de transición del romanticismo al modernismo.
Ricardo Fernández Montalva fundó esta memorable revista en el año 1895, en colaboración con el dibujante Luis F. Rojas, quien ilustró dicho semanario dominguero hasta que dejó de publicarse en 1898.
En Marzo de 1896, el poeta Julio Vicuña Cifuentes sucedio a Ricardo Fernández Montalva en la dirección literaria, hasta Septiembre de 1897, época en que entró a dirigirla Abelardo Varela.
Hoy día es una curiosidad hojear esta revista algo ingenua, algo bohemia. Ricardo Fernández Montalva, Eduardo Grez Padilla, Federico González, Benjamín Vicuña Solar, Julio Vicuña Cifuentes, Julio Tapia Miranda, Luis Rodríguez Velasco, Lauro González Letelier, Eduardo de la Barra, Samuel A. Lillo, Alejandro Parra Mege, Emilio Rodríguez Mendoza (A. de Géry), Efraím Vásquez Guarda, Carlos Velarde, Alberto Mauret Caamaño, Isidoro Errázuriz, entre otros, vaciaron en este semanario sus poesías o versos románticos.
Figuran poesías y prosas de los poetas exóticos: Manuel Ugarte (argentino), José Santos Chocano (peruano), Roberto Brenes Mesén (costarricense), Arturo Ambrogi (salvadoreño), Leopoldo Lugones (argentino), Isaías Gamboa (colombiano), Rubén Darío (nicaragüense), Federico Barreto (peruano).
Y, por otra parte, René Brickles, Antonio Bórquez Solar, Julio Vicuña Cifuentes, Marcial Cabrera Guerra, Abelardo Varela, Ricardo Prieto Molina, Gustavo Valledor, Luis A. Navarrete, acentuaban las tendencias de la poesía contemporánea con sus poesías originales y sus traducciones de Baudelaire, Banville, De Lisle, Prudhomme, Longfellow, Poe, Whitman, Verlaine.
En esta obra de renovación lírica, Abelardo Varela ocupó sin duda uno de los primeros puestos.