Por fin, vienen otros que han aparecido simultánea o posteriormente al grupo mencionado. Muchos no son casos perdidos: trabajan tenazmente y de vez en cuando demuestran tendencia a renovarse o morigerarse. Otros, los menos, aun cuando están en el vigor de la juventud, demuestran cansancio y estancamiento.
Alberto del Solar (N. en 1860).-Rubén Darío, desde las columnas de la revista «Mundíal dijo de este escritor: «La Real Academia Española, que acaba de abrir sus puertas al escritor chileno Alberto del Solar en calidad de miembro correspondiente, ha realizado un acto de completa justicia. Ha tiempo que el autor de tantos libros plausibles-que acaban de aparecer compilados en una bella edición de Obras Completas -era merecedor de tal homenaje. Fuera de sus méritos de novelista, de narrador, de poeta, de autor dramático, ha sido siempre cultivador de la tradición castiza de nuestra lengua, y no ha transigido ni aún con la singular costumbre-que creo que se debe a don Andrés Bello-de usar la “i” latina, como conjunción, en los casos en que todos usamos la “y” griega, o ye. Va bien, pues, Del Solar, entre los que tienen por especial misión limpiar, fijar y dar esplendor al idioma castellano. Una de las particularidades que distinguen a Alberto del Solar es su americanismo, demostrado desde antaño. Desde sus recuerdos sobre la guerra del Pacífico, en la cual siendo muy joven tomó parte por mar y por tierra, hasta sus últimos trabajos, casi todos, todos pueden decirse, se refieren a nuestra América, y principalmente a Chile, su patria, o a la República Argentina, patria de sus hijos. En esos recuerdos a que me he referido, brilla un vibrante amor de la tierra natal y de sus glorias, y se habla con palabras de verdad y de entusiasmo-«yo vi, yo estaba allí» del heroísmo del soldado chileno de su terribleza y de su resistencia. Y no hay, desde luego, ninguna manifestación de odio o rencor al enemigo. En la novela Huincahual, que pasa en tiempos del antiguo Arauco, y que habría regocijado a Marmontel y logrado la aprobación de Chateaubriand, se trata de luchas y amores entre personajes de las razas contrarias: la conquistadora y la autóctona. La narración es clara, sencilla, con justa y precisa erudición, como que se apoyaba el autor en documentos del eminente americanista Medina, y de un interés sostenido y atrayente «Me ha gustado e interesado tanto, que pienso hablar de ella cuando hable de otras novelas hispanoamericanası, escribía don Juan Valera. En Rastaquouére, otra novela, trabaja Del Solar en materia contemporánea y graciosísima; está muy galanamente escrita, y contiene muchas y muy saludables enseñanzas. La novela Contra la marea entusiasmo a poetas como Rafael Obligado, cuando fue leída en reuniones literarias en casa de ese noble e ilustre amigo; yo asistí a algunas durante mi permanencia en Buenos Aires. Es también labor americana, de ambiente argentino, y en ella como en El faro, otra novela-escrita sin que conociese el autor «La Tour d'Amour», de Rachilde-aparece uno de los elementos que ejercen mayor atracción en la facultad imaginativa y creadora de Alberto del Solar: el mar. Alguna vez hace ya años-expresé mis elogiosos pensares en el prólogo de uno de sus libros. Hoy podría agregar que ha contribuido a la formación del teatro nacional argentino, con la presentación de más de una obra celebrada, a pesar de lo dificultoso de la empresa. De su comedía El Dr. Morris--que creo se ha representado también en inglés-decía , el poeta Diez-Romero: «Es una de las obras de teatro más seductoras que se hayan representado en este país». Y de El faro, Chacabuco, y otros trabajos, se han hecho los juicios más satisfactorios. Mucho habría que decir del crítico, del conferencista, de algún excelente ensayo de historia; mas ello no cabría sino en líneas mayores. Debo, sin embargo, hablar del poeta. Y aquí volveré a recordar cómo aviva su fantasía, y le mueve a expresarse métrica y sonoramente la vasta influencia oceánica, advertida desde su infancia en la pintoresca y encantadora Valparaíso. Cuando aparecieron en «La Nación», de Buenos Aires, versos de Del Solar, el hecho causó asombro. Sus colegas de la prosa se asombraron; ante los mundanos y los de los millones perdio méritos; los poetas, celosos de su ciudad sagrada, le exigieron el «schiboleth». Con todos ellos supo entenderse; y al publicar recientemente su poema El Díamante azul en que siempre aparece la prodigiosa Thalassa-se ha visto que se trata de un verdadero lírico, conocedor de nuestro parnaso y de los grandes poetas ingleses, y cuya factura de corte clásico no le impide vuelos muy modernos, pegaso y aeroplano. Páginas entusiásticas se han escrito sobre ese hermoso poema-entre una notable de Luis Beriso -y en ella se alaba el dominio de la expresión y la fuera imaginativa. Yo he leído con detención esos resonantes y ágiles versos que expresan un significativo «mito), y que juntan la gracia de las ficciones y metamorfosis antiguas a un tema que no puede ser más real, en las férreas y mecánicas tragedías de nuestros días: el naufragio del «Titanic». Una leyenda comentada por los diarios, a raíz de la pérdida de aquel colosal barco, dio motivo a que Del Solar escribiese su conmovedora y musical obra, y el poema surgió, digno del poeta y de la poesía». Siendo Secretario de la Legación de Chile en la Argentina contrajo matrimonio con una distinguida dama de ese país, y formó un hogar suntuoso que, puede decirse, es el centro de reunión de los artistas de esa tierra y en el que Del Solar ha hecho todo lo posible por propender al acercamiento intelectual de ambas naciones. A pesar del juicio de Rubén Darío, nosotros consideramos a Del Solar como un representante del versificador a la alta escuela.
Narciso Tondreau (N. en la provincia de Coquimbo, en 1861). -Retirado hoy de la vida activa de las letras, fue ayer un maestro de la pasada generación lírica. Sus versos apacibles buscaban inspiración merodeando entre los lejanos templos del helenismo pagano. Tuvieron felices interpretaciones artísticas que hoy duermen bajo la indiferencia. Es autor del libro lírico Penumbras, y del poema Los Balmacedonautas.
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Así como en los campos y en las poblaciones alejadas de los centros urbanos, existen rapsodas menesterosos de alma, cantores ambulantes de labio leporino, que eligen, para comentar en bien o mal cortadas estrofas, temas cazados de entre los sucesos o acontecimientos importantes que se producen a la luz pública, y con los cuales entretienen su flaco numen haciendo rimas Al rodeo, Al nacimiento de tal niño, Al desborde del río tal, Al crimen de Loncoche o al Contrapunto entre un guardián y el poeta, etc., etc., así también, en el seno mismo de las populosas y modernas capitales, existen poetas que, a falta de inspiración propia, se aprovechan de la celebración de cualquier fiesta nacional o extranjera, o de éste o aquél asunto puesto en boga por la historia o por los ciudadanos, para satisfacer su amor propio, dando a conocer en kilométricas y agudas composiciones en verso, sus cualidades fútiles y contumaces de vulgares versificadores. Por esto, no es extraño verlos componer estrofas A la Independencia, Al descubrimiento de América, A la Juventud, A la Instrucción, Al aviador Figueroa, Al Presidente electo, Al Cerro Santa Lucia o A la Exposición de animales. Y esto con tono enfático, doctoral, olímpico, sin el menor átomo de novedad. ¿Esta debilidad es excusable siquiera en personas cultas, en intelectuales que han atravesado ya el litoral de los veinte años? Estimamos que no. Está bien que un colegial, empapado en las estrechas enseñanzas del primer año de literatura haga versos-así como los hemos hecho casi todos, allá en nuestra niñez, cuando el bozo era una leve insinuación de pelusilla de durazno sobre nuestro labio-conmemorando, desde la tribuna complaciente del aula escolar, la celebración de tal o cual aniversario glorioso; pero, no es justificable y sí verdaderamente punible que, individuos de criterio ya formado, de edad que va camino de las canas y de cultura más o menos relamida-no diremos con títulos universitarios y experiencias artísticas-vengan a caer en la ignominia de tan mezquinas trivialidades. A esta clase de poetas pertenecen muchos de los que van en esta Reseña. Por esta vez, no individualizaremos, limitándonos únicamente a estampar en este paréntesis nuestra protesta contra aquellos que hacen de la poesía una egoísta satisfacción orgánica y del Arte una lamentable, chacota cerebral. Clemente Barahona Vega, Rodolfo Polanco, Manuel A. Hurtado, Ramón Escuti Orrego, José Ángel Venegas, Rodolfo González (Flora Donoso Glez), Ambrosio Montt y Monit, José Ignacio Escobar, V. Marín Besoain, Luis Galdames, Tito V. Lisoni, Luis Martínez Rubio, Ángela M. de Carvajal, Victoria Cueto, Eduardo Castillo Urízar, Manuel Varas Espinosa, M. A. García Zegers, Carlos Garrido Merino, Waldo Díaz, Wenceslao Castro Zamudio, Eduardo Grez Padilla, César Muñoz Llosa, M. Poblete Cruzat, Hortensia Baeza de Bustamante, Samuel Fernández Montalva, Javier A. Urzúa, Félix Rocuant Hidalgo, Luis R. Boza, entre otros, fueron personas de talento que salieron de la mano, formando un solo cuerpo, durante un período de efervescencia lírica nacida no se sabe por qué influjo maligno, en «La Lira Chilena» y otras revistas de aquella época (1894-1905, aproximadamente). Todos escribieron versos más o menos románticos y sonoros y más o menos buenos y legibles; pero, pasado el entusiasmo adolescente, con su pecaminosa ambición de exhibicionismo, guardaron sus herramientas de trabajo y se entregaron en brazos de la vida práctica. Y aquel grupo se disolvio para siempre, tal como había aparecido: en un solo cuerpo, demostrando así que el Arte, la Poesía, fue para él una simple y egoísta satisfacción orgánica. Por fortuna esta ráfaga de versorrea fue Víctoriosamente contrarrestada y deshecha por el espíritu moderno y verdaderamente artístico que Marcial Cabrera Guerra supo infundir a la revista «Pluma y Lápiz (1902-1904). A continuación se incluyen breves notas sobre algunos de estos ex-poetas, por haber desarrollado mayor actividad en nuestro ambiente literario.
Clemente Barahona Vega (N. en Santiago, el 12 de Octubre de 1863).-El señor Barahona Veya bia sido biografiado y bibliografiado como nadie en nuestra tierra. En «El Diccionario Biográfico de Chile», «le Pedro Pablo Figueroa pueden buscarse datos y referencias sobre tan incansable escritor. Las obras que ha publicado desde el año 1885 en verso o prosa, con o sin ilustraciones y retratos, originales y traducidos, solo o en compañía, pasan de cuarenta. Es todo un literato. Su producción ha sido exuberante y variada hasta el extremo de tratar las materias más disímiles. Más que como poeta se ha hecho leer como periodista, redactor de sesiones, critico, narrador y traductor: Comedido y tesorero ha logrado (distinguirse en diversas academias, sociedades, asambleas y comicios. No es un poeta lírico, dicho sea con perdon de este conocido improvisador de versos salerosos. Sus estrofas suelen hacer reír con chistes de buena ley. Pero su lira tiene las cuerdas flojas. A menudo, desafina. Carece de estro, de ese “algo divino» a que alude Bécquer. El señor Barahona es un gran cazador de frases. Ha practicado esta útil gimnasia taquigrafiando y redactando sesiones. Pesca al vuelo decires, proverbios o cantares y luego nos los presenta en un folleto. Uno de sus méritos más simpáticos es.el ser correspondiente ile la «Société des Amis des Roses». Al igual que su íntimo amigo don Leonardo Eliz, es un admirador de la rodología, y como tal ha escrito «La zamacueca y la rosa en el folklore chileno» (1910). Ha publicado las siguientes obras poéticas: Botones de rosas, poesías líricas (1886); Toques de clarín. (1901); El hundimiento de la Esmeralda (1904); De brocha gorda y ¡laca (1905), humorística, prosa y verso; Entre ellos (1912) y Canto a Prat (1914). : Para referir una de las más interesantes fases de la personalidad del señor Barahona Vega, hay que recordar que es miembro de la «Academia Mineira de Lettras» de Juiz de Flora, la segunda metrópoli del Estado de Minas Geraes. Aún más: casi no hay instituto, centro científico o literario del Brasil que no le . haya discernido el título de «miembro correspondiente». Es un brasilófilo. Presidentes de la República hermana y Ministros de Chile en Río le han escrito con elogio o le han tribulado sus aplausos. En colaboración con Leonardo Eliz, publịcó en 1903 la obra en prosa y verso, traducida del portugués, Los cantos del sabia, que contiene bellísimas poesías de tropical esplendidez. Ese mismo año tradujo también «Trovas y modinhas populares del Brasil».
Rodolfo Polanco Casanova (N. en Copiapó, el 25 de Octubre de 1866).- A los dos años de edad sufrió un ataque cerebral que le paralizó el uso de las piernas para el resto de su vida. Ha condensado esta desgracia suya en la conocida poesía A mi silla. Aunque el metro empleado, octosílabos, no es el más apropiado para el género serio,-ha dicho Pedro Antonio González,-esta poesía triunfa por la belleza y originalidad de las ideas y porque consigue hacernos vibrar intensamente». Junto con González, de quien fue leal amigo, escribió sus primeras «cosas” en “La Vanguardía», ex. periódico santiaguino. Con cuentos, poesías y artículos sueltos ha colaborado entre otros papeles públicos, en «Pluma y Lápiz, de Marcial Cabrera Guerra, «La Lira Chilena», «Los Lunes», «El Alba» de Montevideo, «La Revista» de Valparaíso y «Zig-Zag». También ha lanzado en la prensa numerosos artículos de crítica literaria. En «Nueve días de tren», publicó sus impresiones de viaje por el Sur." Polanco desea ser ante todo, un poeta «sugerentes. Es poco original: sui poesía es refleja, de calco o imitación. Es un rememorador de Bécquer y de Heine. En sus rimas, emplea de preferencia el asonante, y al menos en la forma se acerca a Bécquer más que a Eduardo de la Barra. Su estrofa es ligera, armoniosa, fugaz. Agradable de leer, en una palabra. En 1913, publicó una Ojeada crítica sobre la poesía en Chile, folleto que contiene un estudio de nuestra poesía iz partir desde Salvador Sanfuentes (1842). Sin pretensiones de ser un pontífice o un trascendental a lo Max Nordau, sus apreciaciones suelen ser justas. Sólo en un caso fue partidarista: agredio a Pedro Prado, porque no usa los antiguos, gastados moldes. Mas olvidó decir que Prado tiene (sea o no retóricamente imperfecto) su molde propio, y en él vacía hermosas concepciones. Con todo, Polanco no se complace en propinar el zurriagazo inquisitorial. No pertenece a alguna sociedad de elogios mutuos, orales o escritos, ni al gremio de los pescadores de imperfecciones literarias,-como dice Manuel Ugarte, -que hacen hincapié en pequeñeces gramaticales e retóricas con el vedado propósito de ocultar lo que encuentran de bello o de sincero dentro del arte más puro, al través de una obra, de una página, o en la vida (le un poeta.
Javier Urzúa Silva (N. eu Curicó, en 1874).- Es autor de un pequeño volumen de poesías, Notas ligerus, cuyas estrofas se suceden con esa conocida simetría monótona del cartabón retórico. Sin embargo, emana de sus versos cierta simpatía propia del que escribe sin pretensiones. Escribe y aún publica, por simple sport intelectual, composiciones bien cortadas y bien terminadas y como concebidas de antemano para declamarlas buscando un efecto inmedíato, ocasional y pasajero: el aplauso del público. Urzúa es un feliz improvisador de versos de ocasión: versos de álbum, a la muerte de un gran poeta. a la muerte de un amigo, con motivo de un cumpleaños. En otros términos, versifica por compromiso y por consideraciones de carácter extrínseco a la poesía genuina que fluye espontáneamente de lo profundo del yo, del propio temperamento lírico, con sus sensaciones individuales y únicas, lo que necesariamente tia de dar una nota nueva en la enorme e ilimitada sinfonía de la poesía personal o lírica.
Manuel Poblete Garín Armando Donoso en su «Parnaso Chileno, dice de este poeta: «Verdadero y fondo estudio; realidad, belleza y originalidad suma, revela en todas sus composiciones, Poblete Garín. Cuadros realistas, engalanados con lo pulido y bello de la frase: maneja el castellano con soltura y precisión, modelando sus conceptos a medida de la inspiración que guía su plumas. Publicó: Poemas del amor y de la muerte (1905).
Eduardo Grez Padilla (N. en Molina, en 1975). - Es verdaderamente sensible que la jerga forense y el viciado ambiente de los tribunales, hayan malogrado las hermosas disposiciones artísticas de este escritor, ¡Cuántos han nacido poetas y han debido revestirse de una áspera corteza de prosaísmo para que no los sorprenda y vitupere el Vulgo!... Ha publicado los siguientes libros: Mis versos (1894); Mis dioses (1896) y Hacia la cumbre... (I YIÓ). Este último. volumen de poesías hubo de publicarlo con el anagrama de Rodríguez Pallala, cediendo al lamentable prejuicio, propio de gente estúpida, de que el ser poeta o literato está reñido con las solemnes funciones de la abogacía. Es cierto que entre nosotros forman legión los abogados que escriben y alegan en estilo árido, seco, vulgar. Saben mucho; pero su redacción rastrera desprovista de concisión y elegancia, a nadie sorprende ni cautiva, y rara vez logra sacudir la explicable modorra de lo; pacientes señores magistrados... Hacia la cumbre... es una colección de versos románticos, escritos con vehemencias cálidas y tropicales. Está dedicado el libro: a Emma Ortiz, bella artista del canto, que inspiró al poeta una pasión extremada, loca, romántica. Las estrofas de Grez Padilla son fáciles, fluidas, caudalosas, escritas al correr de la pluma, con espontaneidad notoria y evidente. Ha llenado los moldes clásicos, especialmente sextinas y décimas, con una facilidad digna de mejor aplicación. Es como si el autor poseyera un tonel de vino añejado y fuera llenando copas, hasta el borde, ni una gota más ni una zota menos. Pero el autor parece no tener noticias de los nuevos rumbos de la poesía lírica, ni remotamente. Así sus versos suenan hoy como notas de música demasiado sabida: «Tosca, «Sobre las olas», «El Vendedor de pájaros»... Y eso que Eduardo Grez Padilla escribe sus versos con más talento que algunos de los autores de su generacióis.
Tito V. Lisoni (N. en Santa Cruz de Curicó, en 1870).-Con sus poesías, y prosas literarias ocupó un sitio prominente en la revista «La Lira Chilena», la «Revista Nacional de Buenos Aires y otras publicaciones chilenas y extranjeras. En su labor poética no hay mucha emotividad; predomina en ella un esfuerzo cerebral vigoroso, especialmente en sus composiciones de índole civil y doctrinaria. - Ha realizado una labor enorme tanto en la prensa (artículos literarios y jurídicos), como en pro del conocimiento recíproco de las repúblicas novo-mundanas, singularmente respecto de Venezuela, Centro América y las Antillas. Actualmente es Cónsul General de Venezuela en Chile y Decano del Cuerpo Consular de Santiago. Ha recibido numerosas condecoraciones y otras distinciones honoríficas. Últimamente ha escrito una «Portadas para un libro de versos del poetà venezolano Nerio A. Valarino. En ese prólogo dice entre otras cosas: La juventud americana aún sc siente libre de esa presión de utilitarismo que domina en nuestra época. Egregios cultores hablan a las musas, llegan a ellas como un sacerdote frente al altar. El ruido que pasa no interrumpe la oración fervorosa y las lámparas del templo siguen derramando torrentes de luz sobre las cabezas devotas. -En Santo Domingo, Fabio Fiallo hace cantar al ruiseñor, cerca de las flores del sendero, las tristezas del amanecer y nos habla de la amada querida y eterna; en Venezuela, Andrés Matta, Pedro E. Coll, desparraman el incienso vaporoso ante la imagen del amor y de sus castidades divinas; en Colombia, Julio Flores ilumina las almas con el fulgor de sus cantos apasionados, de sus arrobamientos y de sus expansiones; en el Perú, José Santos Chocano, arrebata el acento a las epopeyas y con el desafía el rugido de las tormentas oceánicas; en Chile, Víctor Domingo Silva, inspirado en las solemnidades de las pampas, la voz del desierto y los gritos airados del paria, hace vibrar los espacios con ritmos insuperables; Leopoldo Lugones, en la Argentina, con vibrantes apóstrofes, endiosa al caído y al que sufre y proclama los apotegmas de la Igualdad.--Toda esta poesía, todo este nervio que campea en las cimas nos transporta a regiones elevadas, nos hace pensar intensamente y nos convence de que en el regazo del Sagrado Monte arde la luz de las vestales y vive el espíritu que engendra anhelos impecables.---La poesía americana tiene mucho exotismo, de originalidad propia de la tierra. En ella la voluptuosidad del sentir, el vigor del temperamento, la frase mórbida, que traduce los estados del alma, reflejan sus tendencias y le dan ese sello característico del ambiente que nos envuelve, de la đonosura de nuestros cielos y de nuestros panoramas.
Francisco Zapata Lillo Publica de vez en vez algunas poseías, o como quiera llamárselas, en la prensa díaria. No es un poeta, a pesar de que Manuel Ugarte lo incluye como tal en La Joren Literatura Hispano-Americana y exonera de ella a Ernesto A. Guzmán, Samue! A. Lillo, Pedro Prado y a nuestros mejores poetas, demostrando, así el valor respetable de su obra.
Luis A. Zamora (N; en 1879, en Tomé).-Abogado. Los escasos poemas que le conocemos mos hablan de un espíritu hundamente pensador y anhelante de descubrir el misterio de las cosas en su dramática inmutabilidad. Hace tiempo, nada sabemos de este rimador.
Claudio Barros Como poeta clásico tiene brillantes aptitudes. En el molde sólido y trabajado de sus versos suele vaciar hermosas ideas con tal fervor de artista que consigue desvanecer la frialdad que caracteriza a las obras clásicas. Su bella poesía «Amors fue merecidamente premiada en los Juegos Florales Cervantinos que se celebraron en Abril de 1915.
Ramón L. Henríquez (N. en Talagante, 1881).---Hacia los años 1888-1902 frecuentó los corrillos literarios y escribió versos plenos de fervotoso romanticismo. Fue uno de los jóvenes escritores concurrentes al cenáculo «El Bohemioy, cuyos «tées literarios, se verificaban en casa del atildado escritor don Augusto Orrego Luco. A aquellas veladas memorables, que contribuían a dar carácter a la época literaria santiaguina a que aludimos, concurrían Diego Dublé Urrutia, Antonio Orrego Barros, Federico Gana, Arturo Ambrogi, Luis Gana, Claudio Barros y algunos otros. Este Cenáculo Literario publicó una revista, El Bohemio», de corta duración. También formó parte Henríquez de la «Academia La Juventud», junto con Oscar Sepúlveda y Guillermo Labarca Hubertson. Dicho instituto fundó la revista «La Ilustración, que fue continuada por los hermanos Poblete Cruzat y casi tuvo tanta simpatía en el público como sus contemporáneos. «Pluma y Lápiz», de Cabrera Guerra, e «Instantáneas», de Augusto G. Thomson. Con el escritor y poeta Luis Martínez Rubio, dirigió Henríquez la revista «El Búcaro Santiaguiñor, ilustrado por el dibujante Luis Gutiérrez. También dirigió la revista «La Aurora», destinada como otros semanarios ilustrados de aquella época, a divertir a la gente con caricatureos de las costumbres santiaguinas. Es interesante un momento de charla con personas como Ramón L. Henriquez que en tiempos mejores demostraron buenas disposiciones para el Arte y que, absorbidos hoy enteramente, por el prosaismo de la vida práctica y profesionista, no escriben, no sienten ya el estremecimiento lírico, y se limitan a rememorar sus viejos versos... En este caso se encuentra Carlos Villalón Lillo, que figuró en el movimiento litera.'io promovido por la revista «Chantecler» de Concepción. Así ha abandonado las bellas letras Luis Galdames, autor del libro poético Savia Joven (tanteos poéticos), acaso el mejor de su época y que abrumado hoy por sus tareas educacionales, quiere echar al olvido su obra de versificador. Así también Lisandro Santelices, autor del volumen Tierra Virgen (1907), que ya no escribe sino la prosa del papel sellado y que a ratos suele acordarse de sus versos de otro tiempo.
José Ignacio Escobar R Bardo temporero, de ocasión. Se dio a conocer como poeta épico en la «Lira Chilena» allá por los años 1898 a 1900. Su Oda a la Independencia de Chile» obtuvo el primer premio en el Certamen abierto por dicha Revista. También su oda Ofrenda a Chilc en el Aniversario de su Independencia. obtuvo el primer premio en el Concurso celebrado por «La Ilustración, semanario santiaguino de arte v literatura. Como se puede colegir por estas fáciles marcas de consagración, Escobar era un especialista en enfermedades patrióticas, que hoy están desterradas en absoluto de nuestras clínicas literarias. En 1904 publicó su primero y único libro Flores Silvestres, con prólogo de Luis Orrego Luco. Cincuenta y tantas composiciones líricas forman este tomo que agradó mucho en aquel tiempo en que el ambiente estaba estrazado de un romanticismo a lo Musset. Los versos de este volumen son sonoros, bien modelados, puros y sin pretensiones. Nada más.
La política absorbió a Escobar sus buenas disposiciones para fabricar literatura. La vida práctica, la rutina, el dinero y la natural propensión humana a la estabilidad y conservación de la especie, le han hecho dedicarse de lleno a la carrera de las leyes, en la que ha obtenido algunos triunfos. Tanto mejor para los artistas y para él mismo.. Últimamente ha dado un paso más hacia la cumbre de sus ensueños de hombre: gano una campaña electoral que le hizo Diputado del Departamento de Santiago. Ojalá triunfe en los estrados del Congreso y en Los Tribunales de Justicia, ya que no tuvo vocación y recursos suficientes para hacerse glorificar en los sagrados templos de Apolo.
Eduardo Castillo Urizar (N. en Santiago, el 13 de Abril de 1881).--Ha colaborado en «La Lira Chilena» y «La Revista de Chile ». Usa el pseudonimo «Eseu». Su profesión de Abogado le impide dedicarse al arte, como él lo deseara. En 1913 sacudio el polvo de sus olvidados manuscritos y publicó un pequeño volumen lírico con el título de Flores Silvestres. El estilo de Castillo U., aunque más baldio de giros poéticos, es muy semejante al de Luis Galdames y José Ignacio Escobar: sencillez de concepto y expresión; nada de prodigios métricos ni de histéricas contorsiones del lenguaje Mas, también poca novedad, ninguna originalidad. En todos ellos las concepciones y los ritmos se sujetan al cartabón de todos aprendido, a los viejos cánones retóricos. De esta dis. ciplina, es lógico, resultan composiciones correctas, simétricas, homogéneas; pero, como contienen otro y otro leit-motiv ya conocido, no tocan ninguna nueva fibra del sentimiento, no descubren en los repliegues de las almas emociones no sentidas aún, aún no vistos azules horizontes, aún no perseguidas fantásticas quimeras. Con todo, Castillo Urízar merece los elogios que se le han brindado. No es un profesional borroneador de carillas y escribe por mero pasatiempo espiritual, sencillamente, sin pretensiones. Es de sentir que las exigencias de la vida le hayan desviado del florido sendero por el cual empezó a deslizarlo su temperamento artístico.
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Por fin, vienen otros que han aparecido simultánea o posteriormente al grupo mencionado. Muchos no son casos perdidos: trabajan tenazmente y de vez en cuando demuestran tendencia a renovarse o morigerarse. Otros, los menos, aun cuando están en el vigor de la juventud, demuestran cansancio y estagnamiento.
Luis Bettelini Montenegro Poeta bohemio, atormentado en forma extraña por la suerte. Sus rudos y originales bagajes poéticos han sido averiados por el abrupto vivir que no le da más tiempo que el necesario para salvar el cuerpo de las zozobras del mundo. Ha publicado tres libros de cierto mérito literario.
Miguel Luis Navas Publicó en Zig-Zag» algunas bellas composiciones que revelaron más de lo que se esperaba de una firma desconocida. Hoy, nada se sabe del poeta. Posiblemente se lo han tragado las preocupaciones de la vida práctica.
Juan A. Araus (N. en Valparaíso, en 1879).--Es poco conocido como poeta, aunque su labor es considerable. Sus versos, algo disparejos, cantan la vida suburbial y obscura de los pueblos, desentrañando con robustez y naturalidad la miseria de los conventillos, el dolor de los hospitales, la vida de los bohemios que atormenta la suerte, la labor fatigosa de las bestias y todo aquello que, como las injusticias sociales, sublevan su espíritu forado en las luchas humanas. Sus poesías, ante todo, son humanitarias y racionales: Vibra en ellas un temblor inconfesable de indignación socialista de pacíficas reflexiones, sin arrebatos de destrucción ni gestos amenazadores de vividor anárquico. En moldes románticos, a veces, y de corte moderno, otras, pero siempre con desaliño, muestra el dolor plebeyo en la herida fresca de un verso, con la humildad y paciencia de los que esperan conmover por las lágrimas antes que por la bruta imposición de la fuerza. «Carne de los rieles», «Bestias de carga», «En los hospitales» y «El desfile in terminable», son las poesías que ponen más de relieve la personalidad modesta de este poeta salido al escenario público con el criterio artístico ya maduro y definitivo.
Luis Bettelini Montenegro Poeta bohemio, atormentado en forma extraña por la suerte. Sus rudos y originales bagajes poéticos han sido averiados por el abrupto vivir que no le da más tiempo que el necesario para salvar el cuerpo de las zozobras del mundo. Ha publicado tres libros de cierto mérito literario.
Miguel Luis Navas Publicó en Zig-Zag» algunas bellas composiciones que revelaron más de lo que se esperaba de una firma desconocida. Hoy, nada se sabe del poeta. Posiblemente se lo han tragado las preocupaciones de la vida práctica.
Juan A. Araus (N. en Valparaíso, en 1879).--Es poco conocido como poeta, aunque su labor es considerable. Sus versos, algo disparejos, cantan la vida suburbial y obscura de los pueblos, desentrañando con robustez y naturalidad la miseria de los conventillos, el dolor de los hospitales, la vida de los bohemios que atormenta la suerte, la labor fatigosa de las bestias y todo aquello que, como las injusticias sociales, sublevan su espíritu forado en las luchas humanas. Sus poesías, ante todo, son humanitarias y racionales: Vibra en ellas un temblor inconfesable de indignación socialista de pacíficas reflexiones, sin arrebatos de destrucción ni gestos amenazadores de vividor anárquico. En moldes románticos, a veces, y de corte moderno, otras, pero siempre con desaliño, muestra el dolor plebeyo en la herida fresca de un verso, con la humildad y paciencia de los que esperan conmover por las lágrimas antes que por la bruta imposición de la fuerza. «Carne de los rieles», «Bestias de carga», «En los hospitales» y «El desfile in terminable», son las poesías que ponen más de relieve la personalidad modesta de este poeta salido al escenario público con el criterio artístico ya maduro y definitivo.
Tomás Gatica Martínez (N. en 1881).-El novelista, el escritor galano y valiente, prima sobre el poeta. A los diecinueve años publicó su primer libro de poesías Ensayos Líricos (1900), obra estimulada con frases ardorosas por algunos distinguidos intelectuales de su época. Libro incipiente es éste con los defectos y virtudes de los primeros frutos de un corazón adolescente. Un romanticismo puro y bien intencionado vacía sus sentimientos de humanitarismo, de amor y de sinceridad, en el molde de robustos versos a veces desperfeccionados por conservar la integridad, el puritanismo de las ideas. En 1904 publicó Pensativas, continuación de la obra anterior, que demuestra el afán del poeta por los antiguos cartabones y el avance de su poesía por los caminos del perfeccionamiento y de la corrección. Un amargo escepticismo empapa los versos de este volumen apasionado y doloroso. A veces provocan una sonrisa de tristeza los temas infantiles, casi ingenuos, de algunas de sus composiciones que, tanto por los caracteres que se insinúan en sus diálogos, como por la forma en que expresan sus pensamientos, nos hacen recordar las narraciones caseras y mansas de Juan de Dios Peza. En 1908, lanzó a la luz pública su novela Gran Mundo, en la que hace un estudio a grandes rasgos de la alta sociedad chilena, hurgando sus defectos, analizando sus costumbres, como un fino moralizador que no recurre al ataque violento y escandaloso del insulto y de la debelación sino a la ironía velada ya la picardía escocedora, indirecta, del crítico noble. En 1913, obtuvo un espléndido triunfo con su nueva novela La Cachetona, triunfo intelectual y de librería que vino a afianzar sólidamente sus cualidades propias del escritor de costumbres nacionales. Como Gran Mundo, este libro ha alcanzado fuertes aplausos y ruidosas censuras: los primeros, she aquellos que estiman la obra de un escritor por la índole y valentía, por el mérito moral, por el origen, los efectos y la sincera naturalidad con que ha sido modelada; las segundas, por aquellos envidiosos que nunca faltan en las esferas periodisticas y por aquellos que miran en los personajes de la obra el reflejo de algunas de sus flaquezas, de sus sentimientos mezquinos, o la impudicia de alguna protuberancia que deforma su físico. De algunos defectos, superficiales, de segundo orden, en el desarrollo del tema, adolece La Cachetona, - pero estos defectos se olvidan, se perdonan ante la bien conformada plasticidad anímica del carácter de sus personajes, que se mueven con pasos frívolos, indiferentes, en la escena de las frases, pero que, por esto mismo, adquieren profundo relieve de psicología para el observador. Como periodista, Gatica Martínez, ha hecho una gran jornada. En 1900 fue Director de «La Revista de Chile». En 1902, perteneció a la redacción de «El Chileno», de Santiago. En 1904, dirigió «La bandera de Chile», semanario de corta vida, cuyo editor fue cl inteligente sociólogo y abogado italiano, Enrique Piccione. Y, por último, desde 1900 pertenece al personal de colaboradores de «El Díario Ilustrado». Ha publicado trabajos en verso y prosa en las revistas y periódicos más importantes dei país. Ha ensayado también, pero lamentablemente, el género festivo, y hecho representar algunas obras teatrales con éxitos y fracasos sucesivos. Fue director de la revista «Zig-Zag».
Eduardo Valenzuela Olivos (N. en Santiago, el 4 de Enero de 1882).---En 1909 publicó su primer libro Infantiles en el que aparecen recopiladas algunas composiciones poéticas que publicó en diversas revistas literarias. Es autor de un segundo volumen de versos: Toques de clarín. Ha cultivado con preferencia la poesía lírica, en estilo sencillo y fácil, dedicándose al género descriptivo, especialmente a cuadros de la vida íntima del hogar. Ha hecho representar varias pequeñas obras teatrales, entre ellas sti monologo «El repórter», su comedía «Veraneo en Zapallar» y un diálogo «Consulta médica», representado con gran éxito. Además, ha escrito otros juguetes cómicos y diálogos en prosa y versos, como el intitulado «El último días. Toda su obra es liviana, sin pretensiones, y como tal, perecedera. Sus versos son sentimentales; cultiva el género criollista con mucha propiedad y elige asuntos conmovedores de la vida dolorosa de la gente del pueblo. Describe sin artificios y sin protestas, desentrañando imperturbablemente las miserias y sufrimientos que masca la pobreza frente al capital. En casi toda su obra lírica campea en forma visible la influencia de Juan de Dios Peza y de Manuel Flores.
Ramón Ángel Jara R. (N. en Malloco, en 1884).-Según su propio decir «ha escrito sus composiciones en momentos de alegría o de pesar, jamás por inspiración». Ante todo es un rimador. Su producción es fácil y adolece de cierto sello de vulgaridad. Ni los poetas de Francia ni los de Hispano América lo han influenciado en forma alguna visible. Sin embargo, entre sus numerosos trabajos impresos, puede encontrarse alguno que revela al inspirado momentáneo.
Gustavo Mora Pinochet (N. en Concepción, en 1885. M. en Santiago, en 1915).- Formó parte de la Academia Literaria Eduardo de la Barra», de perdurable recuerdo y de la que salieron poetas y escritores de tanto talento como Carlos Mondaca, Leonardo Penna, Alejandro Andrade Coello y muchos otros. Publicó sus primeros trabajos en diarios de provincia, en los que figuró con poesías y cuentos criollos de escaso mérito. Fue sin disputa el literato más laborioso de la presente generación, tanto que, agotados los temas propios de su temperamento artístico, bajó con frecuencia en busca de ellos a las regiones más inadecuadas y menos espirituales, componiendo versos sin ninguna novedad y de abominable gusto a «El cigarrillo trigo, a «El pequén y a otros asuntos de mezquino interés. La fecundidad asombrosa de este autor, perjudicó considerablemente la buena disposición literaria que había revelado en algunos de sus trabajos poéticos. Con más observación de la vida real de la naturaleza y de los hombres, y menos complacencia de los directores de diarios y revistas que le habían abierto las puertas de una popularidad inmerecida, bien pudo colocarse en el grupo de nuestros intelectuales y abandonar su carácter de simple «aficionados como él mismo se solía llamar. Sus poesías, de clásica factura, tienen a veces inflexiones dolorosas y erguidas, pero, en la mayoría de ellas, después de rastrear por entre un prosaísmo desesperante, concluye con añejas epilonemas románticas, forzadas y fútiles, indignas de esta época en que el pensamiento va camino de la realidad en su aspecto más severo. En Diciembre de 1909, publicó su primer libro, Melancolías, que la crítica trató con más benevolencia que sinceridad. Como su título lo revela, muchas de las producciones de este libro, frutos de la época infantil, son de índole sensiblera, impropia de la edad del juego y de la risa». Pero donde este poeta alcanzó un pequeño triunfo, fue con su colección de Traducciones del famoso poeta italiano Olindo Guerrini (Lorenzo Stecchetti), publicada en 1910. La crítica oficial, con justicia, recibió bien este libro, tanto por tratarse de una obra de cierto mérito, como por ser vertida del original de un autor extranjero de indiscutible reputación. El joven escritor Félix Nieto del Rio, ha asegurado en un artículo que su autor llega hasta superar al poeta italiano en el soneto de la página 152, de dichas traducciones. Nosotros reconocemos la habilidad mecánica de G. Mora para traducir el italiano, pero estimamos que las ideas, la idiosincrasia de la poesía de Stecchetti ha perdido su refinamiento con la traducción de aquél. A fines del mismo año de 1910, publicó un tercer libro de poesías con el título De mi vergel, que pasó a la posteridad envuelto en la indiferencia que provocan las obras anticuadas y chirles. Por último, en 1911, dio a la publicidad otro libro de traducciones de diversos poetas italianos, entre los que figuran Leopardi, Carducci, Pascoli, Prati, Stecchetti, Tussiusto y otros menores, con mejor aceptación y de más mérito que la obra anterior. Tenía en preparación una novela, Vida íntima; otro libro de versos sobre asuntos nacionales, Pequeños poemas, y continuaba la Traducción de D'Annunzio y Ada Negri. En este campo de las traducciones era donde esperábamos que lograría figurar con brillo. Pero, en 1915, a principios de año, murió abandonado de todos en la Casa de Orates de Santiago. Eterna paz al poeta vencido por los vértigos del mundo y las locuras irresponsables de la carne. Nuestro recuerdo, siempre piadoso ante el castigo de la muerte, velará mucho tiempo el sepulcro de este modesto compañero de cruzada, a quien la vida reventó en sus brazos asesinos y voluptuosos y para quien el Arte no tuvo nunca una verdadera caricia fraternal.
Pedro A. Macuada Oviedo Es un desertor de la poesía. Como Federico Zúñiga, sus primeros tanteos literarios eran reveladores. Empezó a publicar delicadas poesías al estilo de Gutiérrez Nájera, en la revista Zig-Zag. Muy aplaudida por la juventud intelectual de hace algunos años fue su «Lulús, breve poema en que relata en sentidas estrofas endecasílabas, la historia de «una diosa maga de los suntuosos templos de la orgía».
Julio C. Barrenechea En «Zig-Zag» hemos leído algunas de sus composiciones líricas, reveladoras de un temperamento artístico delicado, aunque sometido a las limitaciones de la añeja poesía clásico-romántica.
Luis A. Undurraga (N. en Santiago, en 1885).- La labor de este poeta modesto y sutil es considerable y se conserva inédita en su mayor parte. Sus poesías bien podrían ocupar tres tomos. Distínguense por la díafanidad clásica de su estilo, que a veces, desgraciadamente, rueda en lo prosaico, y por la emotividad filosófica que las mueve en una zona de optimismo sincero y perseverante. Su pequeño poema “Absolución, acusa, tanto en la forma como en el fondo, cierta influencia del inmortal autor de «El Monje», Pedro Antonio González. Son dignas de ser mencionadas muchas de sus poesías, de entre las cuales «Mi Bohemia», que, por ser la más fiel y honda manifestación de su temperamento artístico forjado en el estudio y la observación intensa de la vida y las cosas, lo coloca sobre una plataforma de sano prestigio y pureza de sentimientos humanitarios. Obtuvo una recomendación en los Juegos Florales de Valparaíso, en 1911, por su hermoso trabajo lírico «Ideas, de fondo filosófico y estilo correcto y sencillo. La publicación en un libro de sus mejores poesías, sería una nota nueva y grata en nuestros anales literarios.
Carlos Soto Ayala (N, en La Serena, en 1886).- Es pedagogo en castellano. Siendo muy mozo publicó un tolleto de versos: Sensitivas, no mal recibido en su pueblo. Literatura coquimbana, es el título de diversos estudio. biográficos y críticos, de los literatos de la provincia de Coquimbo, obra de la cual lia visto la luz sólo una parte. Es autor de los poemines regionales: «La huérfana» y, «Chalalupang» y «Nuevos rumlos». Su estilo entronca con el de la generación romántica. Su manera poética se acerca más a Guillermo Blest Gana que a algunos de nuestros nuevos». La técnica de sus estrofas no es descuidada, mas, en los motivos de sus trabajos no se descubre novedad. No es un virtuoso ni un trascendental; pero, su decir es fácil y correcto, y el sentimiento que fluye de sus renglones es siempre puro hasta la castidad. En Concepción, fundó hace tres años la revista de arte «Ideales», que nació al morir esa otra también simpática revista que se llamó «Chantecler». Muy loable es la labor didáctico artística que actualmente realiza entre un núcleo de jóvenes intelectuales de Concepción.
Felipe Aceituno Ha escrito pocas, pero sentidas estrofas. Es todo un temperamento artística, que por simple inopia, se mantiene casi inédito y casi anonimo. Es autor de las composiciones «Mares y naves», «La guitarras y otras que los amigos de este poeta hermético se saben de memoria.
Cesar Herrera Es un poeta hipotético, patriotero y rutinario, que ha adquirido cierto renombre en Tacna y pueblos del norte, por haber obtenido el premio de honor en los primeros Juegos Florales celebrados en esa capital, el 4 de Abril de 1915, con su trabajo lírico «El Cóndor». Maneja el verso con soltura y cierta elegancia que dan un realce artificioso a la oquedad de sus ideas ramplonas y añejas. Herrera, a juzgar por su verborrea de romántico petardista, debe pertenecer a la parvada de poetastros que hace veinte años, más o menos, en tumulto afeminado, inundó los reductos de la prensa nacional. Los poetas como César Herrera y tantos otros congéneres, no deben ser considerados como tales, pues carecen de inspiración propia, de fuego interior, de esa divina esencia que no necesita incentivos deleznables para poder perfumar. Vivimos en una época muy distinta a la que respiraron nuestros abuelos. Son pocos los rezagados y a éstos, me refiero a los malos, a la hez antigua, hay que demoler. Pasaron ya los tiempos en que los poetas melenudos y sublimes, desde lo alto de una roca, salpicando humedad con los labios, lanzaban desaforados sus tremebundas odas al progreso, al águila, al genio de la Gloria, a las cumbres de los Andes, al océano, a la imprenta o a las víctimas del terremoto. Hoy la poesía ha cambiado profundamente de rumbo. Ya abandono sus aberraciones etéreas, sus epilepsias incontenibles de falsa altura, sus cascabeleos de palabras vacías, para detenerse en los olvidados problemas de la tierra, en las manifestaciones sutiles y diminutas de la vida vulgar, en las pasiones que agitan el espíritu humano, en la filosofía que emergen de los menudos cuerpos que pueblan los caminos, en las torturas y placeres que surgen del alma bajo nuevas envolturas, en las miserias y en los vicios del universo, y en los multiformes delirios que la ciencia y el estudio prenden en las pupilas ávidas del sonador. Y porque César Herrera D. no profesa las religiones de esta poesía, que es la natural, única y moderna, consideraremos que no es poeta o es un poeta hipotético, como muchos de los que figuran en esta reseña de nuestra obra.
Carlos A. Jara R. Ha dirigido varias revistas, entre las cuales recordamos «Papel y Tintas y «Copihue Rojo». Sus versos son vigorosos, sin cerebralismo, como producto de un corazón sentimental. No tiene pretensiones: canta y su poesía encierra emociones vaciadas mansamente, sin acudir a la tortura de una inspiración forzosa. El defecto de sus versos nos habla a lo vivo de su espontaneidad.
Antonio Bauza (N. en 1888).-En 1910 publicó Vibraciones. En el prólogo de este volumen lírico dice Ignacio Verdugo: «Por todo el libro pasa un soplo de tristeza y de apasionamiento que nos hace pensar que, en el fondo del espíritu del poeta, hay algo más que angustias de juventud... Hay toda la amargura de la vida». Así canta al paisaje y la selva como las tristezas del paria y del indio. Sus décimas recuerdan a las de Núñez de Arce, por su vigor, precisión y solidez lapidaria.
Armando Rojas Molina (N. en Vicuña, departamento de Elqui, en 1889).- El lirismo de Rojas Molina no significa una nota nueva en nuestro concierto poético. Es un seguidor de Pedro Antonio González. Algunos de sus versos se acercan tanto en su fisonomía a los del gran bardo, que dudamos pueda sacudirse de su enorme influencia lírica y darnos los elementos distintivos de un estilo propio. Con todo, se presiente en él como alguien lo ha dicho-«un poeta de cepa nueva y robusta por su viva desnudez introspectiva y sugestionante evocación». Este candidato a artista es un eterno descontento de su obra. Escribe una tirada de versos; los corrige; borra la mitad; cercena y estruja los que quedan, en busca de la esencia. Así le resultan composiciones de frases cortadas, breves, lacónicas. Entre líneas se traduce cierta pretensión de encerrar en cada verso todo un poema. La publicación de su primer volumen poético, Las flores de mi huerto, origino un incidente. Nuestro autor reunió en un folleto de cincuenta páginas aquello de sus versos más corregidos, más limados. Como perros al bofe, cayeron los críticos sobre el cuerpo del delito. Uno le dijo: «No valía la pena hacer gemir los tórculos de la prensa con estas naderías poéticas». Otro le echó en cara que no burilase rimas tan maravillosas como las de Gustavo Adolfo Bécquer. Otro, más cruel, le dijo poco más o menos: «Ud. tomó dos versos perfectamente buenos... pero ajenos, y como se trataba de sorprender al lector, los adulteró y plagió sin más trámite». Otro, más osado, al dispensarle el honor de leer una de sus composiciones, entendio «cinco moros» en vez de «sicomoros» y esto so pretexto de hacer un chiste. Ante esta carga cerrada, Rojas Molina, tuvo un gesto de orgullo. Rabiosamente arrancó de su folleto aquellas páginas que con razón o no estigmatizó la Sátira, y lanzó en veinticuatro horas una «segunda edición corregida» de su libro, esta vez reducido a quince páginas de versos y seis páginas más, que contienen un artículo candente denominado: «Mi respuesta a los críticos». En su afán de reducirse, de seguro, Rojas Molina quedaría más satisfecho si pudiera reeditar su artículo convertido en esta sola frase: «Mis detractores son unos asnos: no gustan de manjares, sino de trapos y papeles». La prosa de Rojas M. está muy por encima de sus versos. Ha dado a la prensa artículos políticos, entrevistas e impresiones literarias que han llamado la atención hasta de aquellos que censuran «sus flores».
Alamiro Miranda Aguirre Casi ningún dato personal hemos logrado obtener respecto a este poeta que en 1908 se nos presentó con un tomo de versos Nimbos, empapados de sentimiento estudíantil y de mediocre valer literario, no obstante algunas de sus composiciones que revelaron un temperamento poético prejuiciado por el aula escolar, pero propenso a una cercana evolución ascendente. En este libro, el autor vació sus ensueños de adolescente, cincelados más por esfuerzos del corazón que por madurez del cerebro. Por eso sus versos son sencillos, sin afectación y fáciles. Más tarde le hemos visto figurar en «Zig-Zag» y otras revistas nacionales con bellas poesías que han venido a confirmarnos la idea que nos sugirió su primer libro. Hace tiempo que nada sabemos de este autor. Parece haberse alejado de las letras, para contraerse de lleno a desempeñar un cargo público en la capital del departamento de Elqui.
Juan Carrera Espíritu exquisito, fuertemente moderno. Su poesía tiene movimientos pensantes y gira dentro del círculo dorado del simbolismo. Ha publicado en la prensa algunos juicios críticos sobre arte, que demuestran una sólida y substanciosa preparación.
Alaide Jorquera de Romero En los certámenes organizados por el Ateneo de Santiago y por la Sociedad de Lectura de Señoras, a principios de este año, conquistó el primer premio con su poema «Las palomas de la paz», revelador de buenas dotes literarias. Nada más conocemos de esta joven poetisa que reside en Valparaíso.
Jorge E. Silva (N. en Santiago, el 2 de Enero de 1892). --Con diversos pseudonimos ha desparramado su producción poética en diarios y revistas, tanto del país como del extranjero. No ha publicado ningún volumen de poesías, y, según su propia expresión, no piensa hacerlo, salvo que algún editor le compre sus versos con tal objeto, lo que por mucho tiempo más será aquí imposible. Silva ha escrito una serie de hermosos poemas bíblicos. Son breves, gustables, de factura genuinamente moderna, saturados de un misticismo sano, del que puede decirse que por sí solo constituye la mejor censura de la sensiblería fanática. Estruja y comprime hasta dar la esencia. Si escribiera menos prosa, laborara más el ritmo, acaso pudiera arrojarnos a puñados granos de oro.
Victoria Barrios Poetisa serenense. Desde 1906 ha escrito en verso y prosa con el pseudonimo de «Pasionaria» en diversas revistas de arte y periódicos de su pueblo («La Tribuna», «La Idea», «Penumbras») y en diarios de Santiago. ¿Su escuela? -Ninguna.- «Nunca he tratado de clasificar mis versos y ni siquiera de examinarlos detenidamente»,-ha dicho en una autobiografía que, aprovechandose de un extravío postal, un indiscreto público. En el Ateneo, la señorita Barrios ha arrancado con sus versos, sonoros aplausos, la mitad de los cuales se han debido, sin duda, a su juventud y simpatía, que son fashionables. Titulada en el Pedagógico, de profesora de Castellano e Inglés, se dirigió en Noviembre de 1913 a Londres, donde perfecciono sus estudios en el idioma de Byron. Sus concepciones, que suelen ser de algún aliento, no son una nota nueva en el común ambiente; pero sus pensamientos respiran pureza y simpatía.
Juan Rojas Segovia (N. en Ercilla, en 1893).-Su obra publicada Alma Prisionera (1913), es una serie de poemas en prosa. Ellos revelan un poeta. Es increíble que un muchacho de veinte años pueda enseñar tanta filosofía vivida. No sonríe. Sus frases destilan tristeza, amargura, espiritual amargura. Parece observar la vida a través de un cristal ahumado. No es como los bohemios de Mürger que la miran alegremente a través de una copa de rubio champagne. Pero ese dolor le encumbra a una región de serena poesía: desea, como él dice; hacer libros dignos de los dedos de rosa, para que los comprendan las almas que sufren y aman, sueñan y deliran, esas almas de ambiciones ilimitadas, abiertas a todas las manifestaciones de los bellos ideales. Es un muchacho de sencillo corazón, de compleja sensibilidad. Hará lindas figulinas a la vez que hermosos poemas. Sin embargo, hasta hoy, vale más como poeta en prosa que como poeta en verso.
Jocelin Robles Falleció hace poco, a los veintidós años, cuando sus balbuceos líricos prometían una jornada artística honradamente bella. Se dio a conocer en la revista «Primerose» con poesías empapadas de un sentimentalismo rubendaríaco. Murió tísico en Santiago, el año 1916.
Fernando Elizalde (N. en 1893).--Sobre este buen soñador recientemente ingresado a la falange de los modernistas, y por cuyos poemas, si nos hubieran llegado a tiempo, habría podido figurar entre los poetas de la segunda serie de este libro, el talentoso escritor Edgardo Garrido Merino escribe: «Ha sido una revelación para el público y para mí, el advenimiento a las letras nacionales del inspirado poeta Fernando Elizalde. Me toca a mi-su viejo camarada de años infantiles- hacer la presentación de este artista hasta hace poco ignorado. ¿Quién es Fernando Elizalde? han preguntado muchos al leer los fuertes y hondamente bellos poemas publicados en la revista «Aliados». Elizalde es un buen muchacho de provincia; un solitario. Su espíritu de recias herencias ha sabido acuñarse en el ambiente estrecho de los pueblos norteños. Su alma florece en cantos a la vida, cantos desgarrados, melancólicos, que hablan de un corazón infeliz y escéptico. Allá por los años 1905 fue mi compañero de banco en el liceo de Valparaíso. Era un muchacho tímido, de esos que hablan avaramente y lo observan todo con unos ojos ingenuos que, para sus compañeros, eran una interrogación. Y hoy el observador de antaño, el niño tímido y triste, el malpocado, que nunca tuvo arrestos en los juegos pícaros de los colegiales, se nos revela un poeta hondo y sobrio, el dolor de la vida lo encauzó por las veredas de un arte serio; no ha podido tener horas serenas para cultivar el preciosismo y todo ese aparato banal y artificioso que deslumbra a los poetas jóvenes. Elizalde ha elevado las alas y ha hecho dura su voz al contemplar los panoramas miserrimos que le brinda el mundo. Sus versos nos han llenado de emoción. No son una promesa sino una realidad. Esperemos...
Luis Torrealba Ernesto Torrealba Contreras en la vida ordinaria. (N. en 1895). Autor de Rubíes, versos, con prólogo del querido poeta nicaragüense Alberto Ortiz, fallecido en Santiago el año 1913. Como su tío Francisco Contreras, el parisino escritor y brillante versógrafo, se ha iniciado en las letras con aires de renovador. Y sus estrofas, firmes y revolucionarias, anuncian el arribo de un poeta que tiene la pupila colmada de visiones futuristas y el alma cascabeleante de un ritmo nuevo y atrevido. Estas revelaciones hechas a los diecisiete años, no acusan mera bizarría de juventud sino un verdadero espíritu artístico. Dará a luz: Jardines enfermos (versos).
Roberto Sánchez Bolanos (N. en Santiago, en 1895).- Publicó un volumen de versos, Noches lejanas. Este libro es la poma verde, pero robusta, de un corazón sentimentalista. Mucho dolor y amor jóvenes e hiperbólicos, filtran entre sus versos de corte viril; mucho nervio enmarañado con pulposas contorsiones hacia las encrucijadas del rastrerismo; mucho fervor artístico y alma de poeta, abiertos como unos labios bellos en el obscuro rostro de sus ideas mal expresadas, pero absoluta carencia del fondo y emotividad espirituales, que es preciso beber en los surtidores de la vida observada largamente, sin precipitación infantil. A falta de fondo, posee la forma de un artífice, primer paso para lanzarse cuesta arriba hacia las grandes exploraciones... Aunque sin rumbo literario fijo, las poesías de Sánchez B. revelan un poder intuitivo de afinidad sorprendente, una rara cualidad de percepción artística. Por eso hemos visto que sus versos carecen en absoluto de originalidad, e imitan de manera inequívoca ya sea a P. A. González, J. Asunción Silva, Pezoa Véliz o al venezolano Andrés Matta. Pero este es un don que bien quisieran poseer muchos de nuestros «maestros» improvisados, que no tienen nada propio ni nada de otros, y que barbarizan las ideas encajonándolas en verdaderos ataúdes métricos. Sánchez B. tiene penetración, comprensión, visión psicológica-llamémosla-para aplicar a sus versos la misma cadencia externa, el mismo vigor intrínseco de los poetas cuya lectura conmueven su alma vacilante de artista.. Esta es una buena gimnasia espiritual, que, con seguridad, más tarde, inundado ya su corazón y su cerebro por los invisibles regueros de las pasiones bien conformadas y de los intensos deslumbramientos que ponen sobre las ideas la observación de la vida en reposo, ha de abrirle camino y le dará fuerzas para que llegue al pórtico de los soñados templos.
Arturo Torres Rioseco (N. en Talca, en 1898).-Hemos recorrido todos los perfumados senderos de nuestra lírica selva. Sin miedo ni favores, nuestra mano ha macheteado la venenosa cizaña y las púas traicioneras para abrir el camino de las orquídeas, acantos y nenúfares. A nuestro paso hubo mastines que nos mordieron y lagartos, cerdosos que pretendieron amilanarnos. 'Bordeamos los charcos y saltamos por sobre los fangales, en busca de las grutas cristalinas. Y hemos bebido en sus aguas aromadas, frescas, confortantes. Por fin llegamos al término de nuestra jornada. Al detenernos hemos procurado escrutar en el horizonte: siluetas muchachiles surgen de lo desconocido y se esbozan con perfiles nuevos y prometedores. Entre estas siluetas se destaca Arturo Torres Rioseco. Sus poemas entrañan exquisiteces y refinamientos diremos, insospechables? ¿Por qué este niño no es alegre? ¿Acaso él no siente esa canción interna, sin palabras con que halagan y sugestionan las primeras esperanzas, las primeras ilusiones, el amor primero y único? ¿La juventud dejó de repiquetear a su oído sus alegres y silenciosas campanillas de oro? Cosa inverosímil! Este muchacho nos habla del dolor del silencio, del silencio que pesa enormemente en su espíritu. Nos dice que su pensamiento tiene retorcimientos de angustia; nos descubre sus torturas interiores, las heridas del fracaso, el desaliento de sentirse hoja que cae en el remanso de la selva. ¿Y su corazón? A su corazón lo compara con un girón de lino desprendido y ajado, con un vellón de nieve cuya albura deshojaron las zarzas del sendero. El amor es para él la fuente única en la esterilidad de la pradera; en los labios de la mujer encuentra frescor de musgos y perfumes de rosas para aliviar y aromar su cansancio. Después siente el hastío y el amargo recuerdo de los días vividos y siente, bajo el dolor del silencio, cómo se va deshilachando su espíritu, lentamente. Todo esto es hermoso ¿pero son versos de una sinceridad insospechable? Preferiríamos que otros poemas suyos, plenos de espiritual alegría se derramaran como una lluvia de rocío en el alma de los que son ya hombres, reseca por el sol de todos los días, por las monotonías y los cansancios del trabajo cuotidíano. Finalmente hay otros poetas jóvenes, poco conocidos aún, que se han revelado con producciones de cierto mérito, pero sin que éste haya sido bastante para apreciar su incipiente labor. De entre éstos se yerguen como una promesa:
Neftalí de la Fuente Bohemio recién llegado a la capital, forastero de una de las provincias del Norte, y que después de ambular por nuestras calles, sin pan ni techo, encontró un albergue transitorio en la oficina de «Los Diez, y en el Cenáculo Artístico de «Selva Lírica, para perderse poco después, tal como había llegado: misteriosamente.
Tilda Letelier Muchacha de un fervor artístico saturado de cristiana sentimentalidad.
Aida Morenos Lagos Poetisa moderna, de fuste lírico encendido en los fuegos mismos de Gabriela Mistral.
Mario Moreno Flores (N. en 18994; Santiago) - Su libro de versos: El collar de las Visiones, que publicará en breve, nos dará a conocer a un poeta modernista de violentos arrebatos.
Jorge Octavio Flores Juan Marín Guillermo Arancibia Laso Muchachos 'menores de veinte años. Repechan formidablemente. Nos inspiran profunda confianza.
Manuel Bianchi Gundian Enrique Miguel Zamudio Corazones empapados de un sentimiento romántico que suele asomarse a las fuentes de la poesía elegiaca.
Gricelda Jimenez María Stuardo Almas esencialmente femeninas cuya fruición lírica acusa una verdadera devoción de arte.
Jorge Orfanoz Rojas Ex-director de la simpática revista «Luz y Sombras, que nos dio a conocer en ésta girones de un espíritu emocionado ante la Belleza.
Ignacio Fontecilla Riquelme Tal vez el más niño de los que figuran en este capítulo.
Ricardo Corvalán Trumbull El escritor Jorge Hübner Bezanilla, refiriéndose it Corvalán, dice: «Es un poeta niño. No tiene diez y siete años. Este tiempo le ha enseñado a cultivar la forma; hoy es casi parnasiano pero, sobre la frialdad de las elegancias, se adivina su alma de poeta fuerte, precozmente atormentado».
Y por último: Manuel Valenzuela G. Guillermo Konenkamp y J. Molina Guzmán Tres recién iniciados que pueden llegar. Marchan hacia el modernismo y sus últimos pasos significan un esfuerzo.