(N. en Concepción, 1868). Fue en arte, como en todo, un dilettanti; mejor dicho, un esforzado que no llegó a la cumbre. Estudíando Derecho, lo sorprendio la Revolución del año 1891. Sin alcanzar a titularse abogado, cortó sus estudios para enrolarse en el Batallón Tarapacá. En una de aquellas batallas fratricidas cuyos nombres es mejor olvidar, fue herido en forma de que por invalidez hubo de concedérsele su retiro del Ejército con el grado de capitán, situación en que lo sorprendio la muerte el 22 de Noviembre de 1913.
Perteneció a la bohemia del tiempo de Pedro Antonio González. En esa ya legendaria camadería de pintores y poetas, se distinguió Ricardo Prieto por el refinamiento de su cultura artística. Amaba los libros, buscaba la amistad de los artistas. Por eso, los artistas, que miraban este dilettanti como a uno de los suyos, le querían.
En diarios y revistas publicó parte de su labor poética. Con ésta y la que dejó inédita, podría formarse un libro.
Los motivos de sus composiciones tienen su arranque en una concepción romántica, pero vaciada en moldes que constituían meritoria novedad en aquella época. Caracterizó a este devorador de lecturas refinadas cierta delicadeza de sentimiento y de expresión que imprime un sello de simpatía a sus trabajos literarios.
¡Oh! dame tu pasión de adormidera, pálida flor de pétalos vejados; lirio marchito de corola enferma. ¡Qué amargo es tu dolor, pobre violeta! Acércate! Las hieles de tu alma recogeré en la copa de mis penas. Alza tu frente-alcázar de impurezas- allí, mi labio dejará encendida la ardiente llama de una azul estrella.
Como lánguido junco, tu cabeza sobre mi pecho dulcemente inclina, y enjugaré tus lágrimas acerbas. Posa tus labios como dos cerezas que dieran su sabor-sobre mis labios y huirán las tristes mariposas negras. Ya tu alma de obscura Magdalena tornará la ilusión, como una aurora en la noche glacial de tus tristezas! ………………………………………