Siglo XVIII


        

Francisco Ibáñez de Segovia y Peralta
           Juan Andrés de Ustariz de Vertizberea
                        Gabriel Cano y Aponte
                    Antonio de Guill y Gonzaga
           Juan de Balmaseda y Censano Beltrán


                   Francisco Javier de Morales


                                                                    

Agustín de Jáuregui y Aldecoa



Durante el gobierno de Francisco Ibáñez de Segovia y Peralta, el ejército español estaba en su peor estado de miseria: sin pertrechos, sueldos atrasados y focos de rebelión que se venían desarrollando continuamente.

Si hubieran querido realizar una
campaña de demostración de fuerza, los resultados habrían generado una rebelión indígena de proporciones. 

Los
nativos estaban en aparente paz, pero los infaltables misioneros jesuitas contribuían mucho a fastidiar a las comunidades mapuches; a principios de este siglo solo destacan conflictos de medianas proporciones con las etnias nativas de Chile, tales como la Rebelión huilliche de 1712 en Chiloé.


Masacre de Calbuco

Durante el gobierno de Juan Andrés de Ustariz de Vertizberea, que fue desde 1709 hasta su destitución por corrupción en 1716, hubo síntomas de levantamiento indígena, generados en la zona de Penco y Calbuco donde una guarnición española completa fue exterminada por los indios comarcanos. 

Estos
españoles entraron en abusos con los indios que rápidamente se rebelaron contra los imprudentes soldados en un levantamiento general en todo Arauco y Ustáriz corrió a convocar un parlamento donde congregó a todas la milicias que pudo para impresionar a los indios.
Se les hizo promesa de no ser molestados por los adoctrinadores
jesuitas y respetar su Admapu.

Al igual que
López de Zúñiga en en Siglo XVII, el gobernador Ustariz de Vertizberea necesitaba la paz para lucrarse con las riquezas de la colonia, permitiendo contrabando francés, por esto fue destituido más tarde.


Parlamento de Tapihue

Los jesuitas permitieron a los indios seguir con la poligamia, aprendiendo a ser tolerantes y a su vez los mapuches los admitieron como anexos en su sociedad, aunque nunca aceptaron de lleno el proceso evangelizador. 

La
fusión de razas fue mayor en este período, y el mestizaje se hizo más generalizado.
 
El
comercio también se acentuó más entre los fuertes y las comarcas, aunque la adicción al alcohol hizo estragos en la voluntad mapuche.

La institución de los
capitanes de amigos, que no eran sino alguaciles españoles encargados de vigilar el comercio y el trabajo, produjo frecuentemente abusos contra las comunidades a su cargo.


Rebelión de  Vilumilla en 1723


El
gobernador Gabriel Cano y Aponte tuvo que hacer frente a la rebelión mapuche de 1723 y sus negativas consecuencias que resultaron en 1726 la retirada de la presencia española al sur del río Biobío.

La
paz de la región ya duraba más de 30 años, pero un hecho desencadenado por los mismos españoles produjo un nuevo quiebre, cuando precisamente uno de los capitanes de amigos terminó por provocar una peligrosísima situación el 9 de marzo de 1723 que duró hasta febrero de 1726.

El
jefe mapuche al mando de la rebelión se llamaba Vilumilla. 

Todo comenzó cuando los indígenas de la zona de
Querecheguas asesinaron al capitán Pascual Delgado en su casa en Purén, debido a su carácter soberbio en una borrachera; los indígenas se sublevaran en masa, hecho que se habría producido por el temor al castigo. 

Esta situación, más una serie de desatinos y desconfianzas mal manejadas por los
españoles, contribuyeron a que el clima de la región se pusiera muy tenso.

Entre estos hechos destaca que en
Purén, un capitán llamado Mateo de Gallegos aprisionó a un grupo de caciques que habían venido a ofrecer el paradero de los mapuches criminales; ya que Gallegos, por desconfianza, no les creyó y los encerró. 

Esto provocó que los indígenas comarcanos de
Maquegua sitiaran el fuerte de Purén el 21 de marzo de 1723.


Gobernador Gabriel Cano y Aponte 

Posteriormente este gobernador se hizo presente en Yumbel con 500 soldados

Entre las acciones realizadas por el
comandante de la plaza de Concepción (marchar con quinientos soldados a Purén) y el sobrino del gobernador, Manuel de Salamanca, hicieron desistir a los indígenas de mantener el sitio y huyeron. 
Manuel de Salamanca dejó 200 hombres como refuerzos en el fuerte y volvió a Concepción a organizar un ejército con el que acabar con Vilumilla.

Hubo algunas escaramuzas y escarmientos en donde el
cacique rebelde Vilumilla hostigó la zona del Laja y Purén hasta que sus fuerzas fueron dispersadas por el hábil y severo maestre de campo Salamanca. 

Según testimonios de los
jesuitas 40.000 cabezas de ganado fueron robadas por los nativos de las haciendas entre el Laja y Chillán.

Gabriel Cano y Aponte juzgó necesario retirar la línea defensiva de fuertes y procedió a despoblar los fuertes de Arauco, Colcura, Tucapel, Purén y Nacimiento retirándose a la ribera norte del Biobío. 

El
ejército español contaba en ese entonces con unos 4.000 hombres.

Estas acciones no fueron bien vistas por la
corona liderada por el rey Felipe V, quien vio en estas acciones la renuncia a conquistar Arauco y procedió a enviar soldados y apertrechamientos a Chile en 1724. 

Sin embargo, antes que llegaran los refuerzos, en
agosto de 1723, Vilumilla realizó varios ataques al norte del Biobío con una horda de 4.000 guerreros y estableció su campamento en la confluencia entre este río y el Duqueco.

Ahí, el
día 24 fue emboscado por la expedición de Manuel de Salamanca y derrotado completamente.


El Parlamento de Negrete de 1726

A partir de los hechos acarecidos en la Rebelión Mapuche de 1723, Gabriel Cano y Aponte celebró un parlamento en los llanos de Negrete, donde junto a 113 caciques conferenció sobre las causas de la rebelión y sus soluciones. 

Cabe hacer notar que es
inédito que los indios expusieran a los capitanes de amigos abusadores como causa de la rebelión, sin pedir que se les quitaran de encima, sino que se les reemplazara por otros más justos. 

También los
indígenas se reconocieron vasallos del Rey de España y a cambio el gobernador les reconoció su autonomía y les concedió el derecho de presentar sus quejas directamente ante los jefes militares o el mismo en caso de nuevos abusos por parte de los españoles.

Gabriel Cano y Aponte además reguló la forma de comercio con los indígenas mediante un sistema de ferias trimestrales y que todo cruce del río Biobío, fuera al norte o al sur, por español o mapuche, debía solicitar previamente un permiso al comandante militar o al cacique locales.
Hubo además
concesiones de evangelización en territorio mapuche. 

La paz nuevamente se restableció y duró más de
33 años, en donde la corona aparentemente renunció a conquistar Arauco.


La rebelión de 1769


Durante un largo período, solo dos conatos de levantamiento, en
1759 y 1766, pusieron en peligro la convivencia entre Criollos y Mapuches sin consecuencias.

En
1769 gobernaba Antonio de Guill y Gonzaga, y ocurrió que los pehuenches capitaneados por Lebían arrasaron las comunidades de Yumbel y Laja.

Los pehuenches se asociaron nuevamente a tribus rebeldes mapuches y la rebelión se extendió por la zona de la frontera donde finalmente incluso los más pacíficos huilliches se sumaron. 


Cambio de Gobernador


Tras la prematura muerte del
gobernador Antonio de Guill y Gonzaga, le sustituyó Juan de Balmaseda y Censano Beltrán un jurista inexperto en lides militares, lo que, sumado a una nueva intervención de la Iglesia, esta vez a cargo del obispo Espiñeira, gobernador de Concepción, el cual a su vez tenía bajo su cargo al fóbico maestre de campo Salvador Cabrito, un exaltado militar, contribuyeron a crear un clima de caos nunca visto antes, perdiendo a sus aliados los Huilliches. 

Espiñeira y Cabrito realizaron medidas rayanas en la sumisión ante los sublevados y encendieron aún más la llama de la rebelión. 


Saqueo de Santa Barbara en 1769


En
Santa Bárbara, el 3 de diciembre de 1769 ocurrió una masacre de 30 españoles arrasando la plaza unos 4 millares de indígenas que como una ola destruyeron todo a su paso. 

La
Real Audiencia viendo que el obispo Espiñeira los conducía al caos se puso a la espalda de éste para contrarrestar la sublevación y solicitó al gobierno de Cuyo y Mendoza que enviase una compañía miscelánea de extranjeros al mando de Reinaldo Bretón. 

Juan de Balmaseda se apersonó en Concepción para ayudar a Espiñeira a contener la revuelta anulando las medidas pacifistas del obispo y se dispuso a atacar a los rebeldes, pero las expediciones no tuvieron éxito. 

Una de esas expediciones estaba a cargo de un
irlandés llamado Ambrosio O´Higgins que quedó cercado en Antuco por los huilliches y pehuenches y a duras penas con gran pérdida de bastimentos y soldados se logró zafar del cerco. 

Otra expedición al mando de
Antonio Narciso logró descercar el fuerte de Arauco en febrero de 1770. 

El inoperante gobernador
Juan de Balmaseda fue relevado abruptamente, en febrero de 1770, por el brigadier Francisco Javier de Morales, un experto y exitoso soldado de la confianza del Virrey Amat.

Este relevo, unido a la necesidad de los
indígenas de recoger las cosechas y la venida de un invierno muy duro, suspendieron las hostilidades por parte los indios, lo que dio a Morales tiempo para planificar sus acciones defensivas. 

Francisco Javier de Morales, en un primer momento, estuvo por realizar expediciones punitivas, pero el estado del ejército español no le garantizaba alguna probabilidad de éxito, por lo que aprovechó el tiempo de bonanza para equipar y mejorar lo que tenía en sus manos. 


Batalla de la cuesta de Marigueñú en 1770

En septiembre de 1770, los caciques Taipilabquén y Cariñancu cercaron el fuerte de Colcura presentando 800 hombres a caballo.

Morales en conjunto con Ambrosio O´Higgins, Santa María y el teniente Rafael Izquierdo emboscaron a los indígenas en la cordillera de Nahuelbuta. 

Los
indígenas embistieron el frente presentado por Izquierdo que batió totalmente a los 200 españoles del teniente matando a Izquierdo y a 40 españoles en la cuesta de Marigueñú.

Parlamentos de Negrete de 1771 y 1772


Francisco Javier de Morales, soldado forjado en los campos de Italia quedó estupefacto por el valor de los mapuches, causándole tan honda impresión que decidió buscar la paz con ellos.

Contrariando la
opinión de los veteranos de la guerra, el brigadier Morales, convocó a un parlamento en Negrete, con el fin de poner término a la rebelión mapuche que se venía desarrollando desde 1766. 

Posteriormente, convocó en
febrero de 1771 a un nuevo parlamento, igualmente en Negrete, en que los indígenas al mando del cacique Lebián aceptaron la paz con falta de respeto y soberbia que enardecieron los ánimos de los colonos.


Parlamento de Tapihue

Agustín de Jáuregui y Aldecoa fue nombrado gobernador por Carlos III en 1772 y planteó una política hábil a partir del Parlamento de Tapihue donde restableció el colegio de indígenas y dispuso que las tribus tuvieran caciques embajadores.

Los
indígenas aceptaron este tipo de representatividad y dejaron a sus hijos en el colegio establecido para convertirlos en garantes de la paz.
 
Agustín de Jáuregui además practicó la política de "dividir para gobernar" y hábilmente explotó los odios tribales hasta tal extremo que pudo deshacerse del sublevado mestizo Mateo Pérez, del cacique Lebián y de Aillipangui por medio del asesinato, sin tener un levantamiento entre sus manos ya que los indígenas ni remotamente reaccionaron ante el asesinato de sus líderes. 

Esta política fue seguida por los
próximos gobernadores como una forma de mantener la paz.


Tratado de Paz de Río Bueno en 1787

Como parte de la Recolonización del territorio Huilliche, al sur de la Frontera de Arauco, a fines del siglo XVIII, y al encomendarse la apertura del camino real en virtud de la real orden de 1784, el gobernador de Valdivia Mariano Pusterla postulaba la vía pacífica para su realización, mientras que el gobernador de Chiloé Francisco Hurtado, a quién se le había ordenado oficialmente la apertura del camino, planteaba la guerra contra los Huilliches y la recuperación de las ruinas de Osorno.

Debido a ello, a fines del
1787 los caciques Tangol y Catiguala que “ocupaban y mandaban los terrenos entre Río Bueno y Chiloé, acudieron a visitar al gobernador de Valdivia para reafirmar la paz, porque según él mismo, habían tenido noticias de los preparativos bélicos desde Chiloé y buscaban el apoyo de la Plaza en razón de amigos y aliados. 

Es así como el
24 de febrero de 1789 representantes Huilliches junto a autoridades de la Corona Española realizaron el Tratado de Paz de Río Bueno, a orillas del río Bueno.
En este tratado los
huilliches ofrecen en ese momento por su parte además de permitir a los españoles ocupar las ruinas de Osorno, igualmente facilitarían la apertura del Camino Real a Chiloé. 


La Rebelión Huilliche en 1792 y
el Tratado de las Canoas en 1793


En
septiembre de 1792, producto de la reciente influencia hispana que nuevamente comenzaba a ser llevaba sobre la región septentrional del Futahuillimapu, las comunidades Huilliches de Quilacahuín, Río Bueno y Ranco se aliaron y agruparon militarmente para ir en contra de los asentamientos españoles establecidos al norte del río Bueno, que era considerado la frontera norte entre el dominio Español y el Huilliche.

Aunque en ese periodo, las
malocas (asaltos) internas y otros factores habían mermado la capacidad militar Huilliche y las alianzas con grupos externos no eran aparentemente consistentes; los resultados de este alzamiento pueden traducirse en la destrucción de las haciendas españolas y de la misión de Río Bueno, el robo de ganado, y la muerte de doce españoles, junto a los cuales se encontraba el misionero fray Antonio Cuzco.
 
Así, la rebelión
Huilliche no tuvo una gran magnitud entre las autoridades coloniales, ya sea por la debilidad del alzamiento u otras motivaciones, la reacción de las autoridades de Santiago y Chiloé fue inmediata, teniendo efectos significativos en el sur de Chile.

Particularmente,
Ambrosio O'Higgins, al ver en ello el fracaso de la política pacifista de Mariano Pusterla, optó por realizar finalmente una campaña militar fulminante; de la que se encargaría el capitán Tomás de Figueroa hecho culminaría con el importante "Tratado de Las Canoas", firmado en el Parlamento de Las Canoas en 1793 y con la refundación definitiva de la ciudad de Osorno.

Ese mismo año se llevó a cabo el
Parlamento de Negrete de 1793, con los mapuches.

Ante la imposibilidad de que los
loncos huilliches hayan acudido a Negrete, se realizó más al sur una reunión: el Parlamento de Las Canoas (Rahue), celebrado el 8 de septiembre de 1793. 

En el
Tratado de Paz de las Canoas se adoptaron acuerdos como: cesión del espacio territorial desde la confluencia del río Rahue (Las Canoas) y el río Damas, hasta la cordillera de los Andes; para la refundación de Osorno con lo cual se quedaba la zona oeste, cordillera de la Costa y el litoral costero, como territorio Huilliche, permitiendo el establecimiento de misiones y su conversión a la religión católica.

Además se acordó la
sujeción política y judicial de los cacicatos Huilliches a la autoridad colonial española y colaboración armada y de ayuda de subsistencia ante cualquier amenaza de los enemigos de la corona.

Aunque los naturales no permitían el libre tránsito de los
huincas («blancos») en las zonas consideradas tierras propias, a partir de mediados de 1780, los   mapuches y asociados comenzarían a aceptar la presencia parcial y/o limitada de los españoles y criollos en sus territorios.

Igualmente, destaca el hecho de que con el paso del tiempo y sin darse cuenta, los
mapuches entrarían lentamente a interactuar más frecuentemente con la cultura hispano-criolla adoptando muchas de sus costumbres y forma de vida, gracias a la escuela de indígenas, los embajadores, ferias y los parlamentos; siendo el Parlamento de Negrete de 1803 el último gran parlamento del período colonial de Chile, en el que ambos bandos solemnizaron sus paces y alianzas. 

El
comercio y la unión entre hispanos e indígenas, generaron además un mestizaje que actuó como puente entre ambas culturas constituyendo en el futuro, algunos de los sectores de pobreza en el próximo siglo. 

Así, existió una convivencia
hispano-criollo-mapuche, que se caracterizó por presentar un estado de transición por espacio de casi un siglo, en que las cosas se mantuvieron exactamente iguales; los levantamientos y pillajes fueron cada vez menos frecuentes, pero entre los Mapuches propiamente tal se mantuvo el rechazo hacia la integración total.




                               Revista Chilena.com


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Agustin de Jauregui y Aldecoa
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Francisco Ibanez de Peralta
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Juan Andres de Ustariz de Vertizberea
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Juan de Balmaseda y Censano Beltran
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Parlamento Canoas 1793
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Parlamento de Canoas
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Parlamento de Negrete
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Parlamento de Tapihue
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